InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Agosto 2013, 20

20.08.13

Un amigo de Lolo - Soportar lo que, a veces, es insoportable

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Colaborar con los planes que Dios tiene para nuestras vidas es una buena forma de saber que, en verdad, sí los tiene para nosotros y no nos ha olvidado

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Soportar lo que, a veces, es insoportable

“Cuando la Cruz se quita de delante con la aceptación y se echa atrás, nada hay que nos impida ver el sol”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (709)

El ser humano pasa, a lo largo de su corta existencia terrena (comparada con la eternidad es nada si hablamos de tiempo a tener en cuenta) por muchas situaciones. Unas son gozosas y le llevan a creer que todo va a ser siempre alegría y esperanza; otras, sin embargo, le hacen estar en la seguridad de que la vida en esta vida está plagada de muchas espinas que se nos clavan en lo más profundo del corazón.

Tenemos, por lo tanto, que soportar una cruz. Al igual que la soportó Jesucristo camino del monte de la Calavera pero nosotros a lo largo de nuestra vida, muchas situaciones por las que pasamos nos harán creer que, en efecto, la llevamos a cuestas y que nadie se hace pasar, siquiera, por aquel Simón de Cirene que echó una mano a Jesús aunque fuera por obligación y por imposición.
La cruz, pues, la llevamos y, por lo tanto, la soportamos.

Sin embargo hay formas y formas de soportar y de llevar la cruz y todas, siempre que se soporte como debe soportarse y con el sentido que debe soportarse, hay que tenerlas en cuenta para que no olvidemos que somos lo que somos y que Dios sabe que lo somos.

Cabe, antes que nada y porque nos conviene, aceptar la cruz con la que cargamos. Y aceptar supone, exactamente, tener por bueno aquello que, de tribulación, nos suceda y aquello que, de mal, nos acaece por las más diversas causas y razones. En muchos casos ni siquiera somos capaces de entender las causas y las razones de lo que nos pasa; otras, seguramente, sabemos que somos los causantes de lo que nos pasa y, entonces, nada mejor que aceptarlo, cargar con ello y seguir caminando tratando de no volver a caer en tal o cual tentación.

Es como cuando, yendo por una zona boscosa, hay tanto ramaje que nos impide ver la parte del camino que tenemos delante. Debemos desbrozar, caminando como podemos, la zona que tenemos inmediatamente ante nosotros. Sólo así podremos seguir adelante y sin eso… no. Así, aceptando la cruz, habremos hecho lo posible por sobrenaturalizar aquello que nos parecía imposible entender. Es más, es hasta seguro que seguiremos sin entenderlo pero, habiéndolo dejado en manos de Dios, nuestra preocupación por la cruz, seguros como estamos de la bondad del Todopoderoso, irá a menos. Habremos, entonces, vencido a lo que tanto daño nos causaba.

La luz de Dios siempre está tras la tiniebla por la que podemos pasar. La cruz dejada de lado en nuestro corazón, aún cargando con ella porque sabemos que así somos, en tal sentido, como Cristo y porque tenemos por cierto que Dios nos mira, nos ama y nos protege, es garantía más que suficiente de haber comprendido que Jesús, cuando caminó con aquel madero sobre sus espaldas, lo tenía como gozo y como alegría y, aún en el sufrimiento, lo tenía todo por bien hecho y por bien cumplido. Y eso no le impidió ver la inmensa luminosidad del Padre. Es más, gracias a eso, la vio para siempre, siempre, siempre.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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