InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2011

11.11.11

Eppur si muove - ¿Son los novísimos tan viejísimos y pasados?

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El Eclesiástico dice, en el versículo 36 de su capítulo 7 lo siguiente: “Acuérdate de tus novísimos y no pecarás jamás” y, aunque en otras versiones dice “Acuérdate de tu fin”, el sentido viene a ser el mismo que no es otro que aquello que sucede tras la muerte de las criaturas visibles porque, sin duda alguna, no somos aquí para luego no ser nada sino que Dios nos ha creado para no olvidarse de nosotros nunca.

Por lo tanto, tanto al cielo (estar junto a Dios), al infierno (no estar nunca junto al Padre), al purgatorio (gozo de saberse salvado en espera de estar junto al Creador) o al juicio (inexorable presentación ante el tribunal de Dios) que a cada uno nos corresponde sufrir o gozar se les llama novísimos o, también, postrimerías, últimas cosas o teológicamente hablando “escatología” (lo último, lo que está más allá, el έσχατον griego) en el entendido que también se encuentra la misma muerte, puente entre esta vida y la otra de la que Charles Arminjon, en su libro “El fin del mundo y los misterios de la vida futura”, p. 134, Ed. Gaudete) dice que “Hoy intentamos comprender que ella no es el obstáculo sino el medio; ella es la transición y la pascua que conduce del reino de las sombras al de las realidades, de la vida transitoria a la vida inmutable e indefectible”.

Estos temas, aún lo apenas dicho, deberían ser considerados por un católico como esenciales para su vida y de los cuales nunca, pero nunca, debería hacer dejación de conocimiento porque le va la vida en ellos y teniendo en cuenta qué vida le va, la eterna, olvidarse de los mismos como si no tuvieran importancia es algo que solo se puede perdonar con un exceso de caridad cristiana.

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10.11.11

Ayer y mañana

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Alabar a Dios

Nosotros somos herederos de lo que fuimos y, sobre todo, la sociedad en la que vivimos recibe, también de sus progenitores pasados los frutos de las semillas que aquellos otros nosotros sembraron.

El tiempo pasado, no tan lejanamente hablando, ese ayer nuestro, es momento en que el espíritu humano, llevado de la mano sabia de Dios, se encumbra buscando, tratando de comprender esos misterios que son la esencia de nuestro existir (el origen de la vida, la humanidad misma, la verdad de la Verdad, etc.) Desde un Agustín de Hipona hasta el Cardenal Newman, pasando por Tomás de Aquino y sin olvidar los diversos estratos de nuestro pensamiento cristiano, que muy bien podemos tocar con nuestros propios ojos y pensamientos hoy mismo (el mismo beato Juan Pablo II fue ejemplo de de fe y razón y Benedicto XVI muestra presente de teología y vida); desde aquellos primeros cristianos que fundamentaban su fe en la vivencia personal de la misma y transmitieron, como siguiendo al Deuteronomio (6, 4, ese shemá judío y, también, y por eso, nuestro) esos principios que eran causa de sus padecimientos hasta que Constantino remedió su sufrir aunque los hiciera, a lo mejor, más cómodos y, a veces, más muelles para con el mundo.

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9.11.11

Ad pedem litterae-Hermanos en la red .- P. Pablo Cabellos Llorente: Símbolos religiosos, fe y razón

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

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Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos

Es bien cierto que, en muchas ocasiones, se pretende separar de forma excesiva fe y razón porque existe, en determinadas personas, una voluntad expresa de ocultar la realidad religiosa estableciendo una distancia casi como aquella que separaba a Epulón de Lázaro y que no podía ser salvada por nada.

El P. Pablo Cabellos Llorente toma como base de su artículo el famoso diálogo entre Habermas y el cardenal Ratzinger y como ejemplo un debate sobre la presencia de símbolos religiosos en espacios públicos. Resulta sintomático que el primero de ellos haya reconocido que sólo al creyente se le exija que distinga “entre su espacio privado y el público” cuando, a lo mejor, el Estado no ha hecho lo mismo.

