Un amigo de Lolo - La libertad que Dios nos da

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Si pasas por alguna noche oscura en tu vida… no olvides que puedes iluminarla reconociéndote hijo de Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

La libertad que Dios nos da

“¡Qué ‘loco’ nuestro Padre arriesgando el desprecio con tal de que le amemos libremente! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (138)

Somos seres humanos. Esto escrito aquí sólo puede leerlo un ser creado por Dios del que pensó el Creador que lo había hecho muy bien. Como mucho, algún tipo de máquina que tenga tal capacidad pues la creatura de Dios ha desarrollado los talentos que le entrega el Todopoderoso que ha está llegando a cotas de desarrollo técnico que no hubiéramos imaginado.

Sin embargo quien pueda leer esto sabrá que también es, como otra persona, capaz de decidir si le interesa o no le interesa. A nada le obliga llevar a su mente lo que aquí pone. Y no le obliga a nada porque Dios le ha dado, le dio desde cuando fue concebido (aunque sólo cuando tiene un suficiente desarrollo intelectual puede hacer uso de la misma) un don, pues es un don maravilloso, que consiste en decidir por sí mismo si le afecta o no, en este caso, lo leído, si se adhiere a lo leído o si, también, le importa más bien poco y puede pasar a otra cosa que le interese más.

Y en esto, esencialmente, consiste la libertad. Y somos libres porque Dios nos ha hecho libres desde cuando, desde la eternidad misma, nos amó y creó, para nosotros, un mundo, una tierra, un lugar por donde peregrinar hacia su definitivo Reino. Por eso estamos de paso y por eso mismo no deberíamos estar tan seguros de que valga la pena acumular aquí cuando aquí todo lo corroe la polilla sino, al contario, deberíamos convencernos de que, haciendo uso de nuestra libertad nuestro principal objetivo vital ha de ser acumular para el cielo o, como poco, para que el purgatorio sea leve y pasadero.

Lo que nos pasa es que, en demasiadas ocasiones parece que no tengamos claro si escoger entre despreciar a Dios, a sus dones y a su gracia o amarlo con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón y con toda nuestra mente como se dice, por cierto, en la Santa Escritura en un momento en el que creer era lo mismo que existir, respirar, ser.

Somos libres. Eso es cierto. Pero lo somos porque Dios quiere que lo seamos. Y nuestra libertad sólo puede, sólo debe y sólo ha de tener un sentido, un destino, un objetivo: el Padre de Jesucristo que es, no por casualidad sino por su voluntad, Padre nuestro.

Es un riesgo grande que corre, sin duda alguna, Quien todo lo creó y todo lo mantiene. Sabe que somos como veletas y que ora lo queremos, ora lo olvidamos. Y así ha transcurrido la historia de la humanidad entre entregas absolutas a su voluntad o entre olvidos tan flagrantes como los que, hoy mismo, practican una gran mayoría de hijos suyos que se han creído que su libertad no ha de manifestar agradecimiento hacia quien, precisamente, le ha creado.

Sin embargo, Dios, que nunca es infiel a lo que dice y a lo que ha prometido, no puede desdecirse del don que entrega al ser humano y que consiste en hacerlo libre. Por eso espera, de nosotros, que estemos de acuerdo en amarlo y en tenerlo presente en nuestra existencia. Y si no lo estamos, también sabemos que su paciencia para con nosotros es infinita y que siempre espera nuestro regreso a su corazón.

Y es que Dios, que es Padre, lo es.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
Espiritual
“¡Qué ‘loco’ nuestro Padre arriesgando el desprecio con tal de que le amemos libremente! ”

Que es como decir: «El amor libremente se ofrece: ¡solo sabe ofrecerse!»

Nuestro Padre Dios, no es un intelectual; no ha ido a económica facultad. No entiende de riesgos, ni de ganancias, ni de pérdidas.

Nos dio el Ser y, en su Hijo -nuestro Señor Jesucristo-, sin medida, todo nos lo da, pues no le asusta arriesgar: ¡¡¡solo sabe amar!!!

Hermanos, amemos 'en espíritu y en verdad' a quien, ¡¡¡sin medida!!!, se nos da.
28/05/13 10:01 AM

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