20.05.15

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Qué es lo que nos corresponde hacer a los católicos?

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 ¿Son, pues, otros tiempos?

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

 ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica. Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, éstos, otros tiempos para la Iglesia católica?

 

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"-  ¿Qué es lo que nos corresponde hacer a los católicos?

 

Cuando se llevó a cabo la visita ad Limina de los obispos de Inglaterra y Gales en marzo de hace cinco años (2010), el ahora emérito Benedicto XVI dijo que “La fidelidad al Evangelio no restringe la libertad de los demás – por el contrario, sirve a su libertad, ofreciéndoles la verdad”.

Por tanto, a la hora de intervenir, o no, en el debate público, el católico ha de tener en cuenta que las Sagradas Escrituras no han de suponer un obstáculo para que se produzca aquella sino, en todo caso, un aliciente para que sí se produzca.

Pero años antes, el 30 de marzo de 2006, el Santo Padre, ahora emérito, intervino como invitado en el congreso del Partido Popular Europeo. Allí dijo algo que no se debería olvidar y que debería servir de guía para el comportamiento del católico en la vida pública:

 

“Cuando las iglesias o comunidades eclesiásticas intervienen en el debate público, expresando reservas o recordando una serie de principios, no cometen una interferencia o un acto de intolerancia, ya que tales intervenciones apuntan solamente a iluminar las conciencias para que las personas puedan actuar libremente y con responsabilidad, según las exigencias verdaderas de la justicia, incluso cuando esto contrasta con situaciones de poder o de interés personal".

 

En primer lugar, no supone interferencia la intervención de aquellas personas que, dentro de la Iglesia católica puede hacer uso de la legitimidad que ostentan para que su voz se oiga en la plaza pública.

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19.05.15

Un amigo de Lolo – Oración ante los pies agujereados de Cristo

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le inflijían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

 Libro de oración

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

 

Oración ante los pies agujereados de Cristo

 

“Trae aquí, corazón mío,  la inmovilidad de tu cuerpo y ese continuo pasar de las horas y los días delante de una misma ventana. Acerca también el duro latigazo del reumatismo  en tus articulaciones,  como a su vez el áspero y lento socavón que va haciendo la muerte por minutos, el peso de los momentos de soledad y la agonía de los fracasos. Todo lo que en tu vida signifique sufrir lo recoges despacio y lo pones delante. Donde haya un sufrimiento en el mundo que venga hasta aquí también y que se quede alrededor del hombre que tiene los pies agujereados de este modo.” (Extraída de “Cartas con la señal de la Cruz”)

Los católicos miramos de una forma muy especial a Cristo en la cruz. Sabemos que no es sólo un símbolo sino que es mucho más. Y nos preciamos de tenerla por lo que es fundamental en nuestra vida.

Pues bien, en la cruz estuvo colgado Cristo, el Hijo de Dios. Y, como sabemos, lo colgaron de una forma singular. Lo podrían haber puesto allí, por ejemplo, sujetándole con cuerdas los brazos y los pies. Hubiera muerto de igual manera. Pero quisieron hacerlo de una forma cruel: le clavaron las manos y los pies. Así acentuaron el sufrimiento de Jesucristo pero a sus discípulos nos viene la mar de bien tener por buena aquella muerte: primero porque fue voluntad de Dios; segundo, porque fue aceptada por Cristo; tercero, porque nos muestra qué camino tenemos que seguir a lo largo de nuestra vida de seres humanos que creen.

Agujerear los pies de Cristo es como querer aniquilar el Camino, querer que la Vida cese para siempre y tener a la Verdad por algo caduco. Sabemos, sin embargo, que ni el Camino va a quedar aniquilado ni la Vida va a cesar ni la Verdad caducará nunca. No. Y es que sabemos que podemos presentar todo nuestro sufrimiento, precisamente, a unos pues santos (del Único Santo por ser el Único que tiene naturaleza santa) y que, por mucho que sea el mismo, Cristo lo recogerá en su corazón y lo presentará ante el Padre.

Sabemos que hay muchas formas de sufrir y que los sufrimientos se ceban, otras tantas veces, en nuestra vida. Los hay físicos pero también los hay espirituales. Y unos y otros nos pueden hacer caminar por un valle de amargura al que puede no veamos salida alguna. En tales momentos podemos mirar hacia Cristo. No hacia el Jesús que caminó libremente por Galilea o por otra parte de Israel anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios; no hacia Quien convivió gozosamente con sus discípulos y les enseñó la doctrina santa de Dios. No. Podemos mirar a quien sufrió de verdad, a quien estuvo colgado y cuyos pies fueron agujereados.

