InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: General

27.04.19

La Palabra del domingo - 28 de abril de 2019

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Jn 20 19-31

 

“19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar  donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21    Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió,  también yo os envío.’ 22      Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. 23    A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados;          a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’ 

 

24 Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: ‘Hemos visto al Señor.’ 25  Pero él les contestó: ‘Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.’

 

26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: ‘La paz con vosotros.’ 27 Luego dice a Tomás: ‘Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.’ 28 Tomás le contestó: ‘Señor mío y Dios mío.’ 29 Dícele Jesús: ‘Porque me has visto has creído.  Dichosos los que no han visto y han creído.’ 30   Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro.

31   Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.” 

 

COMENTARIO                                                                 

 

Y tuvo que aparecerse para que creyeran 

 

El creyente, al parecer, necesita pruebas más que innecesarias para creer. Y eso es lo que les pasa a los que están escondidos por miedo a los judíos. 

Y es que para que todo lo que hizo tuviera sentido tuvo que aparecerse, Jesús, a sus discípulos que, con miedo, estaban escondidos. Sólo así comprendieron todos los, para ellos, extraños mensajes  que habían recibido de Él y que, en su tiempo, no entendieron. 

Y se presentó ante ellos con la paz por delante, como deseándoles lo mejor, la tranquilidad del alma, la mejor forma de manifestarse, la expresión pura y simple de su ser. 

Para que acabaran de creer, les enseñó las marcas de su Pasión. Así, todo se cumplía, la comprensión de sus seguidores fue total.

Pero no bastó con esto. Era fundamental que, sobre ellos, exhalara el Espíritu Santo; que, como prometió, fuera conveniente, para ellos que Él se fuera, se marchara al Padre, porque enviaría otro paráclito, otro defensor, ese Espíritu que les iba a guiar, dirigir, marcar el camino hacia Dios. 

Y también llevó a cabo el primer envío después de darles a aquel. Una misión: predicar el Evangelio, esa buena noticia que debían de llevar a todos,  con el poder de perdonar pecados, y de retener los que creyeran que debían ser retenidos. Todo un poder legítimo, significativo, creador de un nuevo mundo basado en su ejemplo, en su amor, en la Verdad que Él trajo, otros brazos para Dios. 

Y como era esencial llevar a cabo una definición, el establecimiento de un concepto claro y diáfano de Fe, lo hace en cuanto Tomás, llamémosle el incrédulo, duda de su presencia ocho días antes, ante sus apóstoles, allí, entre ellos, ante sus hermanos de fe.

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25.04.19

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – La labor impagable de Christopher Tolkien

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Es bien cierto que J.R.R. Tolkien, por diversas circunstancias (entre las cuales no fue de poca importancia la perfección que quería imprimir a sus obras) no publicó, en vida, muchas obras de ficción o, digamos, de subcreación.

Sin embargo, no es poco cierto que escribió mucho y más que mucho. Era de esperar que alguien que había colaborado mucho en su trabajo desde bien pequeño (en cada edad, lo suyo, claro está) como es su hijo Christopher   se encargara de continuar con la labor de publicación a que su padre no pudo hacer frente.

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23.04.19

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro" – Pecar; el pecado

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Pecar; el pecado

 

“El pecado, el mal, el dolor, tienen una humana y tremenda raíz de injusticia que pone en las esquinas el dedo que acusa a todos y cada uno de los hombres. Si redondeáramos nuestro sentido de responsabilidad, todas las lágrimas del mundo no bastarían para borrar ese grito concorde, masivo, alucinante, que sonorizan las gargantas de todos los inútiles del mundo.”

 

A lo mejor Dios nos castiga por los pecados cometidos. Y es que para el ser humano creyente que forma parte de la Esposa de Cristo (llamada Iglesia católica) no puede haber duda alguna acerca del castigo que, por nuestros pecados, nos merecemos.

Y no vaya a creerse que esto lo decimos a la manera judía de tiempos de Cristo en el sentido de que una persona, cuando padecía un mal era porque había pecado. No. Lo que queremos decir es que podemos ser castigados aunque Dios perdone mucho de lo malo que hacemos.

Pues bien, el Beato Manuel Lozano Garrido, en este texto de “El sillón de ruedas” sabe más bien y tiene más que claro que las cosas son como son y que, además, hace mucho y más tiempo que son como son.

Todos estamos acusados de ser pecadores: unos, porque nos damos cuenta; otros, porque se dan cuenta otros de nuestras caídas y visitas a la fosa de la que tanto habla el salmista.

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20.04.19

La Palabra del domingo - 21 de abril de 2019

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Jn  20, 1-9

 

“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó,   pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.”

        

 

COMENTARIO

 

¡Resucitó!

 

No resulta demasiado difícil imaginar la situación en la que, en aquel primer domingo después de la muerte de Jesús, se encontraban sus discípulos más allegados e, incluso, su Madre María. 

Lo que había sucedido apenas unos días antes debía ser insoportable para ellos: habían visto entrar en gloria al Maestro en Jerusalén y apenas unos días después lo vieron maltrecho, colgado en una cruz como si se tratase de un malhechor y, para acabarlo de arreglar, muerto sin solución posible… 

Eso era lo que pensarían muchos de ellos. Sin embargo, también podemos imaginar que otros creían en lo que les había dicho. Y lo creían porque se había cumplido todo lo que les dijo: lo apresarían y lo condenarían a muerte. ¿Había, pues, alguna razón para que, como les había dicho, no regresara del mundo de los muertos a los tres días? 

Y así estarían con su congoja: unos pensando que todo estaba perdido; otros esperanzados. 

Pero María de Magdala acudió al sepulcro para ver, quizá, al Maestro o, también, para acabar de arreglar su cuerpo porque es posible que pensara que, con las prisas del viernes, no había sido bien preparado. El caso es que aquella mujer, que tanto amaba al Maestro por lo que había hecho por ella, acude al sepulcro. 

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18.04.19

Semana Santa: Salvados a cambio de Su Sangre

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Sangre y Luz. Así, dicho, son dos palabras que, a lo mejor, poco tienen que ver. Sin embargo, si las miramos desde el punto de vista de la historia de la salvación, es posible que encontremos más de una relación. 

Digamos para empezar que eso, la historia que llamamos de la salvación lo es, primero, y tiene, un sentido histórico porque se ha desarrollado a lo largo del devenir de la humanidad; y es de salvación porque ha tenido, como fin, que el ser creado por Dios a su imagen y semejanza se salve. Y si necesitaba salvación era, claro, porque estaba perdido, porque se había salido del camino que el Todopoderoso le había trazado para encontrarse con Él en el Cielo y había estado paciendo, cual oveja díscola, en cualquier otro campo donde la hierba no proporcionaba vida eterna sino, como mucho, un sustento mundano y temporal. 

Pero el Plan, así con mayúscula porque es Dios quien lo estableció, debía cumplirse y se iba a cumplir muy a pesar de ciertos comportamientos humanos. Bueno, a lo mejor, por eso mismo… 

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