InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Septiembre 2018

7.09.18

Disculpas he de pedir y las pido

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Anoche, a eso de las 12, publiqué el artículo que correspondía a hoy, 7 de septiembre. Y era sobre la retransmisión de la Misa que, cada domingo, hace la 2, segunda cadena de Radio Televisión Española. 

Todo vino porque, el que esto escribe, no fue capaz de ver bien que el domingo pasado, 2 de septiembre de 2018, sí habían retransmitido la Santa Misa desde  la Parroquia de la Natividad de Mejorada del Campo. Puedo prometer y prometo (como diría aquel) que creí que no la habían retransmitido. Lo digo con franqueza. 

Ciertamente, ha sido un grave error por parte de quien esto escribe. Y gracias a un amable lector (creo que crítico en otro tiempo y, ahora, también) me he dado cuenta del error. Y lo corrijo.

No quiero, de todas formas, que se crea que no tengo algo de razón en lo escrito en el artículo que, acto seguido, va a desaparecer. Y para quien no lo haya leído, tengo que decir que contenía una grave crítica a quien había, si eso hubiera sido así, procurado la desaparición de la Misa en la 2. Pero, como no ha sido así, pido, otra vez, disculpas.

Y no crean que no es que haya querido mantenella y no enmendalla hasta ahora, que son casi las 5 de la tarde. Es que no había podido hacerlo. Y ahora lo hago. 

Perdón, pues, pido. 

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En fin, hasta el mejor maestro hace algún borrón y yo que, además, ni soy maestro ni nada…

Eleuterio Fernández Guzmán

Nazareno

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A la venta la 2ª edición del libro inédito del beato Lolo

Segunda edición del libro inédito del beato Lolo

Ya está disponible la 2ª edición de Las siete vidas del hombre de la calle, libro inédito de nuestro querido beato Lolo. La acogida ha sido tal que hemos tenido que reeditarlo para atender la creciente demanda del mismo: amigos de Lolo y su obra, para regalar, para centros de lectura y bibliotecas, librerías,… innumerables destinos para los hemos realizado una segunda edición de hermoso e inédito libro.


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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Rectificar es de sabio y si no se es sabio, al menos, es de sensatos.

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6.09.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Tener en cuenta a Cristo

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Tener en cuenta a Cristo

 

“No vivamos de lo exterior, que todo es vanidad y luego pasa, animémonos a vivir en Cristo y sólo en Él” (Punto 222)

 

Es muy cierto que el hermano Rafael establece acertadamente la diferencia que existe entre el mundo donde se vive (digamos, el exterior a uno mismo) y el que cada cual tiene en su corazón, dentro de sí. Y no podemos decir que sea mala cosa sino, al contrario, una gran verdad y algo que nos viene muy bien para delimitar una realidad y la otra.

También es muy cierto que, por muy creyentes católicos que seamos, el mundo tira de nosotros. En realidad, es lo que suele pasar cuando no se tienen fundamentos espirituales bien arraigados.

Que el mundo nos atraiga hacia sí, podríamos pensar, tampoco es cosa tan extraña. Al fin y al cabo vivimos en él y en él nos movemos y existimos (como diría el apóstol) y no es, pues, nada raro que nos dejemos llevar.

Ahora bien, una cosa es eso y otra, muy distinta, no darnos cuenta de que lo que tal cosa puede suponer para nuestra fe y, así en nuestra relación con Dios.

San Rafael Arnáiz Barón, que se conoce muy bien, ve las cosas como son y así nos lo dice.

Sobre lo aquí traído, bien podemos decir que, en pocas palabras, se dice mucho. Y que todo es más que aprovechable para nosotros.

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5.09.18

Serie “El Bien, Jesucristo, el Cielo” - Un necesario Epílogo

Presentación

El Bien, Jesucristo, el Cielo

No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.”

 

Epístola a los Romanos 12, 21

 

En estas mismas páginas se ha publicado, en formato serie, el libro de título “El Mal, El Diablo, el Infierno”. Y, como no podía ser menos, la parte buena, la que ha de prevalecer, Cristo mismo y Dios mismo, debían tener su serie. La misma está referida al libro de título “El Bien, Jesucristo, el Cielo” que, fácilmente puede verse es, justo, lo contrario a lo otro. 

