Juan Pablo II Magno - Laicos
Es más que reconocido que desde que se celebrara el Concilio Vaticano II, el papel que el laico ha desempeñado en el seno de la Iglesia católica ha sido creciente, importante y destacado.
Por eso, era de esperar que Juan Pablo II Magno dedicara, por decirlo así, un documento importante a las personas que, de forma interesada (en la evangelización y la transmisión de la Palabra de Dios) dedican su tiempo y vida a quien, en verdad, aman y sienten: la Iglesia.
El día 30 de diciembre de 1988 (ahora, pues, se van a cumplir 20 años de tal fecha) Juan Pablo II Magno, en el undécimo año de su pontificado, dio luz a la Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Christifideles Laici” (CL desde ahora) relativa, por cierto, a la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo.
Por tanto, bien sabía el Papa polaco que el papel que tenía que desempeñar el laico lo tenía que llevar a cabo tanto en el mismo seno de la Iglesia como en el mundo donde, por amar al prójimo, se encuentra presente la misma.
El número 64 de tal Exhortación viene a fijar, por decirlo así, la importancia del laico: “Es particularmente importante que todos los cristianos sean conscientes de la extraordinaria dignidad que les ha sido otorgada mediante el santo Bautismo”.
Por tanto, es importante reconocer en tal Sacramento de iniciación cristiana un punto importante de inflexión de nuestra vida: somos cristianos, por lo tanto, no podemos olvidar tal dignidad.
Pero continúa diciendo, en el mismo número citado arriba, que “Por gracia estamos llamados a ser hijos amados del Padre, miembros incorporados a Jesucristo y a su Iglesia, templos vivos y santos del Espíritu”.