InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Julio 2011, 27

27.07.11

Ad pedem litterae - Hermanos en la red - P. Ramiro Pellitero Iglesias : El cristianismo no es un moralismo

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Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” van a ser publicados aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Ramiro Pellitero Iglesias

En el presente artículo el P. Pellitero pone sobre la mesa un tema de importancia notable a la vez que desmiente lo que, en algunas ocasiones, se pueda pensar acerca del cristianismo y la existencia del mismo como moralismo.

El cristianismo no es un moralismo

Ramiro Pellitero Iglesias

“Se entiende por moralismo una exaltación desmedida de los valores morales, que conduce a una vida centrada en el “cumplimiento” de unas reglas o un código moral. Pues bien, esto no es el cristianismo. Lo ha explicado y subrayado Benedicto XVI en su visita al seminario de Roma el 12 de febrero de 2010, con referencia al capítulo 15 del Evangelio de San Juan.

La Iglesia es la viña que Dios ha plantado –ya en el Antiguo Testamento, al elegir al Pueblo de Israel– y esperaba de ella muchos frutos. Ahora la viña es la Iglesia y por eso hemos de “permanecer” en Cristo, especialmente por medio de la Eucaristía. En ella encontramos y nos unimos a esta “gran historia de amor, que es la verdadera felicidad”.

Como consecuencia de ese “permanecer” con Cristo –el nivel que el Papa llama “ontológico”, es decir, perteneciente al ser– vienen otras palabras –que expresan el nivel del obrar–: “Guardad mis mandamientos”. Por tanto es la unión con Cristo la que procura el fruto anticipado de nuestro amor; no somos nosotros los importantes –nuestras obras y nuestras valoraciones–, sino que lo más importante es ese darse de Dios mismo, que precede a nuestro obrar: “No somos nosotros los que hemos de producir el gran fruto; el cristianismo no es un moralismo, no somos nosotros los que debemos hacer cuanto Dios espera del mundo, sino que ante todo debemos entrar en ese misterio ontológico: Dios se da a sí mismo. Su ser, su amar, precede a nuestro obrar, y, en el contexto de su Cuerpo, en el contexto de su estar con Él, indentificados con él, ennoblecidos con su sangre, también nosotros podemos obrar con Él”.

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