El Mal puede vencerse con el Bien. Eso es lo que la cita que hemos puesto como principal de este libro nos dice. Y San Pablo, diciéndonos tal cosa, nos auxilia ante lo que podamos estar pasando. 

No podemos, por tanto, alegar falta de socorro en estos casos pues bien sabemos que Dios nunca nos abandona y pone, en el camino de nuestra vida, a testigos de la fe que nos echan una mano. 

De todas formas, el Bien puede ser, digamos, usado contra el Mal. Y eso porque el Bien existe para mucho más que para eso que, con ser importante, no agota las posibilidades de lo bueno y mejor. 

No podemos negar, al respecto del Bien, que, para espíritus no perjudicados por el Mal, es más atractivo el primero que el segundo. Y es que no puede considerarse sana, espiritualmente hablando, la persona que esté a favor de las asechanzas del Maligno y/o de los frutos que de las mismas puedan derivarse. No. Es más seguro esperar que el común de los creyentes esté más por el Bien que por el Mal. Y eso se apoya en algo esencial: el Bien proviene de Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra en quien no hay falsedad ni mentira. 

No podemos negar, en beneficio nuestro, que a lo largo de la historia de la cristiandad ha habido hermanos nuestros en la fe que han considerado este tema, el del Bien, como uno que lo era muy importante, a tener en cuenta y a destacar. 

Así, por ejemplo, para los Santos Padres, era mayor la preocupación de señalar que Dios es el Bien Supremo y que, por tanto, toda criatura deriva de su Bondad. Pero también San Agustín, Boecio o la propia doctrina escolástica, con Santo Tomás de Aquino a la cabeza, han tenido a bien considerar el Bien entre sus temas básicos de conocimiento y estudio. 

Y ya, digamos que recientemente, en el Concilio habido en el seno de la Iglesia Católica (Vaticano I), la Constitución De Fide Catholica, en su capítulo I, dice esto que sigue:

 

“Éste único, solo, Dios verdadero, de su propia bondad y omnipotencia, no para el aumento de su propia felicidad, no para adquirir sino para manifestar su perfección por las bendiciones que Él otorga a las criaturas, con absoluta libertad de consejo creó desde el principio de los tiempos a la criatura tanto la espiritual como la corporal, a saber, la angélica y la mundana; y después la criatura humana.”

 

Vemos, por tanto, que el Bien no es, sólo, necesario en la vida del creyente católico (creemos que también en la de cualquier ser humano, en general y por ser especie creada por Dios) sino que es lo único que puede anhelar quien se sabe hijo del Todopoderoso. 

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que por el bien se va al Bien mayor que es Dios mismo.

Un necesario Epílogo

 

A los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna”

Rm 2, 7

  

Seguramente no es necesario, no debería serlo, asegurar a nadie que el Cielo es el mejor destino que puede tener el alma de un hijo de Dios. Es decir, que por la cuenta que le tiene a cada uno de ellos, no le conviene pensar en algo que no sea  alcanzar el definitivo Reino de Dios y gozar con la Visión Beatífica y de la Bienaventuranza. 

A lo largo de estas páginas hemos podido darnos cuenta de esto. Es más, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que quien no tenga por bueno y mejor una verdad que, además, es dogma de nuestra fe católica, como es la existencia del Cielo… tiene todas las de perder, espiritualmente hablando. 

Podemos decir que gracias a Dios (nunca mejor dicho) nuestro Creador manifiesta una Bondad, como virtud excelsa y excelente, que nos viene la mar de bien a sus hijos. Y queremos decir que, gracias a ella, nos ha entregado, como don y gracia, la posibilidad de habitar alguna de las mansiones que su Hijo Jesucristo nos está preparando en el Cielo.

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2.09.18

La Palabra del Domingo - 2 de septiembre de 2018

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Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23

 

“1 Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.2 Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas,3      - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la  purificación de copas, jarros y bandejas -.5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: ‘¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?’ 6 El les dijo: ‘Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: = Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. = 7    = En vano me rinden culto,  ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. = 8 Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.’

