Serie tradición y conservadurismo – ¿El feminismo radical en el poder?

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

NOTA: Por ser un día muy señalado para el feminismo radical y aberrante, el 8 de marzo manipulado a su gusto, les pongo el artículo del libro que, si seguimos su orden, no corresponde pero que creo vale la pena recordar ciertas verdades para que piquen todo lo que tengan que picar y con su pan se lo coman.

 

Resulta curioso, pero cuando uno va a guardar el título de este artículo en la memoria, por ejemplo, en el ordenador, no le deja el sistema ponerle los signos de interrogación por algún tipo de imposibilidad técnica que nunca hemos entendido. Y resulta curioso porque de algo que se quiere preguntar resulta una afirmación. Así, pasamos de querer saber si el feminismo radical tiene el poder a afirmar, que sí, que lo tiene. Y es que, a veces, las cosas que pasan son así de reales.

En realidad, esto debe ser una, digamos, manifestación del subconsciente que acaba diciendo lo que en verdad se cree aunque, para eso, colabore una máquina… Y es que esto dicho arriba no es una ocurrencia y, ni siquiera, una broma es.  Y es que, en verdad, pareciera que el feminismo más radical tiene el poder cogido por donde se puede coger el poder: por lo políticamente correcto y por la cobardía de muchos y la conveniencia de otros muchos…

Al parecer, el ser humano de sexo masculino (nada de género, que es una manipulación propia de la ignorancia con intenciones torcidas, antinaturales y malsanas. Y aplíquese esto todo aquel que eso crea, sea quien sea quien lo crea…) ni vale nada ni nada bueno se puede esperar de un mundo donde, al parecer, la mujer (cierto tipo de mujer, digamos, roja) cree que ha llegado su momento de no sabemos qué y se ha “empoderado”, como ahora suele decirse, que es lo mismo que pretender ser lo que no se puede ser por mucho esfuerzo que se ponga en el intento y mucho poder que se tenga para procurarlo y, en fin, obligarlo por norma.

El caso es que últimamente parece que cierto feminismo se ha subido a la parra y ha dado, desde ella, todos los mandobles que se  le han dejado dar. Y, curiosamente, todos van destinados a lo mismo como si se tratase de una obsesión enfermiza (y, esto, que lo sea, a lo mejor, las disculpa…): el hombre es el enemigo número uno de la mujer. O eso quieren dar a entender pues es, digan lo que digan, el clavo ardiendo al que se quieren coger aprovechando que, al parecer, el mundo ha llegado a la situación en la que está y parece buena oportunidad para pescar en río revuelto.

Al parecer, el hombre sólo ha hecho daño a la mujer a lo largo de la historia: se ha servido de ella,

 

la ha manipulado,

la ha aislado del mundo para que no saliera al mismo y demostrara de lo que es capaz,

la ha insultado,

la ha vejado (dicen que todas las mujeres han sufrido, alguna vez, machismo, lo cual es, en sí mismo, una exageración y una generalización propia de mentes estrechas) y, en  fin, que no hay hombre al que no se le pueda zaherir por el mero y simple hecho de serlo pues ¿qué razón más es necesaria para según qué mentalidades e ideologías malsanas?

Muchas veces, la bota roja feminista muestra y demuestra que el derecho de libertad de expresión ni se respeta y, para nada, el de circulación. Y es que cuando, a la izquierda (radical, menos radical o medio pensionista, sea la que sea) tiene el poder ya sabemos que será prohibido, bajo leyes y reglamentos bien preparados, todo aquello que no sea de su cuerda ideológica y política.

¿Como se puede llamar a eso?

A nosotros sólo se nos ocurre decir que se trata de la simple aplicación de una dictadura en efectivo servicio del Mal donde todo lo malo, feo y peor se está enseñoreando del mundo y haciendo de su capa un sayo porque hay muchas personas que, bien siendo de su cuerda o, bien, siendo de la contraria pero políticamente correcta, estiman oportuno creer que ha llegado el momento histórico de no sé qué reivindicación.

En realidad, nada se ha de pedir de nuevo si no se ha tenido.

En suma, todo esto no es más que una clara imposición y no hay otra forma de llamarlo que no sea eso.

Decimos, por eso, que parece que el feminismo radical, aquel feminismo llamado “feminazi” que parece imperar en este dislocado mundo, se quiere imponer a todo el que piense de forma distinta a lo que se piensa (es un decir esto, claro) desde tal realidad, seguramente minoritaria pero poderosa.

