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31.10.20

La Palabra para el domingo - 31 de octubre de 2020

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Como es obvio, hoy no es domingo 1 de noviemtre sino sábado, 31 de octubre de 2020. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente. 

 

Vayamos, pues, con el texto bíblico que corresponde este domingo y, luego, con el comentario de éste.

Mt 5, 1- 12a

“Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo:


‘Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.

 

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.”

COMENTARIO

Bienaventurados 

 

Es bien cierto que no sabemos, a ciencia y corazón ciertos, si las llamadas Bienaventuranzas las pronunció el Hijo de Dios, digamos, de una sola vez o fueron recogidas por el evangelista que fuera publicano y, por decirlo así, unirlas para que formaran parte de una predicación. El caso es que, de todas formas, las tenemos como enseñanza veraz de lo que supone el Amor de Dios, así, con mayúsculas. 

El que esto escribe no es capaz de decir nada nuevo de lo que ya se ha dicho sobre las Bienaventuranzas pues, para eso ya hay personas mucho mejor preparadas que saben sacar todas las consecuencias a las palabras de la Palabra. Si embargo, no puede ser algo poco importante que los sencillos en la fe llevemos, de nuestro corazón al mundo lo que al respecto de las mismas tenemos por bueno y mejor. 

Cada palabra que en ellas dice Jesucristo es una que lo es de esperanza. Es decir, siembran en nuestro corazón, primero, que Dios mismo nos contempla y sabe lo que nos pasa y, luego, que podemos resultar muy beneficiados (entiéndase esto, por favor) de ser como Cristo cree y dice que debemos ser. 

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