8.05.15

¡Cuidado con ciertas ovejas!

 

 

Hay personas que, por atacar al papado, lo hacen ahora con la persona del Papa Francisco. Y, para eso, aprovechan cualquier ocasión para meterle el dedo en el ojo: que si dice esto o lo otro, que si hace lo de más allá, que si bien, que si mal…

 

En fin.

 

El caso es que, no con ánimo de molestar nada de nada al Santo Padre (para eso ya hay otros que lo hacen con gusto y, creen, con acierto) hay algo que debería tenerse en cuenta… por si acaso.

 

Muy al principio de su pontificado (en concreto en la Santa Misa Crismal del 28 de marzo de 2013), dijo esto:

 

“Sed pastores con ‘olor a oveja’, que eso se note–; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres.”

 

No podemos negar que la idea está muy traída al calor de lo que significa, para un discípulo de Cristo, ser oveja del Buen Pastor que es el Hijo de Dios. Nada mejor, por tanto, que quien pastorea a la grey de Dios, el sacerdote, huela a oveja por estar cerca de ella.

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7.05.15

Serie “Lo que Cristo quiere de nosotros” - Cristo quiere que le sigamos porque es el Camino

 


 Somos hijos de Dios y, por tanto, nuestra filiación divina, supone mucho. Por ejemplo, que en la misma tenemos a un hermano muy especial. Tan especial es que sin Él nosotros no podríamos salvarnos. Sencillamente moriríamos para siempre. Por eso entregó su vida y, por eso mismo, debemos, al menos, agradecer tan gran manifestación de amor. Y es que nos amó hasta el extremo de dar subida por todos nosotros, sus amigos.

 

El Hijo del hombre, llamado así ya desde el profeta Daniel, nos ama. Y nos ama no sólo por ser hermano nuestro sino porque es Dios mismo. Por eso quiere que demos lo mejor que de nosotros mismos puede salir, de nuestro corazón, porque así daremos cuenta de aquel fruto que Cristo espera de sus hermanos los hombres.

 

Jesús, sin embargo o, mejor aún, porque nos conoce, tiene mucho que decirnos. Lo dijo en lo que está escrito y lo dice cada día. Y mucho de los que nos quiere decir es más que posible que nos duela. Y, también, que no nos guste. Pero Él, que nunca miente y en Quien no hay pecado alguno, sabe que somos capaces de dar lo mejor que llevamos dentro. Y lo sabe porque al ser hijos de Dios conoce que no se nos pide lo que es imposible para nosotros sino lo que, con los dones y gracias que el Padre nos da, podemos alcanzar a llevar a cabo.

 

Sin embargo, no podemos negar que muchas veces somos torpes en la acción y lentos en la respuesta a Dios Padre.

 

A tal respecto, en el evangelio de san Juan hace Jesús a las, digamos, generales de la Ley. Lo dice en 15, 16:

 

“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”.

 

En primer lugar, no nos debemos creer que nosotros escogemos a Cristo. Quizá pudiera parecer eso porque, al fin y al cabo, somos nosotros los que decimos sí al Maestro. Sin embargo, eso sucede con el concurso de la gracia antecedente a todo lo que hacemos. Por eso es el Hijo de Dios el que nos escoge porque antes ha estado en nuestro corazón donde tenemos el templo del Espíritu Santo.

 

Pero importa saber para qué: para dar fruto. Y tal dar fruto sólo puede acaecer si damos cumplimiento a lo que Jesucristo espera de nosotros. Y que es mucho porque mucho se nos ha dado.

 

Cristo quiere que le sigamos porque es el Camino

 

 

El ser humano, desde que tiene conciencia de la existencia de Dios y, mejor aún, desde que el Creador, “Yo soy”, se dirigió a Abrahám, anhela algo con la mayor fuerza espiritual que pueda ser posible. El hombre, la criatura hecha a imagen y semejanza del Creador goza tan sólo con imaginar cómo ha de ser la existencia junto a Dios.

Ya, por ejemplo, desde el inicio de la vida del hombre quiso acercarse al Padre invocándolo a través de pinturas rupestres para solicitarle una caza abundante. Y así ha sido a lo largo de los siglos aunque, lógicamente, la percepción de la existencia de Dios ha ido mejorando y, tras la llegada al mundo del Mesías, hay mucho que damos por verdad. Sin embargo, seguimos anhelando lo mismo que todo ser humano, consciente de lo que supone ser hijo de Dios, anhela: la vida eterna. Y para eso hay que mostrarse a favor de ciertas realidades espirituales sin las cuales no es posible habitar alguna de las mansiones que Cristo nos está preparando.

