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22.09.15

Un amigo de Lolo – Petición de dones a Dios

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le inflijían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Petición de dones a Dios

          

Tú, Señor, riéganos cada mañana con la única agua que puede apagar la sed, y acaricia nuestras copas cada tarde con el dorado sol de la Gracia. (Extraída de “Las golondrinas nunca saben la hora”)

La esperanza no sólo es una virtud que, para el hijo de Dios, supone mucho sino que es mucho más.

¿Puede, sin embargo, entenderse esto?

La esperanza supone que somos libres. Sí, libres para atenernos a la voluntad de Dios y quedar a lo quiera de nosotros. Y eso no es esclavitud sin elección personal e intransferible.

A este respecto, cada día que vemos el mundo sabemos que tiene un principio y tiene un final. Es más, también sabemos que pueden ser el último principio y el último final. Pero a nosotros, eso, no nos preocupa porque de tener fe en Dios y haberlo dejado todo en sus manos, sólo nos puede acaecer lo mejor o, por decirlo pronto, lo que más nos convenga.

¿Qué es lo que, en el fondo, queremos?

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20.09.15

La Palabra del Domingo - 20 de septiembre de 2015

 Biblia

 Mc 9, 30-37

“30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, 31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le  matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.’ 32         Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. 33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: ‘¿De qué discutíais por el camino?’ 34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. 35         Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: ‘Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.’     36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: 37 ‘El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.’”

        

 

COMENTARIO

Como niños

Jesús, que conocía y comprendía la naturaleza humana y sabía por lo tanto, cual era la verdadera razón del comportamiento de sus discípulos, sabe cómo debe explicar las cosas para que las entiendan. Él sabía cuál era su misión y que, por eso, debía de transmitir la verdadera Ley de Dios y tratar de que aquellos que serían sus testigos (en el sentido más puro, mártires) tuvieran claro cierto tipo de cosas porque de eso dependía una transmisión correcta.

Es evidente que sus discípulos no podían entender, aún, lo que oían de la boca del Maestro. Que lo fueran a juzgar y a ajusticiar no cabía en su pensar de hombres. Eso lo harían más tarde cuando, precisamente, ocurra lo que les dice y se den cuenta, de verdad, de que lo que les decía era totalmente cierto. Ahora, al contrario, la profecía de Jesús sólo podía producirles malestar y desasosiego.

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19.09.15

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Un verdadero plan de vida

 

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuánto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Un verdadero plan de vida

Y Jesús dijo… (Mt 25, 34-46)                                            

“Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.’ Entonces los justos le responderán: ’Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te  dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?     ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’          Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.’ Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.’  Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’  Y él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.”

Dar a cada uno lo suyo es una expresión que se utiliza en el Derecho para definir lo que es la justicia. Es decir, se es justo cuando a cada uno se le da lo que le corresponde. Esto, claro está, a nivel judicial o, mejor dicho, a nivel de quien imparte justicia.

Pues lo mismo pasa con Dios pero en bueno y en verdad. Y lo hace a través de las palabras de su santo Hijo.

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18.09.15

P. Juan Masiá: ¿Tan difícil es entender esto?

 

Es bien cierto que hay cosas que, aun siendo muy importantes, cuesta que lleguen al común de creyentes católicos. Y es que las discusiones teológicas, por muy cruciales que sean, no dejan de estar muy alejadas de la gran mayoría de fieles de la Iglesia católica. Y eso se debería tener mucho en cuenta.

El caso es que sobre el Sínodo que se va a celebrar el próximo mes de octubre se ha escrito mucho, muchos han sido los que han aportado sus particulares pensamientos, ideas o imaginativas soluciones y, en fin, aquí cada uno dice lo que parece siendo lo dicho, eso sí, reflexionado (más o menos) y aportado por si cuela.

Esto de “por si cuela” es la actitud de muchos que creen tener la solución a las cuestiones que, en materia de familia, surgen en la historia de la salvación. Y pretenden, eso sí, para bien de la Iglesia católica, que las cosas vayan a mejor.

Pues bien. Aunque parezca que traer aquí a este sacerdote puede parecer posicionamiento en contra del que esto escribe (y es que hay muchos antecedentes de esto) no puedo dejar de recordar lo que ha escrito el nunca bien ponderado (será difícil que lo sea alguna vez como no cambie su forma de escribir y pensar) Juan Masiá Clavel, a la sazón sacerdote jesuita.

La cosa se titula “Matrimonio en cuatro tiempos. Se acerca el Sínodo, repensemos”.  Y hace lo que siempre hace.

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17.09.15

Libro: Novena a las Benditas Almas del Purgatorio-Purificatorio

 

                                                                                                                        

Título: Novena a las Benditas Almas del Purgatorio

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 46

Precio aprox.: 3,88 € papel – 1 € Libro electrónico 

ISBN Papel: 978-1-326-40989-0

ISBN eBook: 978-1-326-41003-2

Año edición: 2015

Lo puedes adquirir en Lulu, en versión papel y en versión eBook.

                                      

Novena a las Benditas Almas del Purgatorio-Purificatorio

                  

En el libro de Jean Guitton “Retrato de Marta Robin” dice, en un momento determinado, la Venerable francesa:   

 

El Purgatorio no es un purga. Es algo grande y serio. Yo diría una cosa noble. Son sufrimientos, pero sufrimientos de amor, de verdadero amor, de puro amor. Las almas intentan ir hacia Dios, se apresuran… pero no llegan. ¡Si vierais qué desgarrón! Aún no es su hora, que queda aplazada. Cuanto más se desea salir, más se busca entrar en él. Se debiera llamar ‘purificatorio’. Todo debe ser purificado. Nuestras mismas intenciones deben ser purificadas. Nunca sabemos si nuestras intenciones son perfectamente puras. Teresa del Niño Jesús, que era tan pura, ¿tenía siempre intenciones perfectamente puras?

Aportamos este testimonio para acogernos al mismo y llamar, desde ahora mismo, también Purificatorio a lo que, tradicionalmente, se ha llamado Purgatorio. No queremos, con esto, desdecir lo hasta ahora dicho sino manifestar que, como dice Marta Robin, en tal estado espiritual que se alcanza antes de llegar al Cielo y como remedio a nuestras manchas del alma no limpiadas en nuestra vida terrena, nos purificamos para alcanzar el Cielo en total limpieza.

Esto, con ser importante, no es lo que más nos debe importar sino algo que es, en sí mismo, el objeto de esta novena. Tiene todo que ver con la necesidad que tienen las almas que se encuentran en el Purificatorio de pedir por ellas. En sí mismas, ellas no pueden merecer ya. Pasó el tiempo en el que los cuerpos a los que estaban unidos, podían acumular la vida eterna. Pero ahora, en tal estado de cosas espirituales (a la espera del Cielo) no pueden hacer nada más que dar gracias a Dios por encontrarse así y esperar, de los miembros de la Iglesia militante, que se dirijan a Dios oraciones por ellas para que, volviendo la gloria que se da al Todopoderoso con las mismas el Creador las revierta en beneficio de las que esperan la Visión Beatífica.

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