La Palabra del Domingo - 20 de marzo de 2016

Lc 22, 14-23,56

14 Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles;

15 y les dijo: ‘Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; 16 porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.’

17 Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: ‘Tomad esto y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.’ 19 Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.’ 20 De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros. 21 ‘Pero la mano del que me entrega está aquí conmigo sobre la mesa.

22 Porque el Hijo del hombre se marcha según está determinado. Pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!’ 23 Entonces se pusieron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer aquello.

24 Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor.

25 El les dijo: ‘Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; 26 pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. 27 Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

28 ‘Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas;

29 yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

31 ‘¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; 32 pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.’ 33 El dijo: ‘Señor, estoy dispuesto a ir contigo hasta la cárcel y la muerte.’ 34 Pero él dijo: ‘Te digo, Pedro: No cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces.’ 35 Y les dijo: ‘Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?’ Ellos dijeron: ‘Nada.’ 36 Les dijo: ‘Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada; 37 porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: “Ha sido contado entre los malhechores.” Porque lo mío toca a su fin.’ 38 Ellos dijeron: ‘Señor, aquí hay dos espadas.’ El les dijo: ‘Basta.’

39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron. 40 Llegado al lugar les dijo: ‘Pedid que no caigáis en tentación.’ 41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba 42 diciendo: ‘Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.’

43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba.

44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. 45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; 46 y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación.’ 47 Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús para darle un beso.

48 Jesús le dijo: ‘¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!’

49 Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: ‘Señor, ¿herimos a espada?’ 50 y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo: ‘¡Dejad! ¡Basta ya!’ Y tocando la oreja le curó. 52 Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: ‘¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos? 53 Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.’ 54 Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote; Pedro le iba siguiendo de lejos.

55 Habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos. 56 Una criada, al verle sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: ‘Este también estaba con él.’ 57 Pero él lo negó: ‘¡Mujer, no le conozco!’

58 Poco después, otro, viéndole, dijo: ‘Tú también eres uno de ellos.’ Pedro dijo: ‘Hombre, no lo soy!’ 59 Pasada como una hora, otro aseguraba: ‘Cierto que éste también estaba con él, pues además es galileo.’ 60 Le dijo Pedro: ‘¡Hombre, no sé de qué hablas!’ Y en aquel momento, estando aún hablando, cantó un gallo, 61 y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: ‘Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.’ 62 Y, saliendo fuera, rompió a llorar amargamente. 63 Los hombres que le tenían preso se burlaban de él y le golpeaban; 64 y cubriéndole con un velo le preguntaban: ‘¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?’ 65 Y le insultaban diciéndole otras muchas cosas.

66 En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, le hiceron venir a su Sanedrín 67 y le dijeron: ‘Si tú eres el Cristo, dínoslo.’ El respondió: ‘Si os lo digo, no me creeréis. 68 Si os pregunto, no me responderéis. 69 De ahora en adelante, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.’ 70 Dijeron todos: ‘Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?’ El les dijo: ‘Vosotros lo decís: Yo soy.’ 71 Dijeron ellos: ‘¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?’ 1 Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato.

2 Comenzaron a acusarle diciendo: ‘Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey.’ 3 Pilato le preguntó: ‘¿Eres tú el Rey de los judíos?’ Él le respondió: ‘Sí, tú lo dices.’ 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: ‘Ningún delito encuentro en este hombre.’

5 Pero ellos insistían diciendo: ‘Solivianta al pueblo, enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí.’ 6 Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. 7 Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén.

8 Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba presenciar alguna señal que él hiciera. 9 Le preguntó con mucha palabrería, pero él no respondió nada. 10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. 11 Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato. 12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados. 13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo 14 y les dijo: ‘Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. 15 Ni tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. 16 Así que le castigaré y le soltaré.’

18 Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ‘¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás!’ 19 Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. 20 Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, 21 pero ellos seguían gritando: ‘¡Crucifícale, crucifícale!’

22 Por tercera vez les dijo: ‘Pero ¿qué mal ha hecho éste? No encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré.’ 23 Pero ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez más fuertes. 24 Pilato sentenció que se cumpliera su demanda. 25 Soltó, pues, al que habían pedido, el que estaba en la cárcel por motín y asesinato, y a Jesús se lo entregó a su voluntad. 26 Cuando le llevaban, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevará detrás de Jesús. 27 Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. 28 Jesús, volviéndose a ellas, dijo: ‘Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. 29 Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! 30 Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! 31 Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?’ 32 Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él. 33 Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: ‘Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.’ Se repartieron sus vestidos, echando a suertes. 35 Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: ‘A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.’ 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre 37 y le decían: ‘Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!’