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6.05.15

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Cuánto tiempo dedicamos a orar y rezar?

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

 

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 

¿Son, pues, otros tiempos?

 

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

 

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

 

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

 

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

 

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

 

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

 

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

 

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, éstos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Cuánto tiempo dedicamos a orar y rezar?

Cualquier creyente católico sabe, aunque a lo mejor sólo de forma teórica, que orar es muy importante. En realidad, puede pensar que no se trata de algo, exclusivamente, propio de “beatos y personas de edad avanzada” que, viendo cercana la muerte quieren acercarse a Dios en beneficio de su vida eterna. Es más, hasta tenga por bueno que los grandes santos de la historia han tenido, de la oración, una estima muy alta y que, por decirlo pronto, han orado mucho.

 

Como somos discípulos de Cristo sabemos, por lo leído y escuchado a lo largo de nuestra vida, que Jesús, el Maestro y el Señor, oraba con mucha frecuencia. En primer lugar, lo hacía en los momentos importantes. Entonces se dirigía al Padre y oraba. Generalmente buscaba un lugar apartado (tenía preferencia por los lugares altos como los montes, por ejemplo) para encontrar un silencio apropiado. Entonces hablaba con Dios y le pedía lo que tuviera oportuno pedir.

 

Pues bien. Eso lo tenemos por muy bueno por ser Quien lo hacía alguien de una importancia vital para nuestras vidas y para la humanidad.

 

Sin embargo, el ser humano tiene de la vida, de la existencia, una visión demasiado materialista. Y no nos referimos a que quiera tener cosas las más posibles sino que, en materia espiritual tiene la mala tendencia a preguntarse para qué sirve lo que hace y, sobre todo, si, por ejemplo, orar o rezar cambia algo de lo que vive personalmente o vive aquella persona o circunstancia por las que pide

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5.05.15

Un amigo de Lolo – Oración sobre la gracia presente en el hombre

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le inflijían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Oración sobre la gracia presente en el hombre

 

“Cuando pensamos, cuando trabajamos, cuando dormimos, la radiación caudalosa de la Gracia está trabajando nuestras fibras y saneando las partículas inmateriales de toda alma. Es la cimentación previa.  (Extraída de “El sillón de ruedas”)”

 

Seguramente hay muchas personas, no creyentes, que tienen por bueno que hacen lo que hacen según su voluntad y que no concurre más que eso. Y es hasta posible que haya creyentes católicos que crean lo mismo.

 

Resulta meridianamente claro que hay un gran error en tal tipo de pensamiento. Y es que, en demasiadas ocasiones, lo que creemos conveniente para nosotros nada tiene que ver con la verdad.

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2.05.15

La Palabra del Domingo - 3 de mayo de 2015

Biblia

Jn 15, 1-8

 

1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia,   para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios  gracias a la Palabra que os he anunciado.4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid;  vosotros los sarmientos.  El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento,  y se seca; luego los recogen, los echan al fuego  y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,  pedid lo que queráis  y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está  en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

        

COMENTARIO

 

Vid y sarmientos; Cristo y discípulos

 

Quizá lo que propone Jesús, en esta parte del Evangelio de Juan, sea una de las imágenes más clarificadoras de las que mostró a lo largo de su corta, pero profunda, predicación: la vid y el viñador, los sarmientos y el fuego que los quema, el seguimiento a la vid y el fruto que podemos obtener y dar de ese seguir al Enviado.

 

Como en tantas otras ocasiones, el Mesías ofrece un ejemplo cercano, una forma, simple a primera vista, y en el fondo, honda, de hacerse comprender. Todo lo relacionado con la tierra, con sus frutos, su cultura y el resultado de ese proceso, identifica, perfectamente, lo que Cristo pretendía que entendieran, entonces, los que le seguían y, ahora, los que detrás de aquella estela y luminaria, optamos, y optan, por mirar sus huellas por el mundo dejadas y reconocemos, en ellas, el único camino bueno que seguir, ávidos de una vida eterna que, con Él, ya podemos disfrutar en este momento, en este ahora que es nuestra vida.

 

¿Qué es una viña sino un arraigar en la tierra para, desde ella, tomar el alimento que da forma y fondo al fruto que nos endulza la vida? Pues bien, si nos ponemos a dilucidar si esto tiene relación con nuestra vida y a tratar de entrever el resultado de esa imagen, vemos hasta dónde somos fruto, desde dónde tomamos el alimento.

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Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Los verdaderamente Bienaventurados

 Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en losversículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuánto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Los verdaderamente Bienaventurados

Y Jesús dijo… (Mt 5, 1-12)

 

“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

‘Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados = los mansos =,   porque = ellos posseerán en herencia la tierra. =

Bienaventurados los que lloran,  porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,   porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos,   porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón,   porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz,   porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,   porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron  a los profetas anteriores a vosotros”.

