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24.10.20

La Palabra para el Domingo - 25 de octubre de 2020

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Como es obvio, hoy no es domingo 25 sino sábado, 24 de octubre de 2020. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente. 

 

Vayamos, pues, con el texto bíblico que corresponde este domingo y, luego, con el comentario de éste.

 

 

Mt 22, 34-40

 

“34 Mas los fariseos, al enterarse de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, 35 y uno de ellos le preguntó con ánimo de ponerle a prueba: 36 ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?’37 Él le dijo: ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.  38 Este es el mayor y el primer mandamiento. 39 El segundo es semejante a éste: ’Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ 40 De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas’.”

      

 

COMENTARIO

 

No conocer a Cristo es, verdaderamente, una mala cosa

 

Los que no querían a Jesús porque, como a otros profetas de otros tiempos, lo querían bien alejado de sus realidades mundanas y espirituales, que el Maestro demostrara una y otra vez que no tenían razón en la apreciación de la Ley de Dios no era de su particular y egoísta gusto. 

Sin embargo, Jesús había venido al mundo a cumplir de forma total con la voluntad y la Palabra de Dios y no iba a dejar de hacerlo por los intereses de unos u otros porque bien sabía el Hijo de Dios que el mundo, entonces también, era cambiante y el pensamiento del individuo que tenía fe parecía adaptarse en exceso a los cambios del siglo. 

Fariseos, saduceos… todos ellos querían ver a Jesús alejado de sus vidas. Siempre que podían le planteaban preguntas para ver si caía en alguna de sus trampas. El caso es que, al parecer, se negaban a creer (aún viendo lo que hacía y decía) que aquel a quien perseguían era, nada más y nada menos, que el Mesías. Y así les iba pues solían ir a por lana y salir trasquilados.

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