De los agujeros de aquellos santos pies manó sangre. Era una sangre como otra, como la de otro ser humano pero, a la vez era del Perfecto Dios. Y ante ella podemos llevar lo que somos, sufridores en un tiempo en el que se quiere apartar al Creador de la vida ordinaria. Por eso todo lo que suponga padecer en nuestra vida lo podemos llevar allí, donde Jesús se dejó matar, allí donde quiso morir para que todos, aceptándolo, tuviéramos vida eterna y allí donde lo que pudiera parecer únicamente sufrimiento se transformó en luz que ilumina y no fue escondida bajo ningún celemín.

Los pies agujereados de Cristo son un buen espacio espiritual donde dejar reposar nuestro sufrimiento. Eso nos lo dice el Señor cuando asegura que no hay mayor felicidad que entregar la vida por sus amigos. Y a nosotros nos llama amigos y espera que sepamos acercarnos a su sufrimiento con el nuestro. Así, sencillamente, como quien sabe que nos espera allí colgado, en aquellos maderos que fueron atravesados por la ira de unos ignorantes de a quién estaban martirizando.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 Nazareno

 

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Por la libertad de Asia Bibi. 
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Por el respeto a la libertad religiosa 
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

 

Los pies agujereados de nuestro hermano Cristo son prueba sublime de Camino, de Verdad y de Vida. 

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

17.05.15

La Palabra del Domingo - 17 de mayo de 2015

 Biblia

 

Mc 16, 15-20. Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

 

 “15 Y les dijo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. 16         El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. 17 Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, 18 agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.’ 19 Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. 20 Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales  que la acompañaban.”

 

COMENTARIO

Ascensión y confirmación de la Palabra

Antes de acudir, hasta su próxima venida en la Parusía, al Padre, Jesús, deja un mensaje y una voluntad a aquellos que en ese momento lo ven y escuchan. Tanto una cosa como otra será fundamental para la transmisión de la Palabra de Jesús.

El mensaje que debían de difundir es la Buena Nueva que Cristo trajo a la humanidad, la voluntad es, entiendo yo, el envío que hace a los transmisores.

Este texto de Marcos está dividido, claramente, en tres partes, enlazada la primera con la tercera y siendo, la segunda, un, a modo, de enlace. Creo que lo más importante en el envío que hace Cristo es el objeto del mismo: transmitir la Buena Nueva. Esa noticia que ha de salvar no es otra que el saber que el Reino de Dios ya ha llegado y que, sabiéndolo, puede resultar más fácil conocerlo y, conociéndolo, gustarlo y disfrutarlo.

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16.05.15

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Nuestros defectos y los de los demás

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuánto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

 

Nuestros defectos y los de los demás

 

Y Jesús dijo… (Mt 7 ,1-5)

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.”

Jesús conoce a la perfección cómo somos. Por eso no duda en poner sobre la mesa la verdad de las cosas. Aunque duela lo que nos diga no por eso vamos a mirar para otro lado porque, de hacerlo, es más que seguro que equivoquemos el camino a seguir.

Es bien cierto que nuestra forma de actuar dista mucho de la que llevó a cabo el Hijo de Dios en su primera venida al mundo. Y que Él podía llevar a cabo conductas para las que nosotros no estamos, siquiera, preparados. Por eso resulta crucial que escuchemos sus palabras porque son, además, Palabra de Dios.

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15.05.15

¿Qué pasa con el Papa Francisco? ¿Pasa algo?

 Francesco

Resulta curioso lo que pasa con el Papa Francisco. Pudiera parecer que ha sido puesto por el Espíritu Santo para ser piedra de discusión. Y eso, en principio, no está mal porque en toda discusión acaban por aclararse algunos términos de la misma. E, incluso, muchos de los que quieren ponerse al Papa por montera y hacer de su capa un sayo, pueden acabar escaldados de tal intento. No sería, por cierto, la primera vez que eso pasa…

También resulta curioso que las críticas, muchas de ellas, vengan de un sector concreto: tradicionalismo. De cierto tipo de tradicionalismo. Más curioso aún que tales críticas vengan en gran número de parte de compatriotas suyos o, lo que es lo mismo, de la santa tierra Argentina. A lo mejor es porque, según dicen quienes eso hacen, conocen al ahora Papa Francisco y si no les gustaba antes… ahora aún menos.

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14.05.15

Serie “Lo que Cristo quiere de nosotros” - Cristo quiere que lo anhelemos, busquemos y encontremos

Somos hijos de Dios y, por tanto, nuestra filiación divina, supone mucho. Por ejemplo, que en la misma tenemos a un hermano muy especial. Tan especial es que sin Él nosotros no podríamos salvarnos. Sencillamente moriríamos para siempre. Por eso entregó su vida y, por eso mismo, debemos, al menos, agradecer tan gran manifestación de amor. Y es que nos amó hasta el extremo de dar subida por todos nosotros, sus amigos.

