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19.07.21

Serie tradición y conservadurismo – Seguro que Dios tiene un plan

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

Qué bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros-oráculo de Yahveh- pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza

Jeremías, 29, 11

 

Cuando el ser humano se da cuenta, digamos que por el tiempo en el que empieza a tener uso de razón, de que no es posible que esté en el mundo por casualidad sino que debe haber algo más, Alguien más, que haya procurado que esté ahí, justo en el momento de su vida en el que se encuentra, entonces es posible que empiece a preguntarse eso tan socorrido de quién soy, qué hago aquí y, en fin, todo lo que de eso se deriva.

Es muy cierto que Dios da a sus hijos libertad, la libertad. Y la misma, como bien sabemos, puede utilizarse para lo bueno pero, también, para lo malo. Y ahí estamos, siempre lidiando con una cosa y con la otra, sin saber muchas veces las razones de nuestro apego al mal o, mejor, al Mal, con mayúsculas.

Pues bien, llega un momento en la vida del ser humano en el que las preguntas se van haciendo precisas. Ya no vale una respuesta, así, genérica, que pueda salir de la boca de un padre o de una madre o, incluso, de un amigo más avezado en pensares, digamos, más profundos. No. Entonces, queremos saber, de verdad, quiénes somos, qué hacemos aquí y en fin, todo lo de eso se deriva…

El caso es que lo que se deriva de todo eso es, nada más y nada menos, que la propia existencia del hombre o, lo que es lo mismo, su ser en acto y ya no en potencia. Hace mucho tiempo que ha venido a ser y no puede, qué menos, sino preguntarse eso y mucho más.

Aquí hay dos posiciones que suelen ser las más habituales y que son, a saber:

1. La de aquellas personas que no tienen fe y creen que están aquí, en esencia, porque sí.

2. La de aquellas personas que tienen fe y eso lo tienen más que claro, con todo lo que de eso se deriva.

Para el primer grupo de personas, nada de lo que podamos decir que tenga que ver con Dios tiene sentido para ellas. No son capaces de aceptar que hay Alguien, muy superior a sus propias vidas, que es quien todo lo ha creado y mantiene. Por eso no pueden creer que sus realidades tengan nada que ver con tal “Alguien” (al que otros llaman Dios y otros, de otras muchas formas…) y que, al fin y al cabo, ellos se las van a componer por sí solos y que, aquí paz y allí… no dirían gloria sino, más bien, lo que sea que, para tales personas, será siempre nada o, en concreto, la nada más absoluta: después de la muerte…¡se acabó!, ni hay nada ni nadie que pueda sustentar que hay algo.

Es cierto y verdad que tal forma de pensar no ha sido extraña a lo largo de la historia de la humanidad desde que la misma se dio cuenta (pongamos con Abraham) de que no andaba sola por el mundo y que había Alguien que lo estaba acompañando y que lo podía guiar porque, al parecer, sabía lo que hacía…

Esto lo decimos porque seguros estamos que siempre ha habido personas escépticas hacia la existencia misma de Dios y que, al parecer, poca importancia le daban a eso y, también, que siempre ha habido ateos… en fin, que cierto es como que al día le sigue la noche o al revés…

Entonces, para tales personas, el Plan de Dios poca importancia ha tenido, o tiene hoy día, hoy mismo, sino que se aplican el que creen que les conviene con los resultados que, a veces, podemos imaginar sin un sustento espiritual de tanta importancia como es nuestro Creador y Todopoderoso Eterno porque, al fin y al cabo, el Plan al que nos referimos no puede parecer malo y nunca lo puede ser aunque tales personas lo crean innecesario, para su desgracia.

Hay, sin embargo, muchas personas que sí creemos que existe Dios y que el mismo tiene un Plan, así con mayúsculas, para cada uno de nosotros. Y creemos que, por ejemplo, quiere

- Que cumplamos con su santa Voluntad,

- Que no procuremos el alejamiento de su corazón,

- Que estemos siempre a la realidad de ser semilla y ser sal y levadura,

- Que lo tengamos siempre en el centro de nuestra vida,

- Que miremos siempre al Cielo sabiéndolo ahí,

- Que no dilapidemos la libertad que nos ha dado,

- Que tengamos en la oración el centro de nuestra vida,

- Que no pongamos el corazón en aquello que nos sobra,

- Que atesoremos no para el mundo sino para la vida eterna,

- Que seamos, en el buen sentido de la palabra, buenos,

- Que respetemos aquello que se estableció como bueno y mejor,

- Que echemos algo más que un ojo a sus Mandamientos,

- Que tengamos en cuenta las Bienaventuranzas,

- Que hagamos de su Palabra el eje de nuestra vida,

- Que sigamos Su Luz para llegar a su definitivo Reino, llamado Cielo,

- Que…

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