Ad pedem litterae - Hermanos en la red - P. Pablo Cabellos Llorente : "En la vanguardia del mundo"

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” van a ser reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

En el siguiente artículo, el P. Pablo Cabellos Llorente escribe acerca de lo que ha de ser, para un católico, vivir en el mundo y, sobre todo, llevar su fe como quien lleva lo que mucho le importa.

En la vanguardia del mundo

Pablo Cabellos Llorente

“En su Ética a Nicómaco, Aristóteles indica que la vida humana es arriesgada, lo que postula la necesidad de ser valiente. Me parece que —como decía Yepes— esa valentía consiste en tener la fuerza necesaria para asumir el riesgo y enfrentarse con él, dominándolo. También pienso que los riesgos de nuestro mundo occidental disminuyen para los adheridos al pensamiento dominante, aunque éste implique actitudes alineadas con temas serios, como el manejo del antojo de algunos al sexo, un laicismo anticatólico, el divorcio rápido; la imposición de ideas que corresponden a la conciencia de cada uno o a la decisión de la familia, etcétera.

Para todo eso no hace falta la valentía aristotélica, ni vanguardismo alguno: es la moda, y su seguimiento apenas encuentra resistencias. Es más, si las encuentra, ese pensamiento se revuelve con rabia, sin respeto a la libertad ajena, gritando su sorpresa de que alguien piense diferente. Pero por ahí jamás se encontrarán a sí mismos.

Pienso seriamente que lo progresista es ser católico y no esconderlo. El católico tiene una convicción expresada así por el fundador del Opus Dei –San Josemaría–: “la religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se conforma —que no se aquieta—, sino trata y conoce al Creador”. Este inconformismo e inquietud recuerdan el corazón agustiniano que no descansa sino en Dios. Frente a una sociedad secularizada y lejana al derecho natural, el cristiano está llamado a ser rebelde, a nadar contra corriente, a proponer un modelo de vida atractivo, nuevo para muchos; vanguardista, amante del progreso, respetuoso con el hombre y su libertad. Así de humana debe ser nuestra vida: “allí donde estén vuestros hermanos los hombres, allí donde estén vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo” (San Josemaría, Amar el mundo apasionadamente).

En la Ilustración se rechaza una tradición, tal vez opresiva, y se apuesta por el progreso. Pero opera una forma brusca de ruptura con toda costumbre heredada. Lo que está por venir sería siempre mejor simplemente por ser nuevo. Pero esta actitud ha terminado por convertirse en tradición opresora, al imponer un modo de pensar y vivir anquilosado. Sí, se dan avances técnicos y científicos formidables, pero, con cierta frecuencia, su modo de empleo no favorece el desarrollo del hombre ni de los derechos humanos. Como aseveraba la constitución conciliar Gaudium et Spes, el hombre sabe muy bien que está en su mano dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarle o servirle. Por ahí han de surgir los interrogantes más profundos de su existencia: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal y de la muerte? ¿Qué valor tienen sus victorias logradas tantas veces a un precio insufrible? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida?

La Iglesia posee respuestas para esas preguntas y un aprecio grande por todas las realidades humanas nobles, porque puede sentir con cada generación sin renuncia alguna a lo que es esencial. Frente al relativismo que afirma la imposibilidad de conocer a Dios, la Iglesia aporta el optimismo que ese Dios proporciona, aun en medio de los graves problemas que abruman a la humanidad. Frente al laicismo, la Iglesia goza de una sana laicidad que la separa del Estado, a la vez que coopera con él en la mejora del hombre. En la citada homilía del fundador del Opus Dei, se afirma que al cristiano no debe ocurrírsele decir que baja del templo al mundo para afirmar que sus soluciones son las católicas. Trata también de una mentalidad laical, que ha de conducir a la honradez de pechar con la propia responsabilidad personal; a respetar —en materias opinables— a otros hermanos en la fe que proponen soluciones distintas a las propias; a no servirse de la Iglesia, mezclándola en banderías humanas. Frente al pensamiento débil, la Iglesia ofrece convicciones fuertes para una vida lograda que toma su pleno sentido al mirar más allá de la muerte.

Éste es un breve esbozo de la tarea de los cristianos para ser sal y luz del mundo, teniendo muy presente que necesitamos formación, oración y vida sacramental. Quizá también esto de San Ignacio de Antioquia: “lo que necesita el cristiano, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma”. Con este bagaje, bien podemos cumplir el encargo de Juan Pablo II hecho en 1993 en Madrid: “Salid a la calle. Aportad a los hombres la salvación de Cristo que debe penetrar en la familia, en la escuela, en la cultura y en la vida política”.

Pablo Cabellos Llorente

Publicado originalmente en Catholic.net y traído a InfoCatólica con permiso expreso del autor.