Francamente, tenemos que decir que todo esto nos da verdadero asco y muestra hasta qué punto una nación puede estar corrompida por el Mal y podrida. Y es que cuando cuatro gatos (son, sólo, cuatro gatos con poder, como lo son los del grupo gay radical) tienen algo de poder ya sabemos lo que quieren hacer:  que todos comamos de su sardina. Y eso, pues bueno… como que no pues una cosa es aceptar determinadas cosas y otra, muy distinta, tener que comulgar con ciertas ruedas de molino y creemos que tienen que ser otros los burros que la hagan girar con sus movimientos políticos.

A este respecto, es más que conocida, como hemos dicho arriba, el ansia reivindicativa de este escaso sector político y humano. Y son muchos, y más que muchos, los ejemplos que pueden verse, en las redes sociales, del zaherimiento del hombre por el mero hecho de serlo y, al parecer, con el pecado intrínseco de serlo.

Pues bien, perdonen ustedes, señoras y señoritas del puño en alto y pancarta en ristre, nosotros consideramos que ustedes son, entre otras cosas, esto que sigue:

inteligentes sabias, obligatoriamente sabias, de la humanidad,

aspirantes a mandamases del nuevo orden mundial

y de la Nueva Era,

inquisidoras actuales de lo bueno y mejor

que hay en la sociedad,

matarifes de la libertad,

aprovechadas de la cobardía,

licenciadas en insultos,

viperinas en acción -ONG mundial-,

vendedoras de la burra del género,

aguafiestas de la verdad,

símbolos de lo moderno,

servidoras del poder establecido.

¡Oh, vosotras!,

luces del mundo oscuro que rige el hombre,

linternas en la tiniebla,

adalides (¡perdón, adalidas!) de lo feo,

libertarias del orden nuevo,

ejemplo propio de desnortadas,

camino torcido hacia lo malo,

especialistas en fruncir el ceño por odio,

manipuladoras del momento.

¡Oh vosotras!,

virtuosas de lo simple,

difusoras de lo ramplón,

ejemplo típico del quiero y no puedo,

poetas de la miseria,

narradoras de un mundo plano,

quintaesencia, ¡Oh, feministas radicales!, de ideas carcas,

defensoras de lo pasado y más que pasado,

simuladoras del pensamiento limpio,

socialistas, comunistas, y más -istas,

radicalistas del presente,

en fin… vosotras y para vosotras es esto.

 

Debemos decir, como resulta obvio, que todo esto no tiene que ver nada con aquellas mujeres que no consienten ser representadas por una ralea de personas que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, están haciendo todo el daño que pueden y aprovechando la circunstancia para medrar económicamente de todos los poderes públicos (o casi todos) que creen que quedarán muy bien si subvencionan ciertos chiringuitos ideológicos de izquierdas: unos porque lo son y no van a perder oportunidad de llevarse tajada de esto; otros porque, no siéndolo, no pueden permitir que la sociedad los vea como unos retrógrados y unos carcas cuando, en realidad, quieren estar a la baja altura de ciertas ideas y ciertos comportamientos.

Tampoco pueden estar destinados los arriba indicados adjetivos calificativos para aquellas mujeres que saben perfectamente que su situación en la vida, en la sociedad, no puede tener que ver con un “quítate tú para que me ponga yo” si con eso se va a violentar el principio de capacidad o de mérito. Y es que, como resulta obvio en ciertas instituciones públicas la “igualdad”, al parecer, consiste no en escoger al mejor, o a la mejor, sino tener en cuenta mejor a la que pudiera ser mejor no vaya a ser que nos motejen de esto o lo otro…

En realidad, todo esto no tiene, como destino, el comportamiento natural y moral de la mujer en una sociedad que, al parecer, le obliga a manifestarse como radical lo sea o no lo sea so pena de ser vista como alguien que apoya la causa “masculina” como si la misma no fuera una ensoñación roja y, es más, una mentira que, como tal, tiene las patas más que cortas.

 

Artículo publicado en The Traditional Post. 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

 

Sólo lo bien hecho ha valido y vale la pena.

 

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.  

1 comentario

  
Argia
Me parece que es hípocrita, odiar a las feministas radicales, y criticarlas por odiar a los hombres y luego hacer lo mismo con ellas.
Nadie que odie al prójimo es cristiano, si el prójimo se equivoca o es injusto, se le corrige o se le rebate, pero ni se le odia ni se le desprecia.
En cuanto a lo del pasado que dice, metiendose con las feministas, no tiene más que mirar el artículo de hoy en Infocatólica y la foto de la mujer totalmente cubierta por un velo negro menos los ojos, ley de prohibición del velo que se ha votado ACTUALMENTE en Suiza, y también echar un vistazo a varias de sus últimas noticias, y verá que desgraciadamente no pertenecen al pasado, los usos y abusos del hombre sobre la mujer.
"La verdad nos hará libres". El demonio es el principe de la mentira.
Escojer la verdad, es reconocer el pecado, negarlo es propiciar que siga habiendo feministas radicales.
08/03/21 10:43 AM

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