Ad pedem litterae-Hermanos en la red - P. Pablo Cabellos Llorente

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Nos ha tocado vivir en un mundo que, religiosamente hablando, no es demasiado bueno ni benéfico para quien se tiene por hijo de Dios y sabe que, tal pensamiento, tiene consecuencias, vía unidad de vida, para sus propias circunstancias y sus relaciones con el prójimo.

Lo que menciona el P. Cabellos en su artículo tiene visos de ser más real que la vida misma porque nos muestra lo que pasa sin darle muchas vueltas a los diversos asuntos de los que escribe. Lo que hay es lo que hay.

Benedicto XVI, a lo largo de su dilatada y hermosa carrera de teólogo, ha hecho, y hace, mucho hincapié en el relativismo y en lo que supone el mismo: dejación de una verdad que se dice seguir para, al fin y al cabo, ponerse al lado del mundo con sus mundanidades.

También abunda un tipo de comportamientos que son altamente peligrosos para la fe. Así, por ejemplo, el utilizar el nombre de Dios para sostener cierto tipo de conflictos militares desdice, muy gravemente, de la fe en el Creador que no puede estar de acuerdo con tal tipo de actuaciones.

No podemos olvidar el intento, conseguido en muchos casos, de imponer ideologías a través de leyes (aborto, ideología de género, imposible matrimonio entre homosexuales, etc.) que acaban quedando como lo moderno y, al fin y al cabo, aceptado, por aquellos que, diciéndose hijos de Dios, parecen no serlo.

También se manifiesta de acuerdo el autor del artículo con lo dicho por el Santo Padre acerca de que la crisis económica que padecemos tiene su origen no sólo en causas monetarias sino en comportamientos más propios de la “codicia y la mentira”.

Y ante esto ¿qué hacer?

Lo dice muy claramente el P. Cabellos: “Se sectarismo alguno, es hora de que muchos salgan de las catacumbas y vivan gozosamente la fe”.

Y es que el P. Pablo es muy optimista.

Y, ahora, el artículo del P.Pablo Cabellos Llorente.

La hora de la verdad

Pablo Cabellos Llorente

No me refiero a la suerte taurina de entrar a matar, aunque todos podamos ser empitonados. Hablo de este momento del mundo con todos sus contrastes, grandezas y miserias. Vivimos en la aldea global, pero sigue siendo aldea, algo pequeño o empequeñecido por egoísmos personales o de tribu. Estamos en la era de la solidaridad, pero también de un feroz individualismo. Amamos la libertad quizás como nunca ha sido amada, pero anda empobrecida por falta de reflexión, de horizontes, de búsqueda seria de la verdad y el bien. Es tiempo de libertad religiosa, pero se mata por la causa de un dios que no es Dios, o se la persigue solapadamente, relegándola a las conciencias.

He llegado hasta aquí, para escribir que lo políticamente correcto está matando la sinceridad, la veracidad, la ética, la libertad. Mientras buena parte del mundo prescinde de Dios, se han creado otros dioses sustitutivos porque el hombre necesita algo para orientarse, aunque sea en falso. Me atrevo a poner ejemplos: no hay libertad -hasta puede ser delictivo- para disentir de la concepción de matrimonio que se introdujo en nuestro país para englobar las uniones homosexuales, que no se equipararon al matrimonio natural, sino que se desvirtuó éste para que todos cupieran por igual. Tengo entendido que sólo tres países en todo el universo contamos con tal avance.

Se dice que modificar la ley del Aborto es saltar treinta años atrás, pero siempre se me ha ocurrido que, puestos a brincar, podríamos hablar de miles de años atrás o adelante. No sé si se aborta más con la ley actual que con la anterior, pero hay que decir claramente que lo peor no es el aborto de menores sin permiso paterno, sino la transformación de un delito -despenalizado en ciertos supuestos- en un derecho de la mujer.

Nadie entra al despropósito de la ley de género, que nos convierte de mujeres a hombres y viceversa con un sencillo trámite. Y sólo porque algunos se han empeñado en que los genitales no determinan lo que uno es, sino los roles atribuidos a uno u otro sexo. De hecho, se arma la parda porque una ministra osa utilizar la expresión violencia doméstica en lugar de hablar de violencia de género, que es lo moderno. ¿No es una falta de libertad elemental, una coacción por lo políticamente correcto? Pero, muy posiblemente, nadie cambiará esa ley, por idéntica sinrazón.

Y aquí quería llegar porque el hecho es que no hay más verdad admisible que la impuesta por ese pensamiento, detrás del que hay auténtica trilita: relativismo, es decir, incapacidad para la verdad aunque luego todo el mundo tenga la suya; pensamiento débil, que viene a ser lo mismo; laicismo entendido como la expulsión de Dios de nuestras vidas, al menos externamente. ¿No se puede entender que si yo creo en Dios, necesariamente influirá en un modo de vivir -también exterior- que, por supuesto, no impongo, pero que tendría al menos el mismo derecho de difusión que la religión oficial del laicismo? Pero no es así. Y muchos cristianos, que han permitido la imposición de modelos laicistas, se han tragado la píldora de que ellos no pueden cargar a nadie con un modelo de vida. Algo que no harán, pero que tendrán derecho a pregonar por todos los medios legales. Sin sectarismo alguno, es hora de que muchos salgan de las catacumbas y vivan gozosamente su fe.

Algunos entendemos que las costumbres creadas son, en buena parte, fruto de la sociedad que tenemos, pero no podemos olvidar el valor pedagógico -o su contrario- de la ley, que tiende a confundirse con la ética, cuando ésta se halla en la esencia de las personas y cosas. No es la guinda del pastel para evitar la corrupción que aún llamamos así. La falta de ética -en todos los campos- desnaturaliza personas, pensamiento, quehaceres y cosas. Pero se ha ido diseñando una sociedad y un hombre abstractos -a la medida del pensamiento de algunos-, para obligar después, con rigidez extrema, a que el hombre real se acomode al diseño teórico, diseño que suele coincidir con lo más fácil o placentero. Así, picamos más simplemente, pero no seremos felices. Es parte de la trilita.

Todo esto se nota en la crisis económica que padecemos, fruto brutal de la codicia y la mentira, bien propiciadas por la elaboración inconsciente de un hombre peor que produce frutos peores. Y eso es violencia y raíz de toda violencia. Como ha escrito Ricardo Yepes, la violencia es ruptura del orden, entendido, no como sometimiento a una regla y autoridad extrínsecas que constriñen, sino como la relación que guardan las partes respecto a la unidad del todo. La violencia es el fruto y el imperio de la irracionalidad.

A estas alturas, alguno ya habrá pensado que todo esto es facha. Así despachamos las cuestiones que no deseamos pensar y que enfocamos sectariamente, desde ideologías que sustituyen la razón por la voluntad de poder. Y en esas estamos. Por eso es la hora de la verdad, aunque -como decía una canción italiana- la verdad nos duela.

P. Pablo Cabellos Llorente

Publicado originalmente en Las Provincias y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.

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