InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Octubre 2019, 23

23.10.19

Un amigo de Lolo -”Lolo, libro a libro” - Todo aquello sigue presente

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Todo aquello sigue presente

 

“En el loco, el retrasado y todo el que padece bajo una inteligencia atrofiada, se reedita aquel drama que empezó entre homenajes de pastores y acabó coronándose sobre dos leños encontrados.” (El sillón de ruedas, p. 106)

 

Por lo general, solemos tener del tiempo pasado un sentido tal que nos dice que, una vez pasado, pasado está y poco debe influir en nuestra existencia diaria u ordinaria. Y tal forma de pensar, digamos, no está lejos de la verdad, aunque…

El Beato Manuel Lozano Garrido, que sabía muy bien (y sabe, en presente, en los escritos que dejó y que ahora podemos tener como algo actual) lo que suponía cierto tipo de disminuciones de capacidades, digamos, motoras, físicas, del cuerpo humano (del suyo, vamos) es una persona la mar de acertada para decirnos esto que nos dice.

No podemos negar que en el mundo (y desde que el mundo es mundo que es desde que fue creado por Dios y empezó a reproducirse el ser humano) ha habido algunos casos que, por las razones que sean, pueden causar estupefacción. Y es que darse cuenta de que una persona ha perdido la cabeza o, también, que no alcanza a comprender ni lo que dice ni lo que hace… en fin, no resulta de lo más tranquilizador ni edificante.

Sin embargo, nosotros no somos capaces de negar que Dios también quiere a estas personas porque estamos seguros de que las quiere tanto como a quien no padece según qué tipo de enfermedad.

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