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7 comentarios

  
antonio grande
Vemos un progreso en el comportamiento de los cristianos españoles. ahora demuestran más que son cristianos. Hay excepciones. A veces, demasiadas. Pero antiguamente, era impensable lo que los cristianos están haciendo hoy ante la sociedad española. Vamos mejorando lentamente.
01/06/11 9:52 AM
  
Miserere mei Domine
Las categorías que nos encasillan en progresistas, conservadores, tradicionalistas y/o revolucionarios, cada día me parecen más obsoletas.

Pero la obsolescencia se hace más evidente dentro de la Iglesia, ya que podemos tener a la Tradición como fundamento y no por ello dejar de innovar( hacer nueva) nuestra presencia en el mundo.

Al fin de al cabo, lo que encontramos siempre es la eterno diálogo entre el Reino y el mundo. Entre lo que no es de este mundo y lo que pertenece a el.

Me ha gustado el texto del P. Pablo Cabellos. Evidencia la contradicción de estas categorías con mismo ser del cristiano. Los laicos tenemos una tarea muy importante en el mundo y es ser testigos de Cristo desde el propio mundo. Ser contradicción y piedra en el zapato, que evidencia que el mundo no llena al ser humano. Necesitamos más que nunca de Cristo.

Que Dios les bendiga D. Eleuterio y P. Pablo :)
01/06/11 9:59 AM
  
Juan Stuse
"Frente al relativismo que afirma la imposiblidad de conocer a Dios, la Iglesia aporta el optimismo que ese Dios proporciona..."
No parece que Dios esté por aportar optimismo a la cultura satánica de la muerte, sino una rectificación expeditiva. Y la Iglesia, cuando aporta "optimismo" en vez de realismo, está traicionando su ministerio profético y engañando al pueblo acerca de su responsabilidad.
"Frente al laicismo, la Iglesia goza de una sana laicidad que la separa del Estado, a la vez que coopera con él en la mejora del hombre..."
Si la Iglesia "goza" de algo en esta laicidad putrefacta es que ha perdido el olfato. Y decir que coopera con el estado - con la cultura política vigente - en la mejora del hombre, es lo mismo que decir que coopera con el anticristo en la mejora del hombre.
En la apostasía se vive bien, por el momento...
01/06/11 10:31 AM
  
Mayra Ortiz
Lo fácil sería vivir como ermitaño en la propia burbuja aislado de todo laicismo atacante, es lo cómodo. Pero como bien menciona don Pablo contando con la oración, formación y nuestra vida sacramental nos fortalecemos para hacer ese santo encargo de nuestro JPII. De verdad que leer esto me ha fortalecido espiritualmente. Tiendo a caer mucho en los respetos humanos y aunque es lícito respetar la opinión del que difiere de la mía, no lo es cuando atenta contra el bien común y la moral.
01/06/11 2:31 PM
  
Juan Stuse
Querida Mayra: ¿Vivía Cristo como ermitaño en la propia burbuja?¿Verdad que no? ¿Cuando le espetó a Pedro "aléjate de mí, Satanás"? Pues lo que se intenta proponer es lo mismo que proponía Pedro: Que en lugar de la denuncia profética y de la inmediata persecución y el Calvario, la Iglesia se adapte a una cultura demoníaca. Lo mismo. Así que medita a fondo la actual situación y lo que exige de quienes nos llamamos cristianos. Saludos.
01/06/11 3:01 PM
  
Mayra Ortiz
Apreciado Juan: Gracias por tu comentario. Pero no entiendo qué es lo que me quieres compartir cuando me diriges tu comentario. Por supuesto que se que Cristo no vivió como ermitaño en una burbuja aislado. Por eso comenté, que eso sería lo cómodo. Cristo no espera eso de nosotros tampoco, sino que espera que salgamos de nuestra comodidad para que demos a conocer su Verdad, la Verdad; no lo que los laicistas entienden como verdad. No se si fue que no fui clara con lo que quise compartir, o yo no comprendo bien lo que me quieres decir. Espero que estemos del mismo lado. Un abrazo!!
01/06/11 6:16 PM
  
Juan Stuse
Querida Mayra: Celebro que estemos en el mismo bando, que es el de Cristo. El problema no eres tú - que no te he entendido - sino algo del artículo del P.Cabellos, que es preocupante porque tras una indroducción que parece "contracorriente" emplea luego una serie de conceptos peligrosos. Es muy preocupante todo lo que sirva para evitar la contradicción frontal con esta cultura de muerte, porque vivimos un momento escatológico definitivo. Aunque muchos no se quieren enterar y hay palabras - como anticristo - que les espantan y que son ahora necesarias. Nuestra esperanza es el cercano retorno del Señor. Saludos.
01/06/11 10:29 PM

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