El Hijo del hombre, llamado así ya desde el profeta Daniel, nos ama. Y nos ama no sólo por ser hermano nuestro sino porque es Dios mismo. Por eso quiere que demos lo mejor que de nosotros mismos puede salir, de nuestro corazón, porque así daremos cuenta de aquel fruto que Cristo espera de sus hermanos los hombres.

Jesús, sin embargo o, mejor aún, porque nos conoce, tiene mucho que decirnos. Lo dijo en lo que está escrito y lo dice cada día. Y mucho de los que nos quiere decir es más que posible que nos duela. Y, también, que no nos guste. Pero Él, que nunca miente y en Quien no hay pecado alguno, sabe que somos capaces de dar lo mejor que llevamos dentro. Y lo sabe porque al ser hijos de Dios conoce que no se nos pide lo que es imposible para nosotros sino lo que, con los dones y gracias que el Padre nos da, podemos alcanzar a llevar a cabo.

Sin embargo, no podemos negar que muchas veces somos torpes en la acción y lentos en la respuesta a Dios Padre.

A tal respecto, en el evangelio de san Juan hace Jesús a las, digamos, generales de la Ley. Lo dice en 15, 16:

“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”.

En primer lugar, no nos debemos creer que nosotros escogemos a Cristo. Quizá pudiera parecer eso porque, al fin y al cabo, somos nosotros los que decimos sí al Maestro. Sin embargo, eso sucede con el concurso de la gracia antecedente a todo lo que hacemos. Por eso es el Hijo de Dios el que nos escoge porque antes ha estado en nuestro corazón donde tenemos el templo del Espíritu Santo.

Pero importa saber para qué: para dar fruto. Y tal dar fruto sólo puede acaecer si damos cumplimiento a lo que Jesucristo espera de nosotros. Y que es mucho porque mucho se nos ha dado.

 Cristo quiere que le anhelemos, que lo busquemos, que lo encontremos

“Yo soy la Vida”.

En el versículo 6 del capítulo 14 del evangelio de san Juan dice Jesús, entre otras grandes verdades, que es la “Vida”. Así, en mayúscula. Y no lo dice porque quiera darse más importancia que la que tiene (que es total) sino porque quiere advertirnos de que, en efecto, lo es y que, por tanto, no podemos ni debemos hacer otra cosa que anhelar tal Vida.

En muchos pasajes de las Sagradas Escrituras aparece Jesús como Vida. En cada uno de ellos nos muestra hasta qué punto es necesario desear, anhelar, querer, tener tal Vida en nosotros:

Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de él; así se manifestó el Amor de Dios entre nosotros. (cf. 1 Jn 4,9-10)

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13.05.15

"Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"- ¿Hasta dónde somos políticamente correctos?

Proceloso viaje de la Esposa de Cristo

La expresión “Estos son otros tiempos” se utiliza mucho referida a la Iglesia católica. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación de la Esposa de Cristo a eso, a los tiempos que corren o, como dirían antiguamente, al “siglo”.

En realidad siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso. Es más, entonces empezó a caminar, como desterrado, y aun no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino.

 Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe católica.

 ¿Son, pues, otros tiempos?

Antes de seguir decimos que Jesús, ante la dificultad que presentaba la pesca para sus más allegados discípulos, les mostró su confianza en una labor gratificada diciéndoles (Lc 5,4)

  ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.’

Quería decirles Jesús que, a pesar de la situación por la que estaban pasando siempre había posibilidad de mejorar y que confiar en Dios era un remedio ciertamente bueno ante la misma.

El caso es que, como es lógico, las cosas han cambiado mucho, para el ser humano, desde que Jesús dijera aquellas palabras u otras de las que pronunció y quedaron para la historia del creyente católico como Palabra de Dios.  Por eso no es del todo extraño que se pueda lanzar la pregunta acerca de si estos son otros tiempos pero, sobre todo, que qué suponen los mismo para el sentido primordial de nuestra fe católica.

Por ejemplo, si de la jerarquía eclesiástica católica se dice esto:

Por ejemplo, de la jerarquía eclesiástica se dice:

Que le asusta la teología feminista.

Que es involucionista.

Que apoya a los sectores más reaccionarios de la sociedad.

Que participa en manifestaciones de derechas.

Que siempre ataca a los teólogos llamados progres.

Que deslegitima el régimen democrático español.

Que no se “abre” al pueblo cristiano.

Que se encierra en su torre de oro.

Que no se moderniza.

Que no “dialoga” con los sectores progresistas de la sociedad.

Que juega a hacer política.

Que no sabe estar callada.