 

14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: ‘Oídme todos y entended.15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.

      

21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.’”

      

 

COMENTARIO

 

La realidad y la Verdad

En estos tres textos del Capítulo 7 de Marcos encontramos, en una sucesión lógica, lo que para Jesús es importante porque es el precepto de Dos que viene a enseñarnos.  

Muchas eran las tradiciones que el pueblo judío había establecido con el paso de los siglos, muchas las maneras de llevar a cabo el comportamiento en la vida diaria. 

Claro está que lavarse las manos antes de cada comida es, higiénicamente, importante. Sin embargo, aquellos que habían ordenados normas y establecido tradiciones, lo habían convertido en un precepto cuasi religioso (otra cosa es que para ellos lo fuera, equivocadamente), el incumplimiento del cual acarreaba, según decían, una respuesta negativa por parte de Dios, algo que éste reprobaba, algo que, por eso, no debía hacerse. 

Esto, de no lavarse en esos momentos es de lo que se les acusa a los discípulos de Jesús tratando, sobretodo, de imputarles una, para ellos, gran culpa, tal era el concepto que tenían de esto. Si no se lavaban las manos es que actuaban contra la tradición. Y esto, en verdad, era cierto pues lo hacían en contra de “aquella” tradición. Sin embargo, lo importante no era que actuarán contra eso sino si esa tradición era verdadera o sólo había sido establecida por los hombres sin relación directa con la Voluntad de Dios. La pregunta, por otra parte, tiene aviesas intenciones y voluntades más que negra la expresan. 

Pero Jesús, que es conocedor de la realidad en la que vive y que conoce esas prácticas porque, seguramente, también las pudo llevar a cabo en su vida anterior, ofrece, a quienes le escuchan, una respuesta que a ellos y a nosotros, nos viene muy, pero que muy, bien. 

Como el Maestro no siembra sin semilla, les trae a la memoria lo que el profeta Isaías dijo, en su día, y que es lo mismo, cree Él, que sucede ahora: una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace; una cosa es que diga que se ama a Dios con los labios, para que todos puedan escucharlo, pues, y otro, muy distinto, es que el verdadero sentido de lo que se dice nada tenga que ver con la Ley de Dios. A la pregunta que ha de prevalecer si el precepto de Dios es el de los hombres, muchos ya habían contestado: el precepto de los hombres pues, seguramente, les habrían comunicado que ésta o aquella tradición  venía, directamente, de una interpretación correcta de la Ley de Dios. A esto debía responder Jesús de forma clara y contundente para que nadie se llevara a engaño. 

El hombre vive dentro del mundo y dentro de en una sociedad en la que establece relaciones con los próximos y con los lejanos. Pero, además, el hombre, el hijo de Dios tiene una vida interior que es más importante que la vida exterior, al menos en su relación con Dios y con relación a lo que de esa vida, ese corazón, puede derivarse (no sólo de pan vive el hombre…) 

Como hemos dicho antes, si la higiene es importante más lo es lo que del corazón puede salir, esas intenciones, como dice el texto, que son, o pueden serlo, malas.Fijémonos que Jesús no cierra el paso a la posibilidad de corrección ya que eso que puede salir del corazón: adulterios, robos, avaricias, etc., con “intenciones” y esto significa tanto que es algo que se quiere hacer como algo que se puede apartar de la actuación del hombre, es, por eso, una posibilidad, algo que se puede o no llevar cabo. Por eso cabe corrección en eso que se tenía la intención (valga tanta redundancia) de hacer. Aquí, creemos,  se encierra una parte muy importante de lo que dice Jesús: si podemos escoger entre lo malo y lo bueno, escojamos lo bueno, que esa es la voluntad de Dios. Lo otro, lo de entender que la limpieza exterior es sinónimo de limpieza interior había que olvidarlo (recordemos lo de los sepulcros blanqueados…) 

¿Hoy lo hemos olvidado?, ¿establecemos una relación entre lo que se ve  a los ojos de nuestros semejantes y lo que ve Dios? Es más, ¿de verdad creemos que Dios lo ve todo? 

