InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2011

9.02.11

Entre la luz y la tiniebla - El opinar y sus consecuencias

El espacio espiritual que existe entre lo que se ve y lo que no se ve, entre la luz que ilumina nuestro paso y aquello que es oscuro y no nos deja ver el fin del camino, es uno que ora nos conduce a la luz ora a la tiniebla. Según, entonces, manifestemos nuestra querencia a la fe o al mundo, tal espacio se ensanchará hacia uno u otro lado de nuestro ordinario devenir. Por eso en tal espacio podemos ser de Dios o del mundo según donde nuestro corazón nos lleve.

El opinar y sus consecuencias

El ser humano fue dotado por Dios con un don que le hace vivir en sociedad y, así, relacionarse con los miembros de la misma. El don de la libertad de pensamiento no es algo de poca importancia sino, al contrario, la forma exacta con la que la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador es lo que es.

A la capacidad de pensar suele acompañarle otra que, sin ella, se invalida lo primero: opinar sobre lo que pasa es, digamos, formarse un juicio sobre lo que nos sucede y, si es posible, manifestarlo hacia nuestro entorno. Así se opina y se da forma a la estructura social que se constituye, como un puzzle, por aquellas piezas que, de cada cual, tratan de encajar entre ellas.

Entonces… no se le puede negar a nadie que ejerza el derecho a opinar sobre lo que pasa. De ser así, de negársele tal derecho, se estaría violando el principio según el cual la libertad de pensamiento ha de tener un cauce para ser efectiva y real y no ser mera elaboración doctrinal y vacía de contenido.

Al respecto de lo dicho hasta ahora, la Iglesia católica no es una institución que viva en los límites de la realidad y que, por tanto, nada tenga que ver con lo que pasa. Muy al contrario, se incardina en la misma sociedad porque, además de estar formada por personas que en ella viven su actividad se encuentra, de lleno, inmersa en el devenir social. Así, no es extraño que la Esposa de Cristo tenga opinión sobre lo que pasa, sobre por qué pasa y, sobre todo, sobre el ser de lo que pasa.

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8.02.11

Jorge Loring, el jesuita que quiere que nos salvemos

Jorge Loring

El que esto escribe tuvo conocimiento de la existencia de un tal Jorge Loring a través de la red de redes. Así supe que había escrito un libro de muchas ediciones titulado “Para Salvarte” y que era una especie de enciclopedia católica en la que cualquiera creyente podía satisfacer sus ansias de conocimiento y formación católicas.

Sobre su libro escribe él mismo que “Éste te enseñará a vivir felizmente. Te enseñará a vivir felizmente, porque te enseñará a vivir cristianamente, y nadie es en este mundo más feliz que el buen cristiano”.

Y es cierto.

Luego supe de sus conferencias, de lo que había escrito acerca de la Sábana Santa, de sus Homilías y de sus miles de intervenciones en medios de comunicación católicos.

Sin duda alguna, Jorge Loring, jesuita atípico porque es católico, digamos, ortodoxo y aplica la ortodoxia en todo lo que hace, tiene una intención que sale por los poros de todo lo que lleva a cabo: quiere que nos salvemos.

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7.02.11

Wyoming es cada vez más pequeño

Hay personas que no son como los vinos (que mejoran con los años) sino que, al contrario, se agrian y se convierten en vinagre con el paso del tiempo.

El matasanos José Miguel Monzón, más conocido por Chechu o Wyoming (el gran, le llaman), está llegando a pasos agigantados a la nada de la que salió, al polvo vacío con el que se formó su negro espíritu.

Ahora le ha dado por burlarse del beato Juan Pablo II.

Es fácil tomarla con quien no puede defenderse y con quien, en vida, tampoco se habría defendido porque era de una altura personal y humana bastante más elevada que la del payaso oficial del régimen socialista, dioclecianista en ciernes, que preside Rodríguez Zapatero.

Pero a Wyoming le da igual Juana que su hermana y ha supuesto que todos tenemos el mismo nivel de irrisoria gracia que él ostenta. Se cree el tuerto en el país de los ciegos cuando no es más que un chiquilicuatre apoyado en un poder que tiene los pies de barro o, en este caso, de excrementos ideológicos.

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6.02.11

La Palabra del Domingo - 6 de febrero de 2011 - Ser sal y ser luz

Biblia

Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo.

13 Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. 15 Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.16 Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

COMENTARIO

Cuidado con el celemín

En realidad, somos lo que somos, en cuanto hijos de Dios, porque voluntariamente aceptamos lo que nos corresponde en cuanto tales. Ni más ni menos hacemos porque no somos nosotros los que escogemos al Creador sino que es Él mismo el que se dirige a nuestro corazón y espera, de su descendencia, una respuesta positiva.

Entonces, no podemos hacer como si la llamada del Padre no fuese con nosotros y, mirando para otro lado, seguir caminando hacia el definitivo reino de Dios.

El evangelio de san Mateo lo dice con una claridad meridiana a la que sólo podemos decir Amén.

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5.02.11

Vírgenes, advocaciones – Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Haití)

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

De las más diversas formas la Virgen María se hace presente en todos aquellos lugares donde son necesarias unas manos divinas y un corazón tierno de Madre. Así sucedió en Haití, tierra más que necesitada de la ayuda del Cielo y de Quién puede hacer lo bueno haciéndolo siempre.

Por eso, como Haití es tierra pobre y, además, azotada por los fenómenos naturales parecen gustar cebarse con aquella pequeña nación americana, ya en 1881 una epidemia de viruela afectó, gravemente, a la población haitiana. Epidemia que estaba causando miles de afectados y que amenazaba, de forma tremenda, con dejar entristecida aquella isla americana.

Una piadosa señora tenía en su poder una reproducción del cuadro de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pero, para entonces, aún no se conocía tal devoción y difícilmente podían haberse dirigido a la Madre de Dios para pedir su intervención y su intercesión.

Entonces, el abad Kersuzan que era, a la sazón, párroco de la catedral de Puerto Príncipe, capital de Haití, pensó que sería buena idea llevar la citada imagen a Bel-Air. Así lo hizo, con solemnidad, a fin de instar el fin de la epidemia.

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