Serie Pensamientos de vida sobrenatural -1.- Revisar el alma y el corazón

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Pensamientos de vida sobrenatural

Tomás de Kempis, dice refiriéndose a Jesús que “’El que me sigue no va a oscuras’, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo y con ellas nos enseña a imitar su vida y sus virtudes si queremos gozar de la luz verdadera, y librarnos de la ceguera del alma”.

No puede ser mejor explicado, en esencia, el comportamiento que debe expresar, con su vida, un discípulo del Hijo de Dios y resulta difícil, por eso mismo, decir más cosas con menos palabras.

Tal forma de demostrar que la Fe puede ser difundida, evangelizando con ella, es la que también siguió S. Josemaría en libros suyos como Camino, Forja o Surco que representan, para un creyente en el Dios Único y Omnipotente, una forma de demostrar que se cree porque se sabe lo que se cree.

El aforismo, por eso, es una fórmula comprimida de definir pensamientos, en este caso religiosos, que cada cual llevamos dentro y que, saliendo al exterior desde el corazón, pueden servir para encauzar más de una situación que damos por perdida por las asechanzas del mundo o, simplemente, por nuestra mala cabeza mundana.

Por eso mismo, cuando manifestamos por escrito lo que tenemos como cierto para nuestro interior y, así, para nuestro corazón, no hacemos más que tratar de hacer ver que si del mismo habla la boca es de desear que hable bien del lugar donde, por tradición, se ha considerado que actúa el Espíritu de Dios y donde está su Templo.

Lo que podemos decir en pocas palabras a lo mejor es preferible que no se diga de forma extensa. Se entiende mejor lo que se pretende transmitir si no hay exceso de sílabas que, en muchas ocasiones, deforman una verdad espiritual y, en cierta manera, pervierten en esencial sentido que le queríamos dar.

Es, por otra parte, lo que de nuestra vida sobrenatural, llevaba y traída por el deambular de la existencia y conciencia que nos conducen hacia el definitivo reino de Dios, extraemos lo que nos ofrece unas frases que pretenden hacer real la voluntad de quien siente que su fidelidad a Dios puede ser imitada, puesta en práctica particular, como máxima expresión de una comunión vital y de fe.

Así, los “Pensamientos de vida sobrenatural” son una aproximación a la vivencia de la fe y un intento de plasmar, por la vía del mensaje escueto, lo que un alma puede sentir y expresar para obviar la tribulación por la que esté pasando o, a lo mejor, creyendo que pasa.

Cada cual, por supuesto, puede hacer con ellos lo que tenga por conveniente y, si eso surge, añadir los que crea oportunos porque, es bien cierto, que si Dios lo es personal para cada uno de nosotros, no está mal, de vez en cuando, compartir lo que su Espíritu nos ha sugerido. De todas formas, bien sabemos que no podemos ocultar la luz, aunque sea escasa, bajo el celemín.

1.- Revisar el alma y el corazón

No es poco cierto que los cristianos, aquí católicos, tenemos necesidad, de tanto en tanto, de poner sobre la mesa aquello que es nuestro corazón. Traerlo a la realidad para que no haya duda alguna sembrada en el mismo. Para eso, nada mejor que procurar la correspondiente revisión del mismo a través del Director espiritual que no es, o no debería serlo, instrumento espiritual propio de alguna que otro movimiento católico. Muy al contrario es el mismo pues nadie puede negar que saber lo que, en verdad, nos pasa, es paso previo para corregir lo que no deba ser como es.

Y lo que a continuación traigo es lo que, para este católico, supone revisar el alma y el corazón.

1 Como cristianos necesitamos reconocer si hay algo que pueda perturbar nuestra relación con Dios y si, además, algo hemos olvidado de la misma.

2 No huyamos del examen pretextando que sólo es para miembros de determinado instituto o determinada institución. Es excusa vana que no le vale a Dios.