Aquí está lo importante: en lo que, de verdad, es trascendente para nuestra vida de fe: el corazón, del que salen las obras.

 

PRECES 

 

Pidamos a Dios por todos que no quieren entender las palabras de Dios.

 

Roguemos al Señor.

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren tener el corazón limpio.

 

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a tener un corazón alejado del pecado.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Entender y comprender las palabras de Cristo es lo más importante en nuestra vida de hijos de Dios.

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1.09.18

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Lo más importante

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia? “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Lo más importante

Resultado de imagen de El primero es: escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas

Y Jesús dijo… (Mc 12, 29-20)

 

“Jesús le contestó: ‘El primero es: escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’”.

 

El pueblo elegido por Dios, el judío, sabía muy bien lo que debía saber en materia de fe. Religioso como era no podía dudar acerca de lo que era más importante. Por eso cuando le preguntan a Jesús por los mandamientos más importantes o, mejor, por el más importante, dice lo que dice.

Queremos dejar bien sentado que las palabras que salen del corazón del Hijo de Dios no son unas que sean, digamos, poco importantes ni que estén dichas por decir. No. Al contrario es la verdad: son el principio y el final de una fe que tiene al Todopoderoso por Creador.

Significan, por otra parte, mucho y más que mucho.

Digamos, en primer lugar, que aquí traemos lo primero que dice Jesucristo. Y es que, al ser preguntado por el Mandamiento más importante, ante (imaginamos) el asombro de los que le pregunta, dice que hay dos: primero, éste; segundo, el amor al prójimo.

Hoy nos referimos, en exclusiva, al primero de los Mandamientos cruciales de la Ley de Dios porque, no lo olvidemos, esto es una Ley y, por tanto, hay que cumplirla porque no es intrínsecamente perversa sino, al contrario, perfecta y más que aplicable.

No tiene duda alguna Jesucristo: amar a Dios es lo esencial, lo fundamental, lo que salva. Pero no se hace eso de cualquiera forma sino de una muy concreta y con algunas concreciones.

Digamos, antes que nada, que lo que dice Jesucristo lo dice  dirigiéndose a todo el pueblo elegido, a Israel. Y eso debemos aplicárnoslo nosotros, ahora mismo, como herederos espirituales de aquellas palabras.

Decimos, pues, que aquí hay puestas algunas concreciones. Y fueron puestas, más que nada, para echar una mano a quien no fuese capaz de entender las cosas.

Hay que amar, pues, a Dios que, además es el único Dios y es “nuestro” Dios, de una manera concreta, a saber:

 

1- Con todo el corazón

2- Con toda el alma

3. Con todas las fuerzas

 

Esta corta relación (sólo son tres concreciones) encierra, sin embargo, toda una realidad espiritual que, es cierto esto, no siempre vamos a cumplir. Es triste decirlo pero más triste es esconder una realidad como ésa.

Nosotros debemos, por tanto, amar a Dios con todo el corazón o, lo que es lo mismo, sin mentira ni dobleces o, también, con la forma más perfecta que podamos.

Pero, también, debemos amar a Dios con toda el alma que es lo mismo que con toda el ansia de vida eterna que la misma contiene y espera.

Y, por último, amar a Dios con todas las fuerzas requiere de  instrumentos espirituales de los que podamos echar mano para los momentos de flaqueza o de tibieza. Y es que sí, seguro que los va a haber y entonces la oración, el dirigirnos a Dios en busca de auxilio, la meditación (correctamente entendida y no al modo orientalizante, budista o lo que sea que pueda ser, queremos decir), serán los que nos vengan la mar de bien para que salga de nosotros, como fuerza que derribe todo obstáculo maligno, el amor que a Dios debemos. 

Seguramente, muchos de los que entonces escucharon a Jesucristo, dedujeron que sí, que conocía muy bien la Ley de Dios. Pero los mismos, o muchos de ellos, no acabaron de entender que había que cumplir de una forma absoluta o total. Y es que, para ellos, una cosa era la letra y otra, muy distinta, la aplicación de la misma. ¡Cosa de puristas, debían pensar!

 

Eleuterio Fernández Guzmán

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