InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Junio 2013, 04

4.06.13

Un amigo de Lolo - Seguir, siempre, a Dios

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Lo que ha de querer el Padre es que sus hijos lo tengan en cuenta para su diario vivir. Y eso, claro, ha de ser siempre y no al dictado de nuestra conveniencia.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Seguir, siempre, a Dios

“El que pisa la senda de Dios, no hay miedo que se convierta en estatua de Sal”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (336)

Cuando las personas que hemos sido bautizadas y, entonces, inscritas en el libro eterno de la fe, tenemos conciencia de que somos hijos de Dios es lógico que nos hagamos muchas preguntas. Con ellas no es que dudemos del Creador sino que, como seres humanos, pretendemos encontrar alguna respuesta a los muchos misterios que nos vamos encontrando en nuestro camino de creencia en Dios Todopoderoso y en la senda que nos lleva hacia su definitivo Reino.

Sin duda que optamos por el trayecto vital que se nos propone desde nuestro corazón donde habita, como en un templo, el Espíritu de Dios porque sabemos que es lo mejor e, incluso siendo egoístas, porque nadie que esté en su sano juicio sería capaz de rechazar la vida eterna junto al Creador. Y eso supone, claro, mucho más que un simple asentimiento a lo que Quien nos creó dice que sería conveniente, para nosotros, seguir.

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