La Iglesia católica no puede reconocer al ladrón

  

Desconcertante y preocupante. Eso es lo que es esto. 

En el Evangelio de San Lucas (12, 39) hay un texto que viene que ni pintado ahora: 

“Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.”

Pues bien, en el siglo XVI hubo alguien que empezó a robar fieles y doctrina en el seno de la Iglesia católica de la que formaba parte. Tenía nombre y apellidos pero baste con decir Lutero. 

Tal persona, fraile agustino a más señas, no supo cómo dar solución a sus personales pensamientos espirituales y tiró por la calle de en medio manifestando una clara oposición a Roma, al Papado y a santa doctrina que, seguramente, había jurado tener por buena y mejor.

 

Aquello, no lo neguemos, fue un latrocinio en toda regla: se robó doctrina (para tergiversarla) y se robaron fieles, muchos fieles (para perderlos). 

Además, aquello produjo una serie de guerras de religión con muchos muertos. Cierto que por ambos lados pero no es menos cierto que si uno de ellos, el protestante, no hubiera protestado así, jamás de los jamases entre católicos hubiera habido guerras basadas y sustentadas en nuestra propia religión. No, aquello, los muertos y mártires, fueron causa directa de la (mal) llamada “Reforma protestante”. 

Fue, pues, acto de latrocinio, espiritual pero, al fin y al cabo, latrocinio. 

El caso es que no hace falta que el dueño de la casa sepa a qué hora puede venir el ladrón. Y no hace falta porque ya vino hace algunos siglos. 

Ahora, sin embargo, parece que hay que reírle la gracia al protestantismo. Y decimos que hay que reírle la gracia hecha entonces porque es cuando se celebre el 500 aniversario de aquello cuando se va a celebrar, por parte del protestantismo, aquel latrocinio de fieles y de doctrina. 

Y lo peor es que sostiene, desde instancias superiores, esto: 

“’El objetivo es expresar los dones de la Reforma y pedir perdón por la división perpetrada por los cristianos de ambas tradiciones’, se lee en el comunicado.”

Como diría Doña Rogelia (personaje ventrílocuo muy famoso en España que representa a una venerable anciana): ¿Mande?, o, lo que es lo mismo: ¿Cómo?

O sea, que aquello tiene “dones” o, lo que es lo mismo, algo positivo. Y, lo que es peor, que “ambas tradiciones” han perpetrado la división. ¿Pero no fue Lutero quien se separó de la Iglesia católica vaya a usted a saber por qué causas últimas? ¿No es la Iglesia católica la que sufrió el latrocinio de fieles y de doctrina?

Entonces ¿Cómo es posible que se pueda decir, con todo el desparpajo del mundo que todos hemos procurado la división? 

A todo esto, aun no hemos dicho que nos estamos refiriendo a lo que va a ser algo tan increíble, tan insoportable y tan absurdo como ir a casa de quién te ha robado a decirle que estuvo muy bien, que todo tiene que ver con la salvación eterna y que, al fin y al cabo, qué importa, si “todo el mundo es bueno”. Es decir, que debemos recordar como recordable, como que vale la pena, esto: 

“Es lícito encolerizarse cuando se sabe qué especie de traidores, ladrones y asesinos son los papas, sus cardenales y legados. Le complacería a Dios que varios reyes de Inglaterra se empeñaran en acabar con ellos. 

Castigamos a los ladrones a espada; ¿por qué no hemos de agarrar al Papa, a los cardenales y a toda la pandilla de la Sodoma romana y lavarnos las manos en su sangre? 

Todos estos caerán cuando su sacrílega y abominable Misa haya sido reducida a polvo” (Martín Lutero).

Se supone, eso nos dicen, que esto se trata de la aplicación o entrada en aplicación, del ecumenismo. Sin embargo, no es creíble que el ecumenismo se haga renunciando a lo que uno cree. Y si alguien tiene por verdad que eso no se hace con acudir a Suecia o donde sea que fuese tal celebración, que piense que lo que va a suceder entonces y luego con aquellos que crean que no está nada bien hacer tal cosa porque supone, al fin y al cabo, conceder por bueno lo que es herejía. Y se reconoce por bueno cuando se ven “dones” en el protestantismo. 

Y, por cierto, que nadie diga que es raro o está fuera de lugar que haya quienes duden de que esto sea presentable. Y es que no lo es. Además, nos preocupa más que mucho que haya quien piense, por ejemplo, que no puede pedir a Dios por las almas de los cristianos (no católicos queremos decir sino protestantes) de aquellos que fueron y son herejes cuando, en realidad, se pide por ellos porque son personas que mueren de forma trágica por la persecución de los hijos de Satanás. Y que no puede pedir por comportamientos como el que aquí traemos. 

Queremos decir que nos causa gran pena y tristeza que haya cristianos protestantes que estén siendo asesinados por los secuaces del Mal y que, además, hayan sido engañados por sus superiores espirituales para que no vuelvan a la Iglesia católica. Y es que eso es un doble daño: espiritual y físico.  Por eso no vamos a dejar de pedir por sus almas para que se aplique sobre ellas aquel “no saben lo que hacen” que tanto bien ha podido hacer, en boca de Cristo, en aquellos que, en efecto, “no sabían lo que hacían”. 

No extrañe a nadie, por tanto, que nos mordamos la tecla a la hora de escribir pero que terminemos, a modo de artículo circular, con lo mismo que hemos empezado: 

Desconcertante y preocupante. Eso es lo que es esto. 

Y que Dios nos perdone si nos equivocamos porque, al fin al cabo, somos carcas, ultramontanos y formamos parte de la Caverna. ¡Qué le vamos a hacer!

          

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Pena y tristeza. Eso es lo que  a veces damos.

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5 comentarios

  
María Estela
Sólo podemos llorar.
03/06/16 5:57 AM
  
Pablo
Cuando la Iglesia se inunda de buenismo mundano, de relativismo moral, me viene a la cabeza lo de "sal sosa" etc...
03/06/16 7:24 AM
  
Juanjo
María Estela, llorar no, ¡rezar! aunque sea llorando.


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EFG

Me lo ha quitado usted de la tecla. Pues eso, en efecto.
03/06/16 11:30 AM
  
María Estela
Llorar y rezar, o rezar y llorar por los siguientes 100 o 200 años, si bien nos va.
03/06/16 6:18 PM
  
Guzmán
No te mostrabas tan "desconcertado" y "preocupado" cuando era Benedicto XVI el que elogiaba a Lutero y conmemoraba la Reforma.


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EFG

¿Seguro que eso fue así?
03/06/16 8:11 PM

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