En los altares - San Jorge

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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San Jorge

Problablemente Jorge nació en Capadocia en el año 279. Era de familia acomodada siendo su padre, de nombre Geroncio, militar en el ejército del emperador Diocleciano y su madre cristiana muy religiosa. Ni qué decir tiene que fue a su madre a quien debe Jorge su amor por Cristo y por su religión si bien tuvo que hacer, como es de suponer y de entender, de forma que el padre no tuviera conocimiento de tales “malas” prácticas.

Jorge quería seguir los caminos de su padre y se alista en el ejército de Diocleciano, gran perseguidor de cristianos. Todo lo que el mismo le ordena que haga lo hace con diligencia. Algo, sin embargo, era distinto en aquel joven y era el hecho de que se mostraba como un verdadero caballero con aquellos que vencía y, como aquella forma de actuar no era la común entre los militares romanos, llamaba la atención tal forma de proceder. Y tal era su comportamiento, que hasta sus enemigos lo tenían por un noble guerrero.

Sin embargo, Dios tenía reservada para Jorge una misión muy distinta a la de ser un buen militar romano al servicio de un emperador tan sangriento como era Diocleciano.

Tenía 15 años Jorge cuando fallece su padre y 19 cuando su madre es llamada a la Casa de Dios. Heredó, por eso mismo, una gran fortuna a la que dio un piadoso destino en una ocasión muy a propósito para dar ejemplo de bondad.

Resultó que el emperador a quien servía, Diocleciano, ordenó que se persiguiera a muerte a los cristianos, hermanos de fe de Jorge. Y la prueba que se le presentó a nuestro joven fue crucial para su vida y, también, para la misma cristiandad porque Jorge procedió, acto seguido de conocer la voluntad de su jefe supremo a tomar todos los bienes que tenía y los repartió entre los pobres y menesterosos. Así, vendió sus propiedades y entregó el dinero entra los mismos a los que ya había entregado otros cuantiosos bienes.

Como era lógico, Jorge, militar cumplidor con lo que se le ordenaba, también recibió aquel mandato sangriento de parte de Diocleciano. Pero aquel que de forma tan esmerada había cumplido lo que se le ordenaba en el campo militar, la batalla y al lucha estuvo más que seguro de que aquello no era de obligado cumplimiento por ser una norma intrínsecamente perversa. Y se negó a dar gusto a su emperador.

Como Jorge no estaba para nada de acuerdo con tener que perseguir a sus hermanos en la fe, a voz en gritó manifestó su fe y, uniéndose a los suyos, declaró su repudio al emperador y se dedicó a predicar su fe. Podemos decir que, desde entonces, su destino estaba más fijado.

Como en una ocasión Jorge se presentara ante Diocleciano y los que en aquel momento le acompañaban y preguntara hasta cuándo iba estar ordenando que se matara a los cristianos profesando su fe allí mismo y el emperador apreciara mucho a Jorge, le conminó a que se marchase y citándolo para el día siguiente, lo disculpó ante los presente argumentando que, en realidad, no hablaba en serio.

Pero Jorge, sin embargo, hablaba más que en serio. Así, al día siguiente volvió a reiterar, ahora ante Diocleciano sin compañía, todo lo que había dicho el día anterior ante la concurrencia. Y Diocleciano, no pudiendo soportar aquello ordenó que se torturase a Jorge.

Sin embargo, de nada servía porque salía airoso de todo lo que se ponía por delante. Incluso, en una ocasión, una noche tuvo una visión de Jesucristo que le predijo lo que le iba a suceder y, desde entonces, un ángel del señor lo confortaba en sus pesares y dolores.

Al parecer, Dios no tenía previsto que Jorge cambiara de idea porque fuera el que fuera el tormento al que lo sometían, no consiguieron que adorara a los falsos dioses romanos y que abandonara al Único Dios y a su Hijo Jesucristo.

Como Diocleciano viera que no había forma de que su joven militar cambiara de idea religiosa, ordenó que se le diera muerte por decapitación lo cual sucedió el 23 de abril del año 303. En aquel momento, el alma del joven que diera su vida sin desdecirse una sola vez de su fe subió a la Casa del Padre.

Podemos dirigirnos a San Jorge con la siguiente oración

Glorioso mártir, que luchaste contra los enemigos de Dios y nos diste el ejemplo de la victoria, haz que nosotros venzamos al demonio, el mundo y la carne que pretenden nuestra ruina.

Que en la prueba se haga sentir tu intercesión ante Dios Todopoderoso, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

(Rezar Padre Nuestro, Ave María y Gloria.)

San Jorge, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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