Serie Huellas de Dios .-8.- Luz de Dios en la oscuridad

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

Youcef Nadarkhani ¡Ha sido liberado!

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

8.- Luz de Dios en la oscuridad

Muchas veces la climatología nos sorprende con unos días en los que el sol parece que se ausenta de nuestras vidas y una cierta desazón se apropia de nuestro corazón.

Eso, claro, es una simple apariencia porque bien sabemos que siempre llega la calma tras el oscurecimiento del llamado astro rey.

Y esto que es, así dicho, un fenómeno físico, también se produce si lo vemos, desde el punto de vista analógico, cuando comparamos nuestra vida con la presencia de Dios en ella.

A veces, nuestra vida es una tiniebla que no deja ver la Luz.

Hay diversas formas de caer en la oscuridad y algunas de ellas nos hacen casi imposible ver a Dios.

Por ejemplo, cuando caemos en el pecado (grave ruptura de la relación que mantenemos con Dios) nosotros mismos nos tendemos la trampa de la tiniebla. Así, seguramente, cuanto más tupida sea la carga de incumplimiento de la ley de Dios tanto mayor será la distancia que nos separa del Creador y cuanto más profunda sea la herida del corazón causada por el hecho de pecar, tanto más oscuridad nos impedirá ver a Dios.

Pero no sólo es el pecado lo que nos tiende la tiniebla a nuestro paso porque muchas otras actuaciones nuestras nos fuerzan a no ver al Padre.

Por ejemplo, cuando nos dejamos vencer por el “qué dirán” si nos manifestamos como cristianos y, entonces, nos abandonamos al “respeto humano” (es decir, fijarnos más en lo que digan los demás antes de lo que, en verdad, es importante) entonces, seguramente, trazamos una clara separación entre Dios y nosotros porque nos vemos abocados a la apariencia y no a la Verdad.

Pero, también, cuando en la lucha por los poderes del mundo, baales (1) de nuestro tiempo, nos sometemos a sus gustos porque no nos parece ligera ni suave la carga que Cristo nos ofrece llevar porque bien es sabido que ser cristiano no es nada fácil y, a veces, es tan duro serlo, entonces, es grande la tiniebla.

Incluso, cuando no sabemos entender las razones del prójimo y vemos, en las mismas, un grave ataque contra nuestro status social e, incluso, espiritual, no hacemos buen uso de la fe, no entendemos lo que quiere decir amar y tal forma de actual, entenebrece nuestra existencia.

Y, sin embargo, tenemos en Dios a nuestra luz, a nuestra salvación que, con toda seguridad, nos salva de la tiniebla que nosotros mismos nos procuramos de las formas aquí presentadas y de tantas otras que cada cual somos capaces de imaginar, crear o inventar.

No es el mundo, como muchas veces se dice, un espacio esencialmente negativo ya que Dios nos lo entregó para tenerlo en depósito y devolvérselo a Cristo cuando venga en la Parusía.

Sin embargo, sí que es cierto que las muchas tinieblas que no nos dejan ver a Dios se pueden disipar fácilmente si tenemos una mínima voluntad de que así sea.

Pero, claro, no siempre la tenemos.

(1) En las Sagradas Escrituras “Baal” es uno de los falsos dioses. Los hebreos, apartándose del culto al Yahveh, le rindieron culto. Hoy día, los baales modernos son, por ejemplo, el dinero, el ansia de tener que se impone al ansia de ser, el poder por el poder, etc.

Eleuterio Fernández Guzmán

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