38 Había encima de él una inscripción: ‘Este es el Rey de los judíos.’

39 Uno de los malhechores colgados le insultaba: ‘¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!’ 40 Pero el otro le respondió diciendo: ‘¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?

41 Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.’ 42 Y decía: ‘Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.’

43 Jesús le dijo: ‘Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.’

44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. 45 El velo del Santuario se rasgó por medio 46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: ‘Padre, en tus manos pongo mi espíritu’ y, dicho esto, expiró.

47 Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: ‘Ciertamente este hombre era justo.’ 48 Y todas las gentes que habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho. 49 Estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea.

50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, 51 que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. 52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús 53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía. 54 Era el día de la Preparación, y apuntaba el sábado. 55 Las mujeres que habían venido con él desde Galilea, fueron detrás y vieron el sepulcro y cómo era colocado su cuerpo, 56 Y regresando, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron según el precepto.”

                         

COMENTARIO         

Cuerpo y Sangre de Cristo: el principio de nuestra salvación

 

Hoy celebramos el Domingo de Ramos, momento en el que Jesús entró triunfal en Jerusalén. Poco después sucedería lo que es conocido por todos y de lo que obtuvimos la salvación eterna, previa muerte en la cruz del Hijo de Dios, Cristo, Enviado, Mesías.

Como habría hecho siempre, Jesús celebra la Pascual. Pero como es de imaginar, por eso mismo, no fue, ésta, la primera Pascua que Jesús celebró con sus discípulos ya que en tres años de predicación por fuerza tuvo que celebrar otras. Fue, al contrario, la última en la que llevó a cabo el ritual judío. Pero con algunos sustanciales cambios.

La Última Cena fue más que la celebración, como se ha dicho arriba, de la última Pascua judía de Cristo con sus discípulos. Para la cristiandad fue el principio de nuestra vida espiritual sin la cual poco sentido tendría el recuerdo de lo que, entonces, pasó. Y por eso el Hijo de Dios habla de su cuerpo y de su sangre y de qué se debía hacer a partir de aquel mismo momento.

Bien sabía Jesús el destino que se le tenía reservado (por eso dice que “el Hijo del hombre se marcha según está determinado”) Por eso no puede permitir que aquel último momento de encuentro con los que iban a ser los principales transmisores de la Palabra de Dios se pierda o quede en una cena de Pascua como otras pasadas.

Sin embargo, y por eso, esa Pascua tiene algo de especial, no por ser la última sino por lo que pasó en ella, por lo que significó.

Una vez reunidos en torno a la mesa de la cena, seguidos los rituales al uso y comunes en las celebraciones de la Pascua judía, Jesús lleva a cabo lo que se ha considerado la primera Eucaristía. En ese momento les indica la forma de recordar su presencia entre ellos, con la manifestación, ya milenaria, del significado del pan y del vino que todos conocemos, la transubstanciación que transformaría, realmente esas especies en su cuerpo y su sangre, mediante las cuales su existencia entre todos aquellos nosotros, estos nosotros mismos de ahora y los nosotros futuros que vendrán, se hace presente.

Este hecho, la comprensión misma que Jesús trata de hacer ver a sus discípulos, es lo más importante que debe haber sucedido en la historia del hombre desde que éste pudo convivir con el Hijo del Hombre, con el Enviado que Dios nos dio para que, mediando su persona y su sacrificio, pudiésemos optar a una salvación eterna que nos es, así, regalada, donada, entregada.

Pan y vino, cuerpo y sangre, la misma realidad que nos informa del carácter universal del perdón de Dios, de la misericordia infinita que dignifica nuestro existir, eso es lo que nos hace ser hijos de Dios, ese entendimiento de ese misterio de tan difícil comprensión pero que lo es todo para nosotros.

Todo lo que luego sucedió, como hemos dicho arriba, es más que conocido por todos aquellos que sepan lo que les conviene saber. Y quien haga oídos sordos a la Pasión de Nuestro Señor será porque no tienen intención de salvarse. A lo mejor creen que esta vida no se acaba nunca.

 

PRECES

Por todos aquellos que no quieren salvarse.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no aceptan el sacrificio de Cristo.

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a tener muy en cuenta la entrada de tu Hijo en Jerusalén y lo que luego acaeció por nuestro bien eterno.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

 

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa. 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Aquellos hechos son los que nos permiten salvarnos.

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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