Si por bienaventuranza se entiende la prosperidad y felicidad humanas (1), las que recoge el texto, en este caso de  Mateo, son expresión de un estado de bienestar espiritual de difícil parangón. Si con ellas Cristo quiso proporcionar un medio para poder contemplar la gloria de Dios, mediando su cumplimiento, nunca estaremos lo suficientemente agradecidos ante tal regalo de su bondad.

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1.05.15

San José obrero visto por Cristo

 

“El trabajo acompaña inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra. Con él aparecen el esfuerzo, la fatiga, el cansancio: manifestaciones del dolor y de la lucha que forman parte de nuestra existencia humana actual, y que son signos de la realidad del pecado y de la necesidad de la redención. Pero el trabajo en sí mismo no es una pena, ni una maldición o un castigo: quienes hablan así no han leído bien la Escritura Santa.

Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad.

Para un cristiano, esas perspectivas se alargan y se amplían. Porque el trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios, que, al crear al hombre, lo bendijo diciéndole: Procread y multiplicaos y henchid la tierra y sojuzgadla, y dominad en los peces del mar, y en las aves del cielo, y en todo animal que se mueve sobre la tierra. Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.”

 

Esto lo escribe san Josemaría en “Es Cristo que pasa” (47) y nos muestra algo esencial para la vida de un discípulo de Cristo: el trabajo es una gracia del Padre y si hay alguien que mostró lo que eso significa es el padre adoptivo de Jesús, José, el carpintero de Nazaret, de quien hoy nos acordamos de una forma especial.

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30.04.15

Serie “Lo que Cristo quiere de nosotros” - Cristo quiere que le veamos porque es la Luz

 

Somos hijos de Dios y, por tanto, nuestra filiación divina, supone mucho. Por ejemplo, que en la misma tenemos a un hermano muy especial. Tan especial es que sin Él nosotros no podríamos salvarnos. Sencillamente moriríamos para siempre. Por eso entregó su vida y, por eso mismo, debemos, al menos, agradecer tan gran manifestación de amor. Y es que nos amó hasta el extremo de dar subida por todos nosotros, sus amigos.

 

El Hijo del hombre, llamado así ya desde el profeta Daniel, nos ama. Y nos ama no sólo por ser hermano nuestro sino porque es Dios mismo. Por eso quiere que demos lo mejor que de nosotros mismos puede salir, de nuestro corazón, porque así daremos cuenta de aquel fruto que Cristo espera de sus hermanos los hombres.

 

Jesús, sin embargo o, mejor aún, porque nos conoce, tiene mucho que decirnos. Lo dijo en lo que está escrito y lo dice cada día. Y mucho de los que nos quiere decir es más que posible que nos duela. Y, también, que no nos guste. Pero Él, que nunca miente y en Quien no hay pecado alguno, sabe que somos capaces de dar lo mejor que llevamos dentro. Y lo sabe porque al ser hijos de Dios conoce que no se nos pide lo que es imposible para nosotros sino lo que, con los dones y gracias que el Padre nos da, podemos alcanzar a llevar a cabo.

 

Sin embargo, no podemos negar que muchas veces somos torpes en la acción y lentos en la respuesta a Dios Padre.

 

A tal respecto, en el evangelio de san Juan hace Jesús a las, digamos, generales de la Ley. Lo dice en 15, 16:

 

“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”.

 

En primer lugar, no nos debemos creer que nosotros escogemos a Cristo. Quizá pudiera parecer eso porque, al fin y al cabo, somos nosotros los que decimos sí al Maestro. Sin embargo, eso sucede con el concurso de la gracia antecedente a todo lo que hacemos. Por eso es el Hijo de Dios el que nos escoge porque antes ha estado en nuestro corazón donde tenemos el templo del Espíritu Santo.

 

Pero importa saber para qué: para dar fruto. Y tal dar fruto sólo puede acaecer si damos cumplimiento a lo que Jesucristo espera de nosotros. Y que es mucho porque mucho se nos ha dado.

 

 

Cristo quiere que le veamos porque es la Luz

 

“Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.” (Jn 8, 12)

       

No podemos decir, ni se pueden entender así las cosas, que Jesús no hablara poniendo todos los acentos donde debía ponerlos. No lo hacía, además, para quienes podían entenderlo perfectamente (que también) sino, sobre todo, para aquellos que no acababan de comprender toda su doctrina. Por eso lo hace de una forma tan sencilla.

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28.04.15

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Demasiado ocupados para encontrarse con Dios?

