La otra Natividad
Navidad de Cristo,
cuando nace el Hijo,
acaece en Diciembre,
según la fe
y la tradición,
entonces vino al mundo
Quien nos dio la salvación.
Hay alegrías sin cuento
cuando celebramos la venida,
en un día bien concreto, veinticinco,
y es que no es poca cosa
que viniera Dios a vernos.
Siempre nos preguntamos,
como hace el salmo,
qué vio el Creador
en su criatura humana,
si somos tan poca cosa
y amamos tan a desgana.
Gracias, decimos,
a Quien nos ha creado,
que quiso que de sus hijos
ninguno bajara abajo
donde todo es olvido,
quemazón, amor desangrado.
No podemos olvidar,
aunque importante es el veinticinco,
de diciembre el día exacto,
que para que eso pasara,
en orden humano y creado,
había de nacer mujer
que quisiera salvarnos.
Celebramos, hoy mismo,
ocho de septiembre bien amado,
que naciera una niña
que María llamaron.
¿Una niña y nada más?
Muchas más allá del tiempo
han venido al mundo
desde Eva y su pecado,
más de uno pensará.
Pero no es así la cosa,
no en lo que ahora hablamos,
porque quiso Dios, en su amor no menguado,
que naciera sin pecado
quien iba a llevar en su seno
a su Hijo más que amado.
Recordamos un momento,
propio de una vida,
que no era un ser cualquiera
sino el primer Sagrario
que llevaría el cuerpo santo
del Mesías esperado.
Ana y Joaquín, ambos,
sorprendidos por ver nacer
un ser tan esperado,
porque ella era ya de edad avanzada,
vieja, vamos,
y nadie podía prever,
salvo el corazón de Dios, claro,
que quien nada esperaba
recibiera un tal milagro.