La Palabra del Domingo - 14 de agosto de 2016

 

 

Lc 12, 49-53

 

“49 ‘He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50    Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la  madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.’”

        

COMENTARIO

El fuego que trae Cristo

Las palabras que Cristo dice y que recoge este texto del evangelio del médico-evangelista son muy duras. Es más, cualquiera diría que son las propias de alguien que quiere armar lío en el mundo. Pero lío del bueno y no cualquier tipo de lío. 

Y, ciertamente, lo es. 

El Hijo de Dios no había sido enviado al mundo a pasar el rato. No. Al contrario es la verdad: el Creador creyó necesario que su Hijo se encarnase y bajase a la Tierra para cumplir una misión no muy fácil según sabemos que pasó. 

Por eso mismo, aquel Maestro que enseñaba con más autoridad que otros maestros, no tiene duda alguna y llama a las cosas por su nombre. Había venido a… quemar. 

“Quemar”. Esta palabra es terrible. Y que cuando el fuego hace estragos nada bueno puede esperarse de tal acción y, en efecto, nada bueno se obtiene.

Sin embargo, hay una clase de fuego que no causa tales estragos. Y es aquel que tiene que ver con arrasar con lo malo para que lo bueno prevalezca.

Ciertamente, decir que había venido a arrojar fuego sobre la tierra era decir algo muy grande. Es más, dice que quería que ya estuviese todo encendido. 

Jesús ansiaba que el hombre se salvase. Pero aquella salvación no iba a ser fácil ni se iba a conseguir con poco esfuerzo. Y por eso las palabras de Jesús son las que son y no se anda con medias tintas o con medias sílabas. 

Además, habla de un bautismo que se ha recibir. Y no se trata de un bautismo de agua sino, precisamente, de sangre. Y está ansioso por recibirlo porque sabe que, a partir del tal momento, el Cielo se abrirá y sus hermanos los hombres quedarán redimidos. 

De todas formas, aparte de esto, los ejemplos que pone Jesús acerca del enfrentamiento que iba a acaecer con su actuar en el mundo, son claros. No hay duda alguna de que las palabras del anciano Simeón cuando fuera presentado en el Templo de Jerusalén acerca que estaba puesto para causar división se iban a cumplir. Y por eso habla de que habrá muchos que se enfrenten entre sí. Pero no muchos, así, sin especificar sino concretando perfectamente. 

De cinco de una casa… tres contra dos y al revés; la madre contra su propia hija y la última contra la primera. Es más, la suegra contra la nuera y, justamente, al revés. 

Vemos, por tanto, que el fuego que había venido a traer al mundo iba a quemar. Y, ciertamente, quemó. Es más, sigue quemando hoy día, muchos cientos de años después de aquellas palabras.  

Y que así sea siempre.

 

PRECES

Por todos aquellos que no esperan nada de Cristo y de su santa Palabra.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no quieren enfrentarse a lo anticristiano.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a aceptar tu fuego y a propagarlo por el mundo.         

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa. 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

 

Aceptar el fuego de Cristo y propagarlo.

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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1 comentario

  
rastri
Cristo ha venido a la tierra -al planeta Tierra- a dividir todo aquello que estando indebidamente, en sí mismo, integrado por causa del Pecado original, debe de ser dividido, desintegrado y devuelto a su lugar de origen como fuera antes del Pecado Original. Es decir al infierno.


Y esto solo se consigue con el fuego. Fuego real, que quema y divide todo aquello que es susceptible de poder ser quemado. Sea: el carbono, la materia; la masa carbónica hasta su más profunda intimidad atómica o indivisible.

Cristo ha venido a la Tierra a poner un fuego que solo Él puede poner. Fuego éste que puede quemar y dividir la parte y el todo de este planeta Tierra.

Como bien dice S. Pedro:
-Pero vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos, elementos, abrasados se disolverán, y asimismo la tierra -el planeta Tierra- con las obras que en ella hay.

El modo y manera de cómo se puede provocar una reacción en cadena de divisiones progresivas a potencia de potencia, capaz romper el equilibrio negativo y por ende dividir la parte y el todo de la masa temporal universal ya lo hemos dicho, aquí y allá.
Y consiste en tener el modo y manera de provocar lo contrario a cómo, por efecto refractado de la Luz y su movimiento continuo, se forma la masa carbónica temporal. Y esto, que como fin total, en su día y hora solo lo sabe Dios. Siendo un misterio para la ciencia de la física nuclear; no lo es para,.. quien no lo es.

Que nadie se llame a engaño y duerma pensando que Cristo, como Dios y Mesías que es, vino al mundo "a poner ese fuego de amor" que tan románticamente algunos prenden.


Nuestro Universo y todo lo que en él es población a imagen y semejanza de Dios; está formado por divina energía espacial celestial ( Más-Luz y Vida) y por esta misma energía que en su libre albedrió, al ser libre y responsablemente refractada, se convierte en energía temporal (Menos- Luz y Vida-= -Oscuridad y muerte; o masa carbónica temporal)



14/08/16 6:34 PM

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