Un amigo de Lolo – Así se sobrenaturaliza el sufrimiento

HAGIOPEDIA: Beato MANUEL LOZANO GARRIDO “Lolo”. (1920-1971).

Presentación

Ya son algunos años los que, el que esto escribe, lleva haciendo lo propio sobre el Beato de Linares (Jaén, España) en esta casa de InfoCatólica. Siempre ha valido la pena hacer algo así y aportar, aunque sea, un granito de arena a la comprensión de un creyente tan fuerte y profundo como es Lolo.


El linarense universal, que tanta atracción espiritual tiene para quien lo conoce, no deja de producir interés en aquel que se acerca a su persona a través de su obra. Y es que, no pudiendo hacerlo ahora personalmente o, digamos, en la intimidad de la conversación entre amigos, que lo somos todos aquellos que ansiamos serlo, es seguro que acercarse a Lolo de forma cercana nos viene la mar de bien.


Lolo nos acerca a lo bueno que tiene saber que, cuando se es hijo de Dios la mejor forma de serlo es, sencillamente, siéndolo. Y él es una muestra perfecta de cómo hacer algo que, algunas veces, a muchos nos resulta difícil y a algunos… imposible. Acerquémonos, desde ahora, a la obra misma de Lolo y a su intimidad podríamos decir, con lo que vamos a ganar, seguramente, mucho y más que muchoY, para más abundancia de lo bueno y mejor, al final de todo esto les ponemos uno de los aforismos espirituales que publicó Lolo en su libro Bien venido, amor“. Vamos, miel sobre hojuelas, como se dice en la Biblia pues esto, al fin y al cabo, es cosa del alma de cada cual.

Así se sobrenaturaliza el sufrimiento


En marzo del año 1963 Manuel Lozano Garrido publicó lo que había dado en llamar “Diario de un enfermo".  En realidad, ya llevaba algunos meses haciendo lo propio y cuando llegó el supracitado mes de 1963 tituló a su especial diario “En capilla", siendo el medio de publicación la revista “Enfermos misioneros”

Pues bien, en un momento determinado escribió esto que sigue que es lo que hoy nos convoca aquí mismo:

“DÍA 4. FARO


Hoy comulgué en la cama. Es que me acuesto antes por lo de la inflamación de las piernas. Vino Don José y, con la luz artificial, me di cuenta que ya no le veía. Antes notaba los bultos y las manchas oscuras de los cuadros, pero, ahora ni eso. Si acaso, ayudándome con suposiciones y ruidos, noto algo el movimiento de las personas. Hice un esfuerzo, miré hacia donde yo creía que se encontraba la mesa-altar y sólo vi, muy amortiguados, los destellos de las dos velas encendidas. Eran como dos botones de nácar con luz. Mejor aún, como dos pequeños faros marítimos que taladraban la densa marea verde-amarilla de mis ojos. Durante todo el rato, la luz se mantuvo viva, firme y aguda, como en la insistente y penetrante función de lanzar un mensaje, algo así como si alguien estuviera diciendo en ella: “Ahora te toca vivir el Pentecostés de la Fe. Día y noche te visitarán las tinieblas, pero Yo necesito que te apropies con alegría de estas horas de Getsemaní. De cada Oración del Huerto brotan en el mundo noventa esquejes de cumbres de Tabor. Acepta así y calla; tras de cada nube rutilan siempre las dos órbitas mías que garantizan el Amor”.


Debemos decir que en los anteriores números de “Diario de un enfermo” el Beato Lolo abundó mucho en su situación que es lo que, por cierto, se ha de esperar de un diario. Y en sus letras había mucho sufrimiento y mucho dolor pero también había esperanza y fe. Y eso se ve muy bien en el título de este día, el 4, que es “Faro". Y es por esto que sigue pues aquí no hay desperdicio alguno sino que es una veta de luz, un más que aprovechable filón.

Todo este texto refleja la situación por la que en aquel tiempo pasa Manuel Lozano Garrido. Y aunque en estas páginas internáuticas ya hayamos escrito sobre la pérdida de la vista de Lolo, la verdad que es que volver a escribir sobre lo mismo no sobra nada de nada. Y no sobra porque es una realidad terrible por la que pasó el Beato Lolo (Linares, Jaén, España) y cada vez que escribe sobre eso, y dadas sus especiales circunstancias, se nos pone la carne de gallina o, como dice aquel, el vello de punta…

El caso es que Lolo recibe una visita. Pero se da cuenta de que ya no la ve sino que, como mucho, aprecia un leve destello de dos velas que tiene allí encendidas. Y es desde la luz, como deducimos de lo que escribe Lolo, desde donde recibe una especie de mensaje que es lo que determina lo especial que es este texto, este otro suceder en su Diario. 

En realidad, el citado mensaje abunda en esperanza y, en fin, en apoyar a Lolo en la situación por lo que está pasando.

Quiere Dios (creemos que se refiere a que es el Creador quien se le dirige) que a pesar de lo que, a partir de tal momento de pérdida de la vista, debe manifestar la alegría que supone saber que todo tiene un sentido por muy difícil que sea entenderlo. Y que, por tanto, en aquel su Huerto de los Olivos particular debe no caer en la desesperanza sino, todo lo contrario, sobrenaturalizar su situación que, como bien podemos imaginar, no es poca cosa sino mucha y más que mucha. 

Quiere Dios que sepa Manuel que sí, que hay sufrimiento, que él sufre, ha sufrido y sufrirá aún mucho. Sin embargo, debe saber que de cada sufrimiento, entendemos que ofrecido y soportado con criterio y fe, nace lo que aquí se llama “esqueje” que es una parte que se saca de otra (pensemos en las plantas) Sin embargo, no se trata de un esqueje del sufrimiento sino de uno que ha cambiado su naturaleza y ahora es propio del monte Tabor donde Jesucristo se transfiguró y donde todo era gozo y alegría. Vemos, por tanto, que sabiendo sobrenaturalizar el sufrimiento lo que parte de este no es dolor sino, justamente, todo lo contrario. 

Acepta así y calla"; “Acepta así y calla"; “Acepta así…” Es lo que dice el mensaje que se le envía a Lolo. Y es, justamente, lo que hace con su sufrimiento y con su vida. Y no se trata de un comportamiento que siga a ciegas el consejo de Dios y ya está sino que lo es de aceptación voluntaria, personal y propia.

¿Acaso hay aquí una esperanza infundada por parte de Lolo?

No. Se le dice en el propio mensaje: el Amor de Dios permanece en la tiniebla, ahí está, siempre está.

De todas formas, tengo que reconocer con franqueza que no he sido capaz de decir lo que este texto me ha dado. Y es que cada uno tiene sus limitaciones…

Eleuterio Fernández Guzmán


Panecillos de meditación


Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Entender el sufrimiento es un bien más que importante.



Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bienvenido, amor”(23) 


“¡Qué memoria la de Dios, teniéndonos siempre a todos, vivos y calientes, en el pensamiento y el corazón! ”

……………………………


Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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