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15.10.11

En los altares - San Blas, obispo de Sebaste

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San Blas

Blas nació en Armenia, en concreto en la ciudad de Sebaste (actualmente Sivas) en la segunda mitad del siglo III. Era de familia acaudalada cuyos padres pertenecían a la nobleza.

Blas recibió una educación, a pesar de las persecuciones en contra de los discípulos de Cristo, cristiana.

Los primeros años de su vida de estudiante los pasó estudiando filosofía pero fueron los descubrimientos que hizo mientras estudiaba la naturaleza los que le impulsaron a estudiar medicina, conocimiento que adquirió de la mejor forma posible y practicó con perfección. A través de la práctica de la medicina conoció las enfermedades y, sobre todo, la miseria que había en aquella vida de perseguidos.

Y llevó una vida verdaderamente cristiana de tal forma entendida que pensó retirarse al desierto. Sin embargo por aquel tiempo falleció el obispo de Sebaste y fue elegido para ocupar el puesto con el beneplácito de toda la ciudad.

El ejercicio de pastor de la grey de Dios lo desempeñó con santidad al llevarlo al cabo aplicando las virtudes cristianas de tal forma que aumentaba la preocupación por todas sus ovejas mientras que disminuía por la suya propia, instruyendo al pueblo más a través de su ejemplo que de su palabra.

Y como, sin embargo, aún permanecía en el corazón de Blas su voluntad de aislarse del mundo y se escondió en una gruta situada en el monte Argeo, no muy lejos de la ciudad de Sebaste.

Y Dios, a la santidad de Blas, respondió con el don de los milagros.

Como era de esperar acudían a la gruta muchas personas para que Blas los curara de sus muchas dolencias de alma y cuerpo. Es más, los animales salvajes acudían a que el santo les diera su bendición y los sanase de sus diversos males.

Pero como el Mal siempre trabaja de forma incansable llevó a Agricolao, gobernador de Capadocia y de la menor Armenia, a tierras donde Blas vivía. Acudía en busca de cristianos para matarlos. Como necesitaba fieras salvajes a las que echar a los discípulos de Cristo ordenó a sus soldados que salieran por los campos a buscarlas y, llegados a la gruta en la que estaba Blas vieron que muchas de aquellas fieras estaban junto al santo sin hacerle daño.

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