Estos quieren borrar las huellas de los suyos

 

Podemos imaginar que cuando alguien alcanza el poder después de la celebración de unas elecciones se alegra mucho. Han sido muchos los esfuerzos realizados para conseguir tal fin y, ahora, ha llegado el momento de hacer efectivo su programa electoral.

Esto es lógico y, además, no se puede esperar otra cosa. Es lo que hay.

Sin embargo, hay muchas formas de llevar a cabo el supradicho programa electoral: buenas y malas, admisibles e inadmisibles. Es más, según se lleve a cabo no será la primera vez que no se cumpla nada del mismo. Y es que ya dijo un alcalde de Madrid (España), de apellidos Tierno Galván (de mala memoria) los programas electorales están “para no cumplirlos”. De ahí la honradez del susodicho, ya fallecido, personaje.

Pues bien, como sabemos (al menos en España) como consecuencia de las últimas elecciones municipales (mayo de este 2015) en el Ayuntamiento de Madrid se ha colocado en la silla presidencial un partido político manifiestamente mejorable, compañero ideológico de personajetes como el mandamás venezolano, un tal Maduro (que, por cierto, está bastante verde) y de tendencias más bien izquierdistas por lo sumo y extremo.

Como suele ser habitual en estos casos, las máximas preocupaciones de estos personajes se centra, casi siempre, en querer dejar su impronta en la ciudad en la que (des)gobiernan. Y lo preferido mejor, lo más preferido, lo que más les gusta, es cambiar el nombre de las calles. Eso, al parecer, les produce una especie es orgasmo político al que no pueden resistirse. Y en Madrid (y no sólo allí) no iba a ser menos, faltaría más.

Resulta que entre las calles a las que quieren dar su especial sentido de la política están unas dedicadas a los mártires que causaron, en los años 30 del siglo pasado (1931-1939, tiempo que duró aquella malhadada II República). Y esto, la sola idea de hacer tal daño a lo pasado entonces, ha puesto a más de uno a morir. Con razón, además.

La cosa tiene, de todas formas, su intríngulis.

Es más que conocido que desde que se proclamó, de forma francamente mejorable, la II República española la persecución contra la Iglesia católica estuvo al orden del día. No bastaba con recoger en las normas, digamos, legales, la prohibición de ayudar a la Iglesia católica y a las demás religiones sino que era necesaria una “depuración” social que se puso, enseguida, en marcha. Por eso desde aquel mes de abril de 1931 la barbarie laicista no cejó en el intento de que la Esposa de Cristo desapareciera de España al igual que, años antes, habían intentado, los mismos de la misma ideología, que pasara en México y que dio lugar al movimiento Cristero. Esto se concretó en la quema de templos católicos y en la persecución física, a muerte, de personas pertenecientes a la religión, entonces ya, ampliamente mayoritaria en España.

Pero como el resultado de un principio tan negro como aquel sólo puede ser peor aún pasó lo que tenía que pasar y en el ámbito de la Guerra Civil española fueron muchas las personas que fueron asesinadas, no por acciones de guerra sino en vulgares delitos comunes. Muchas de las mismas tuvieron mucha relación con la Iglesia católica. Valgan, por ejemplo, los siguientes datos:

Obispos: 13 asesinados.
Sacerdotes: 4.184 asesinados.
Religiosos: 2.365 asesinados. 
Monjas: 263 asesinadas (cuando no violadas)
Laicos por el hecho de pertenecer a asociaciones confesionales o simplemente católicas: miles de ellos asesinados.
Iglesias destruidas: 20.000 (entre ellas varias catedrales)

Estas son las cifras: nuestras cifras de nuestros miles de mártires de cuya sangre nacieron nuevas semillas de nuevos cristianos (Tertuliano dixit)

Pues bien, según parece (y seguro que es cierto) está en la idea de los que ahora (des)gobiernan el Ayuntamiento de Madrid (España) quitar las calles a una serie de mártires que son, a saber: Plaza de los Mártires, Calle de las Mártires Concepcionistas, Calle de los Mártires de la Ventilla, Calle de los Mártires de Paracuellos y la Avenida de los Mártires Maristas.

El caso es que la Asociación Española de Abogados Cristianos ha puesto el grito en el cielo y ha amenazado con llevar a los tribunales a la alcaldía de Madrid si se lleva a cabo esta absurda decisión en aplicación, precisamente, de la llamada Ley de Memoria Histórica que fue un intento, de parte del (des)gobierno socialista de Rodríguez Zapatero (que Dios confunda) de cambiar la historia a favor de los malos de siempre y de su descendencia satánica.

Aquí lo que se pretende es borrar huellas. ¡Sí! Es como si quitando el nombre de las calles que recuerdan las atrocidades cometidas por los correligionarios políticos de los ahora gobernantes en el Ayuntamiento de Madrid la historia desapareciera de la memoria del personal. Y como ellos tienen costumbre de elaborar lo sucedido según conveniencia particular creen que eso puede ser así… ¡y lo hacen!

Lo único que podemos decir es que son, verdaderamente, unas pobres personas, que dan lástima y que debían dedicar su tiempo a cosas mejores y no a agraviar, por segunda vez (la primera fue la muerte injusta e inmerecida de los mártires) a los que dieron su vida por unas creencias que ellos, los gobernantes, no alcanzarán nunca a comprender porque tienen el corazón cerrado y más que negro. No les van a poder matar (como hicieron los suyos en otro tiempo) otra vez porque los mártires viven, ya, para siempre, siempre, siempre, en el cielo. Y éstos, como mucho, lo único que van a conseguir es demostrar, una vez y otra más, que son unos miserables y unos nefastos gobernantes.

A nosotros sólo nos queda pedir a Dios para que el corazón de estas personas que creen actuar bien insultando la memoria de unos santos se limpie de tanta suciedad y de tanto egoísmo. 

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

 

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Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

No querer recordar a los que han dado su vida por su fe es propio de necios.

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1 comentario

  
Joaquín
Con todo respeto:

"Lo único que podemos decir es que son, verdaderamente, unas pobres personas, que dan lástima y que debían dedicar su tiempo a cosas mejores y no a agraviar, por segunda vez (la primera fue la muerte injusta e inmerecida de los mártires) a los que dieron su vida por unas creencias que ellos, los gobernantes, no alcanzarán nunca a comprender porque tienen el corazón cerrado y más que negro."

Desde mi óptica particular en este deleznable asunto he de decir que esta gente ha entrado en política, y ha alcanzado el poder en ciudades como Madrid (supongo que como castigo divino a nuestra apostasía generalizada), exactamente para lo que están haciendo: ensuciar el presente, falsificando el pasado y pisoteando a las víctimas causadas por sus padres ideológicos, para robarnos el futuro. Sólo saben hacer daño, como buenos hijos de Satanás, su padre.

No hay que pedirles nada. Hay que combatirlos. Con la oración, con la palabra y con lo que las circunstancias nos exijan. Como hicieron nuestros antepasados desde Covadonga, pasando por Las Navas de Tolosa, por Lepanto o por Belchite, Jarama o Brunete. No hay más cera que la que arde.
21/08/15 10:39 PM

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