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

 

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 

¿Son, pues, otros tiempos?

 

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

 

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

 

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

 

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

 

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

 

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

 

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

 

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, éstos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"-  ¿Demasiado ocupados para encontrarse con Dios?

 

No es poco que se suela decir que es muy difícil ver a Dios. En realidad, verle, así dicho, con tales palabras y lo que eso supone, es imposible para nosotros los mortales. Otra cosa es quien pueda gozar del Padre en el Cielo porque allí ha ido su alma pero ahora, lo que es ahora, no podemos decir que podemos ver a  Dios.

 

Tampoco vale decir que todo es Dios porque a eso se le llama panteísmo. Sí que en todo está el Creador porque lo ha creado pero no en el sentido de hacer que todo sea Dios. Y es que resulta crucial entender las cosas como son y no como algunos quieren que las veamos.

 

Sin embargo, bien sabemos los creyentes católicos que las cosas no son como se nos quieren decir que son sino como, en realidad, son. Y es que Dios se deja encontrar más de lo que nosotros queremos encontrarle porque, a diferencia de lo que se suele pensar, Dios no está sólo en su casa, la Iglesia (el templo)

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Un amigo de Lolo – Oración para dejarse llenar por Cristo

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le inflijían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

 

Oración para dejarse llenar por Cristo (Extraída de “El sillón de ruedas”)

 

“Abrid, amigos, el alma y dejad para siempre la sorpresa,  porque Cristo está aquí con su envoltura prodigiosa y desde ahora os ha de nacer  el portento como esas amapolas que bordean los senderos en primavera.  Deletread, si queréis, tristeza, desgracia y sufrimiento, pero hacedlo con una canción viva y gloriosa en los labios porque está aquí la pisada nazarena, fundiendo a todos en los bellos confusionismos de la paz, el mérito y la esperanza”. 

 

Lo que queremos, lo que hacemos y lo que esperamos. Tales son las formas que tenemos de relacionarnos con Jesucristo. Pero también son las que Él espera de nosotros porque siempre goza sabiendo que sus hermanos los hombres lo tienen en su corazón y, sobre todo, nunca abandonan la estela que dejó en el mundo cuando vino al mismo por primera vez.

Siempre debemos estar dispuestos a recibir a Cristo. Él, como Dios hecho hombre, goza sabiendo que hay quienes han entendido aquello que dijo en su tiempo de galileo y que anhelan tenerlo como huésped de su alma. Por eso nos conviene, y mucho, tener abierto el corazón. Al mismo llega el Hijo de Dios con ansia de eternidad… para quedarse para siempre.

Es nuestra obligación grave (por necesaria e importante) es no hacer acopio de abandono de Cristo y tenerlo, como hermano y como Dios, en nuestra alma.

No todo, como bien sabemos, es alegría y contento. Las vida nos proporciona ocasiones, muchas, para darnos cuenta de que vivir no es por el mundo con cara de alegres obligados ni simulando lo que no somos o, mejor, cómo tenemos el corazón. No. Lo que por experiencia podemos demostrar es que puede haber momentos de sufrimiento y que el mismo puede ser físico (alguna enfermedad que padezcamos o dolencia similar) o espiritual (dudas acercad de nuestra fe, padecimientos de tal jaez por el bien del prójimo, noches oscuras, etc.) Sufrimos, por tanto, porque nuestra naturaleza humana lleva implícito el sufrimiento y, de una manera o de otra acabamos pasándolo mal. Pero no todo está perdido; es más, nada está perdido sino al contrario: encontrado gracias a la labor amorosa de Cristo en nuestro corazón… que hemos dejado como aposento suyo, como su casa.

El caso es que se nos pide algo que no siempre es fácil. No supone no darse cuenta de lo que nos pasa sino, al contrario, darnos cuenta pero sabiendo que todo tiene sentido y que todo está bien para los que aman a Dios. Así caeremos en la cuenta de que todo lo que, de malo, nos pueda pasar, tiene un sentido, está hecho por algo y que, aunque sólo Dios sabe el mismo, no por eso vamos a olvidar que somos su semejanza.

Y es que, como decíamos al principio, aquello que queremos con relación a nuestro prójimo, aquello que hacemos con relación a nuestro prójimo y aquello que esperamos con relación a Dios Padre Todopoderoso, es esencial para nuestra existencia como fieles hijos del Creador.

Y todo eso, y lo mucho que aquí no hemos dicho, acaece en nosotros por bondad de Cristo por haberlo recibido en nuestro corazón, por habernos dejado llenar por Él.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

  Nazareno

 

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa 
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

Cristo te quiere bien dentro y quiere estar en ti.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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