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30.10.16

La Palabra del Domingo - 30 de octubre de 2016

 

Lc 19, 1-10

“1 Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.’ 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.’ 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. 9 Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.’”

 

COMENTARIO

Querer buscar a Cristo

Es bien conocido que los publicanos no eran muy bien vistos por el resto de sus compatriotas. Ellos trabajaban cobrando impuestos. Eso no sería nada malo si fuera en beneficio del pueblo judío pero era el invasor romano el que se llevaba el fruto del trabajo de los elegidos por Dios. 

Pero aquel hombre no estaba perdido del todo. 

Cuando le dicen que Jesús va a pasar cerca de su casa piensa que siempre ha querido ver al Maestro. En el fondo de su corazón no había obstáculo absoluto contra aquel hombre que, según decían, hacía grandes obras por aquellos que lo necesitaban. 

Tenía un problema que era doble: era bajo de estatura física pero también moral. Al respecto de la primera ya nos lo dice el texto de San Lucas. Por eso se ve obligado a subirse a un sicómoro. De otra forma, con el gentío que allí había, ni siquiera hubiera visto las sandalias de Jesucristo. 

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