Pretender apartar a Dios de la vida común de la sociedad es contrario a la no separación entre fe y razón porque “El Dios verdaderamente divino es el que se ha manifestado como ‘logos’ lleno de amor por nosotros” y, por lo tanto, el abismo entre una y otra no existe ni puede ser entendido como real. Lo que, en realidad sucede es que la razón puede extralimitarse hasta provocar graves errores (bomba atómica, terrorismo…) y eso le hace escribir al P. Cabellos que “la razón debe reconocer sus límites y la religión ha de huir de patologías peligrosas” y se pregunta si no puede haber un encuentro entre racionalidad laica y fe cristiana.

Y, ahora, el artículo del P.Pablo Cabellos Llorente.

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8.11.11

Serie ingenieros sociales - Cayo Lara

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Por ingeniero social entendemos aquella persona que trata, en aplicación de su ideología, de manipular de tal forma a la sociedad y a las personas que forman parte de ella que pretenden crear una a su imagen y semejanza y construirla como le viene en gana según su propio albedrío. Los ingenieros sociales se encuentran afectados, la mayoría de las veces, por síntomas totalitarios.

A esta serie van a venir o a ser traídos aquellos individuos que, por su especial talante tergiversador, quieren hacer de su capa un sayo para que todos los demás vistamos con él.

Cayo Lara (máximo exponente de Izquierda Unida)

Como me gusta ser franco tengo que decir, antes de continuar, que a Cayo Lara le quería atribuir el título de Tonto de Capirote y destinarlo a tal categoría porque lo que ahora ha planteado bien merece ser motejado de tal cosa. Sin embargo, a lo mejor resulta más interesante crear una categoría nueva (como ha quedado dicho arriba) y empezar con este individuo al que hay que dar de comer aparte pero muy aparte.

En otros lugares están pretendiendo algo parecido (pero, curiosamente, sobre el mismo tema) y hasta lo consiguen porque, por ejemplo, en Inglaterra han eliminado (en la BBC) el “antes” y “después” de Cristo como forma de indicar que, en efecto, algo ha pasado antes de que naciera el Hijo de Dios o después de que viniera al mundo el hijo de María. Y algo parecido ha sucedido en Australia por contagio de lengua y de forma de ser.

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7.11.11

Serie Hábitos católicos - 2.-Sumergirse en la oración

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La segunda acepción de la palabra “hábito” es, según la Real Academia Española de la Lengua es el “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas”. Por lo tanto, si nos referimos a los que son católicos, por hábitos deberíamos entender aquello que hacemos que, en nuestra vida, supone algo especial que marca nuestra forma de ser. Incluso es algo que al obedecer a una razón profunda bien lo podemos calificar de instintivo porque nuestra fe nos lleva, por su propia naturaleza, a tenerlos.

Pues bien, esta serie relativa a los “Hábitos católicos” tiene la intención de dar un pequeño repaso a lo que, en realidad, debería ser ordinario comportar en un católico.

2.- Sumergirse en la oración

Orar

“¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana".

Esto lo dice el número 2562 del Catecismo de la Iglesia Católica dándonos a entender que no es posible orar si estamos alejados de Dios porque si orar es rogar o pedir o suplicar a Dios por nuestras necesidades y por las del prójimo no exageramos si decimos que para un hijo que así se considera del Padre pocas realidades espirituales puede haber más importantes.

Muchas veces nos encontramos, sin embargo, con una realidad que entorpece nuestra oración porque es más que probable que frente al rezo (como repetición de oraciones así establecidas por la Iglesia católica) el hecho mismo de orar (dirigirse a Dios de forma personal) puede resultarnos dificultoso y árido. Ante esto, San Josemaría nos dice, en el número 90 de “Camino” “¿Qué no sabes orar? – Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: ‘Señor, ¡que no sé hacer oración!…’, está seguro de que has empezado a hacerla”. Entonces, orar no ha de resultar cosa imposible para un cristiano sino, al contrario, acto de ponerse en relación directa con su Padre que está en su Reino y de llenar el vínculo que une a uno y a Otro con expresiones de sometimiento a la voluntad del Creador.

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