Que no ve con los ojos del siglo XXI.

Que constituye un partido fundamentalista.

Que está politizada.

Que ha iniciado una nueva cruzada.

Que cada vez está más radicalizada.

Que es reaccionaria.

Y, en general, que es de lo peor que existe.

Lo mismo, exactamente lo mismo, puede decirse que se sostiene sobre la fe católica y sobre el sentido que tiene la misma pues, como los tiempos han cambiado mucho desde que Jesús entregó las llaves de la Iglesia que fundó a Pedro no es menos cierto, eso se sostiene, que también debería cambiar la Esposa de Cristo.

Además, no podemos olvidar el daño terrible que ha hecho el modernismo en el corazón de muchos creyentes católicos.

Por tanto, volvemos a hacer la pregunta: ¿son, éstos, otros tiempos para la Iglesia católica?

“Reflexiones acerca del sentido de nuestra fe"-  ¿Hasta dónde somos políticamente correctos?

¿Qué es ser políticamente correcto?

Tal expresión está muy manida hoy día. Lo bien cierto es que un católico no debe políticamente correcto si sabe la fe que tiene. Y no lo tiene que ser porque el mundo busca, precisamente, que lo sea para ignorar su fe.

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12.05.15

Un amigo de Lolo – Oración para ser como un niño

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le inflijían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Oración para ser como un niño

 

“¿Quieres ser pequeño? Pues ponte a caminar sin hacerle preguntas a Dios. Si el minuto que viene te trae un desengaño el que le sigue una ingratitud,  el siguiente antepone un dolor, tú cierra la boca y apenas la abras más que  para darle conformidad a tu destino.  Ser niño es no tener corazón de gallito, ni descascarillarse de las ilusiones su fulgor. Notar que la vida se pone oscura y, no obstante, levantar la cabeza, aunque nos resbale la lluvia por la cara, porque se sabe que Dios refulge por encima de las nubes. Ser niño es purificar el pensamiento de letreros de alquitrán. Los espíritus alegres son niños; los  que sonríen, los generosos, los amables, los optimistas, niños también. “ (Extraída de “Cartas con la señal de la Cruz”)

  

Con plena confianza en Dios. Así escribe Manuel Lozano Garrido acerca de cómo hacer para ser pequeño ante Dios. Bien sabemos que de los pequeños en la fe es el Reino de Dios y hay una forma, muy concreta, de serlo.

Hay algo que resulta esencial en esta cuestión. El caso es que en teoría nos gustaría ser pequeños en le fe y comportarnos de tal manera. Sin embargo, no siempre estamos dispuestos a serlo. Entonces… de querer actuar de tal manera, sabemos cómo.

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10.05.15

La Palabra del Domingo - 10 de mayo de 2015

Biblia

Jn 15, 9-17. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

 

9 Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros;          permaneced en mi amor. 10        Si guardáis mis mandamientos,          permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11Os he dicho esto,  para que mi gozo esté en vosotros,  y vuestro gozo sea colmado. 12     este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros   como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 No os llamo ya siervos,   porque el siervo no sabe lo que hace su amo;   a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16     No me habéis elegido vosotros a mí,  sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto,  y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre  os lo conceda. 17 Lo que os mando es   que os améis los unos a los otros.»

        

  

COMENTARIO

 

Amar como Cristo nos amó

 

Quizá Jesús fue enviado del Padre sólo para una cosa, sólo para que comprendiésemos el principal mandato de Dios, el mandato del amor. Y digo mandato aunque esto pueda parecer excesivo. Esta palabra pudiera ser en exceso dura para quien no respeta a quien le dirige una orden pero que, si bien pensamos, y, sobre todo, en este caso, lo mandado y ordenado va, siempre en bien de sus receptores.

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9.05.15

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Sobre el cómo de una fe profunda: el Padre Nuestro

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que en efecto, en, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuánto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Sobre el cómo de una fe profunda: el Padre Nuestro

Y Jesús dijo… (Mt 6, 9-15)

Imaginamos cómo se encontrarían los apóstoles cuando, por una parte, seguían a Jesús y, por otra, no atinaban exactamente a comprender mucho de lo que les decía.

Pero había algo que querían aprender: orar. Orar como veían que lo hacía el Maestro. Y es que debían verle totalmente concentrado en el hablar con Dios. Por eso le pidieron que les enseñara a orar.

Aquella petición es la propia de alguien que quiere aprender, conocer, mucho de su fe. Y ellos querían hacer, al menos intentarlo, como hacía Jesús cuando lo veían orar al Todopoderoso.

El caso es que Jesús les enseña. Es más, de aquello dicho entonces nos ha llegado su huella y constituye la oración más característica del cristiano: el Padre Nuestro.

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