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18.08.13

La Palabra del Domingo - 18 de agosto de 2013

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Esperar de Dios lo mejor para nosotros es, sólo, reconocer que es Todopoderoso y que sólo quiere lo mejor para su descendencia.

Lc 12, 49-53

Biblia

49 «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

COMENTARIO

La guerra de Dios que salva al hombre

El pueblo elegido por Dios, de donde el Creador escogió a una muchacha para que su Hijo viniera al mundo, llevaba muchos siglos esperando al Mesías, al Enviado del Todopoderoso. Estaban seguros que traería la salvación a un pueblo tan sufriente como lo había sido desde que el padre Abraham salió de la tierra que habitaba para dejarse llevar por Dios. Lo habían pasado muy mal y, ahora mismo, estaban bajo la dominación del Imperio Romano y, en verdad, ansiaban que Dios cumpliese, otra vez más, con lo prometido.

Y vino el Hijo.

Cuando nació aquel hombre, al que luego llamarían Jesús, en aquellas circunstancias nada buenas para ser un Rey de hombres y pueblos, es bien cierto que alguno tuvo miedo por el poder que auguraban aquellos Magos que le dijeron que iban en busca de un niño que era Rey. Otros, sin embargo, esperaban que, en verdad, fuera el Mesías esperado.

Pero Jesús, ya predicador del Reino de Dios, había venido para otra cosa muy distinta a la que muchos esperaban de Él porque había venido para que las cosas cambiaran aunque no en el sentido buscador por otros.

Jesús había venido, lo dice Él, para que el fuego quemara la tierra y la convirtiera, de verdad, a Dios Padre y Creador. El fuego del Espíritu Santo que todo lo debía purificar y hacer, del mundo, un lugar habitable para los hijos de Dios igual a como lo había querido el Padre y puso, por eso, en el Paraíso a Adán y a Eva.

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