Beato Manuel Lozano Garrido – Amar el sufrimiento (X) – El consuelo de Cristo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Amar el sufrimiento (X) – El consuelo de Cristo

 

“Todo, Cristo, es fruto de amor; amor que Tú pones en el cuenco de tus manos, bien abarquilladas, y luego las relajas sobre el niño, la flor, el aire, la nobleza, del revés, la herida para que todo susurre tu voz, tu amor, tu aliento y tu figura.” (El sillón de ruedas, p. 314)

 

Este texto, que corresponde a lo que hemos dado en llamar “Amar el sufrimiento”, podemos decir que roza lo sublime (porque es “bello y produce una gran emoción”, como se define tal adjetivo) sino lo toca de pleno. Y sí, lo bien cierto es que admiramos y mucho a quien esto escribe pero es que esto es, sencillamente, miel sobre hojuelas, como dirían en la Sagrada Escritura. Léanlo, pues, muy despacio… y varias veces, como regalo para su corazón.

Bien. Una vez expresado esto, es más que conveniente ir al grano de lo que creemos nos quiere decir el Beato de Linares (Jaén, España) cuando dice lo que aquí dice.

El Amor de Dios, y aquí el de Cristo (lo mismo es) tiene una finalidad bien definida y no sale del corazón divino sin intención alguna. Vamos, que no se pierde en el vacío sino que encuentra destino claro y bien definido.

Todo, claro está, como nos dice Lolo, “es fruto de amor”. Y lo es porque el Hijo de Dios sólo quiere lo mejor para sus hermanos los hombres y, en cuanto Creador, sólo quiere lo mejor para su descendencia.

Cualquiera puede decir que sí, que como es fruto del Amor de Dios… pues ya está, poco más podemos decir: todo lo que se deriva del mismo es bueno y mejor. Y es así, sin duda alguna.

De todas formas, no podemos negar que la imagen que aquí se nos ofrece es gozosa y plena: Cristo, hace de sus manos un cuenco (hagámoslo nosotros mismos ahora) y allí pone su Amor: Amor de Dios, Amor de Padre, Amor, en fin, de hermano que ama. Allí, en sus manos, las mismas que fueron agujereadas por nuestro bien y salvación, el Amor se recrea y crece, se hace grande y se sale de aquel maravilloso cuenco.

¿Y luego? ¿Acaso Cristo se queda con su Amor, allí recrecido, como escondiéndolo debajo de cualquier celemín como dijera él mismo de la Luz?

Ya sabemos la respuesta: no. Y aquí Lolo nos pone algunos ejemplos de en qué “emplea” Cristo su Amor: en lo material y en lo espiritual, por así decirlo.

Por material entendemos no la materia en sí, algo, digamos, sin alma sino todo lo contrario: sobre el niño pero, también, sobre la flor y sobre el aire que, sí, no tendrán alma en el sentido que entendemos tal parte espiritual de nosotros los hijos de Dios pero sí podemos decir que tienen el quehacer de Dios y, en tal sentido, dignas tales realidades del mayor de los respetos. Y ahí pone Cristo su Amor.

Y por espiritual entendemos aquello que nos pasa, por lo que pasamos, por cómo podemos ser: nobleza, revés y herida son situaciones (somos, nobleza, y nos pasa, revés y herida) Ahí también pone el Hijo de Dios su Amor.

Que Cristo haga eso no es cosa baladí o a la que podamos dar poca importancia, hacer de menos e, incluso, no tener en cuenta. No. Lo bien cierto es lo contrario: si Amor en nobleza, aumenta la misma en nosotros; si Amor en revés, en herida, el primero y la segunda pueden revestirse de ofrecimiento y saber sobrenadar tales situaciones.

Y todo, como solemos decir, a mayor gloria de Dios pues no es poca cosa que, en efecto, el bien susurre la voz de Cristo, el aroma de Cristo (ese buen Bonus Odor Christi del que hablan los santos), el aliento y la figura de nuestro hermano-Hijo de Dios-Dios entre nosotros-Dios mismo hecho hombre.

En verdad, ¿es posible decir las cosas de mejor forma?

Creemos que no.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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