InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Diciembre 2013, 07

7.12.13

Es Madre de Dios e Inmaculada

María Inmaculada

María Inmaculada

Cuando llega el día 8 de diciembre, en el que celebramos la Inmaculada Concepción de María, muchas cosas se ponen en cuestión para un católico. No es una festividad más sino una en la que se nos interpela acerca de nuestra fe, de hasta dónde llega la misma y si resiste los embates del Mal en sus muchas manifestaciones.

Nosotros, los católicos, creemos que María fue concebida sin pecado. Estamos seguros porque la Tradición nos asegura que María sólo podía ser concebida de tal forma para poder ser Madre de Dios, la Theotokos.

Dejó dicho Pío XI (En la Bula de 1854 “Inneffabilis Deus”) que

“era convenientísimo que brillase siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reportase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de la misma mancha de la culpa original”.

Pero que aquel Papa escribiera aquello no era fruto de una ocurrencia o de una intención de dar una inusual importancia a la Virgen María. Lo dice él mismo en la citada Bula, cuando en el número 7 deja escrito que

“en realidad de verdad, ilustres monumentos de la venerada antigüedad de la Iglesia oriental y occidental vigorosísimamente testifican que esta doctrina de la Concepción Inmaculada de la santísima, Virgen, tan espléndidamente explicada, declarada, confirmada cada vez más por el gravísimo sentir, magisterio, estudio, ciencia y sabiduría de la Iglesia, y tan maravillosamente propagada entre todos los pueblos y naciones del orbe católico, existió siempre en la misma Iglesia como recibida de los antepasados y distinguida con el sello de doctrina revelada”.

No era, por tanto, fruto de una ocurrencia porque, por ejemplo, en la propia Anunciación, el Ángel Gabriel le dijo a la joven María (Lc. 1, 28) “Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo”. Y se lo dijo de parte del Señor.

Es de pensar que aquella gracia de la que estaba llena María no podía excluir el hecho de que fuese concebida sin mancha alguna y, por lo tanto, el pecado original no hiciera mella en ella.

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