3 Que no entorpezca el camino del Examen tu voluntad de esconder lo que no puedes esconder a Quien te Creó y te ve.

4 ¿Cuándo, puedes preguntar, cabe examinarse o que te examinen? Siempre que tu corazón esté preparado para decir la verdad y que la misma no anule tu voluntad.

5 A veces no sabes de qué hablar porque son tantas las noches de tu alma por las que pasas… Empieza, entonces, por el principio: Padre, siento ser así… y el resto emergerá, de tu corazón, pidiendo auxilio espiritual.

6 No dudes sobre la necesidad de limpieza del alma. Negra no puede presentarse a Dios que puede, en cualquier momento, pedir tu presencia ante Él.

7 Al fin y al cabo, la confesión es un examen. Se hace ante quien representa a Cristo. No vale llevar “chuletas” para copiar ante las preguntas. El corazón ha de hablar sin artimañas ni entuertos que debiliten tu versión de lo que te pasa.

8 Te van a preguntar por el cumplimiento de la voluntad de Dios. Quizá lo primero que deberías saber es qué quiere el Creador de ti.

9 Si te das cuenta de los talentos que tienes, pregúntate si los haces producir al ciento por ciento o sólo a un tanto por ciento bajo… por comodidad o por conveniencia.

10 Quizá te cueste responder ciertas cosas que llevan a la “loca de la casa” (como llamó Sta. Teresa a la imaginación) por mundos que no te están permitidos. ¡Rompe, de raíz, con tal caso! Tu bienestar espiritual está en juego.

11 No vale la vergüenza para acudir al examen. Sobra porque malogra tu corazón y, en todo caso, te faltó para no caer en lo que ahora quieres olvidar pero no puedes.

12 Antes de acudir al examen debes revisar, a conciencia, lo que no puedes olvidar pues es común que la memoria nos juegue “malas” pasadas y sea demasiado “selectiva” con lo malo que, de todas formas, va a permanecer en tu corazón aunque sea bajo una capa de disimulo.

13 Examinarte es tan importante para ti como pueda ser mantener una relación con Dios a la que puedas llamar honrada.

14 Si, como dijo Cristo, del corazón habla la boca, nada mejor que mantener un corazón limpio de las asechanzas del mundo para que de él sólo salga lo bueno y benéfico y de lo que, luego, puedas decir: ¡Sí, creo en Dios, y así hago!

15 La verdad, en tu examen, ha de ser como si pasaras un trapo limpio por una superficie sucia: ha de brillar, la misma y, en todo caso, tardar mucho tiempo en volver a ensuciarse.

16 ¡Luz, luz, luz! Eso puedes pedir en tu examen. Ten en cuenta que, en la oscuridad del mundo, una luminaria es muy necesaria y, muchas veces, caminamos a oscuras porque, a voluntad, hemos escondido, bajo el celemín, lo que nos podía hacer ver.

17 Llevar a otros cristianos al examen es, sin duda, tarea apostólica. No olvides que, para eso, nos envió Cristo en Pentecostés: curar al enfermo por sus pecados, dar de beber al sediento el agua viva que sane su corazón; ser, por eso mismo, apóstoles de hoy y de siempre.

18 No olvides que el examen no supone que Dios vigile lo que haces (pues todo lo sabe) sino que, voluntariamente, manifiestas tu voluntad de que lo sepa, que no es lo mismo. Así demuestras ser, verdaderamente, libre.

19 Cuando acabes el examen da gracias a Dios por haberte hecho así: a su imagen y semejanza. Será la mejor manera de comprender que nada puedes ocultar y, sobre todo, que nada quieres ocultar.

20 Siempre se hace necesario pedir perdón. Examínate y comprenderás, seguramente, la verdad de esto.

En verdad, nada es mejor que conocerse para no caer en determinados comportamientos poco ejemplares para un discípulo de Cristo.

Ruego, también, a quien quiera hacer su aportación a estos veinte puntos, que así lo haga. Seguramente podremos aprender mucho unos de otros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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