InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Diciembre 2019, 24

24.12.19

Una noche con fruto bueno

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Digamos que la cosa no pintaba nada bien. Y es que, por mucha apariencia de mujer embarazada que tuviera la joven María, esposa de José, el carpintero de Nazaret, no había sitio alguno donde cobijarse en aquella noche (tradicionalmente reconocida como la previa al nacimiento del Hijo de Dios) de diciembre.

El caso es que el censo que había ordenado hacer el invasor romano traía a todos de cabeza. Y, de no haber sido así, a lo mejor el Mesías podría haber nacido en Nazaret aunque, por decirlo todo, las Sagradas Escrituras del pueblo judío decían que el Enviado de Dios habría de nacer, precisamente, en Belén.

Podemos ver, por tanto, que el Plan de Dios no iba a tergiversarse ni alterarse por mucho que el Emperador hubiera querido hacer aquel listado de sometidos suyos con intenciones, seguramente, recaudatorias de impuestos u otras cosas por el estilo… Y, por tanto, su Hijo iba a nacer en el lugar donde se había dejado escrito que iba a nacer.

Se suele hacer ver que aquella noche hacía frío. En realidad, no sabemos si lo hacía y, menos aún, si nevaba o no caía el agua en tal forma transformada. El caso es que la Tradición nos dice cosas que, aunque no estén recogidas, así dichas, en las Sagradas Escrituras que luego se escribirían (llamadas Nuevo Testamento), las tenemos por buenas porque, para eso fueron vividas por los testigos de aquello. Y nos fiamos de ellas o, por decirlo mejor confiamos en ellas, tenemos tal fe.

Pues bien. El pobre José no había encontrado ningún lugar donde poder descansar aunque, bien podemos imaginar, que lo que quería nuestro fiel amigo es que descansara María porque estaba en un estado, sí, de buena esperanza divina pero, al parecer, de poca humana…

Todo, sin embargo, no estaba perdido. Y no podía estarlo porque era Dios quien proveía. Y, al fin, encontraron un sitio, pobre sí, humilde también, pero válido para, al menos, poder pasar aquella noche que, a lo grande, fue llamada Noche Buena porque fue, en efecto, expresión de la Bondad de Dios que quiso que su criatura humana se salvara y que la salvación fuera para siempre, siempre, siempre.

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