InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2014

24.03.14

Serie oraciones – invocaciones: Consagración a San José ante las tribulaciones

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones: Consagración a San José ante las tribulaciones

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22.03.14

Libro: La sociedad desvinculada

La sociedad desvinculada

Título: ”La sociedad desvinculada”.
Autor: Josep Miró.
Editorial: Stella Maris.
Páginas:192.
Precio aprox.: 17’90 € versión papel y 7’27 € versión digital.
ISBN : 978-84-16128-02-0.
Año edición: 2014.
Lo puedes adquirir en Editorial Stella Maris

“La sociedad desvinculada”, de Josep Miró.

El subtítulo de este libro de Josep Miró dice mucho del contenido del mismo: “Fundamentos de la crisis y necesidad de un nuevo comienzo”.

En realidad ¿la crisis profunda por la que está pasando la sociedad occidental tiene mucho que ver con algo más que la economía? Responder a esto, como hace el autor del libro, supone entender el verdadero origen de la misma. Dar solución, por tanto, a la situación por la que pasamos es una cuestión, simplemente, de mera supervivencia. Y la cosa está, sencillamente, fatal.

Hay un antes y un después de la Ilustración y de lo que supuso “eso” para la humanidad. Un antes que tenía mucho de conciencia de comunidad y un después que tenía y tiene demasiado de individualismo y de subjetivismo.

Ya desde la Introducción (titulada, precisamente, “El malestar”) deja las cosas claras el autor del libro: “El problema radical de Europa, y el de la mayoría de estados que la configuran, es que no saben por qué pasa lo que le pasa, a pesar de la magnitud de la tragedia cotidiana” (p. 13) Ya podemos imaginar que desde tal impresión lo que sigue no ha de ser, precisamente, gozoso sino expresión, precisamente, de lo que pasa.

De todas formas, este libro no es pesimista pues no trata de no proponer solución alguna a lo que pasa sino, muy al contrario, trata de poner las cartas sobre la mesa para que, a ser posible, los jugadores (o sea, todos nosotros) nos demos cuenta de que, en realidad, estamos jugando y nos la estamos jugando.

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21.03.14

Las llaves de Pedro - La vida y su defensa

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

El pasado 19 de febrero de 2014 el Papa Francisco se dirigió a los participantes en la Asamblea General de la Academia Pontifica para la Vida pues celebraba su 20 aniversario. Y lo hizo diciendo esto que sigue:

” Al venerado hermano
Monseñor Carrasco de Paula
Presidente de la Academia pontificia para la vida

Le envío mi cordial saludo a usted, a los señores cardenales y a todos los participantes en la asamblea general de la Academia pontificia para la vida, en el vigésimo aniversario de su institución. En esta ocasión, nuestro pensamiento agradecido se dirige al beato Juan Pablo II, que instituyó dicha Academia, así como a los presidentes que han promovido su actividad y a todos los que, en todas partes del mundo, colaboran en su misión. La tarea específica de la Academia, expresada en el motu proprio ‘Vitae mysterium’, es ‘estudiar, informar y formar en lo que atañe a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relación con la moral cristiana y las directrices del magisterio de la Iglesia’ (n. 4). De este modo, os proponéis dar a conocer a los hombres de buena voluntad que ciencia y técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral de la persona.

Los trabajos que realizáis durante estos días tienen por tema: ‘Envejecimiento y discapacidad’. Es un tema de gran actualidad, que interesa mucho a la Iglesia. En efecto, en nuestras sociedades se observa el dominio tiránico de una lógica económica que excluye y a veces mata, y de la que hoy muchísimos son víctimas, comenzando por nuestros ancianos. ‘Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”’ (Evangelii gaudium, 53). La situación socio-demográfica del envejecimiento nos muestra claramente esta exclusión de la persona anciana, especialmente si está enferma, con discapacidad, o es vulnerable por cualquier otro motivo. En efecto, se olvida con mucha frecuencia que las relaciones entre los hombres son siempre relaciones de dependencia recíproca, que se manifiesta con grados diversos durante la vida de una persona y emerge mayormente en las situaciones de ancianidad, de enfermedad, de discapacidad, de sufrimiento en general.

Esto requiere que, tanto en las relaciones interpersonales como en las comunitarias, se ofrezca la ayuda indispensable para tratar de responder a la necesidad que tiene la persona en ese momento. Pero en la base de la discriminación y la exclusión hay una cuestión antropológica: cuánto vale el hombre y en qué se funda su valor. La salud es ciertamente un valor importante, pero no determina el valor de la persona. La salud, además, no es por sí garantía de felicidad. En efecto, esta puede experimentarse cuando se tiene una salud precaria. La plenitud a la que tiende toda vida humana no está en contradicción con una condición de enfermedad o de sufrimiento. Por lo tanto, la falta de salud o la discapacidad no son nunca una buena razón para excluir o, peor aún, para eliminar a una persona; y la privación más grave que sufren las personas ancianas no es el debilitamiento del organismo y la discapacidad que deriva de ello, sino el abandono, la exclusión, la privación del amor.

Maestra de acogida y solidaridad es, en cambio, la familia: precisamente en el seno de la familia la educación se inspira de manera esencial en las relaciones de solidaridad; en la familia se puede aprender que la pérdida de la salud no es una razón para discriminar algunas vidas humanas; la familia enseña a no caer en el individualismo y a equilibrar el yo con el nosotros.

Es en ella donde ‘cuidar’ se convierte en un fundamento de la existencia humana y en una actitud moral que se debe promover a través de los valores del compromiso y de la solidaridad. El testimonio de la familia llega a ser crucial frente a toda la sociedad para confirmar la importancia de la persona anciana como sujeto de una comunidad que tiene una misión que cumplir y que sólo aparentemente recibe sin ofrecer nada. ‘Cada vez que intentamos leer en la realidad actual los signos de los tiempos, es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos. Ambos son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir tontamente los mismos errores del pasado’ (ib., n. 108).

Una sociedad es verdaderamente acogedora de la vida cuando reconoce que ella es valiosa también en la ancianidad, en la discapacidad, en la enfermedad grave e, incluso, cuando se está extinguiendo; cuando enseña que la llamada a la realización humana no excluye el sufrimiento, más aún, enseña a ver en la persona enferma un don para toda la comunidad, una presencia que llama a la solidaridad y a la responsabilidad. Este es el evangelio de la vida que, a través de vuestra competencia científica y profesional, y apoyados por la gracia, estáis llamados a anunciar.

Queridos amigos, bendigo el trabajo de la Academia para la vida, a menudo arduo porque requiere ir a contracorriente, pero siempre valioso porque presta atención a conjugar rigor científico y respeto por la persona humana. Esto es lo que he podido constatar conociendo vuestras actividades y publicaciones, y este mismo espíritu deseo que os anime en el futuro de vuestro servicio a la Iglesia y a toda la familia humana. Que el Señor os bendiga y la Virgen os proteja siempre.”

Como era de esperar, el tema de la vida, en el Magisterio del Papa Francisco, iba a tener un lugar muy especial. No obstante, si no existe la realidad de la existencia, lo demás de poco importa al no poder recaer, por ejemplo, derechos y deberes en seres humanos que puedan gozar o responder de los mismos.

Si hay, además, un momento en la vida de la persona en la que se hace, si eso es posible, más importante la defensa de la misma existencia humana, es el que corresponde, por una parte, a una situación de enfermedad, de sufrimiento y, por otra, a la ancianidad que es el momento crucial para comprender qué hemos hecho y, sobre todo, lo que nos espera más allá de este mundo.

Pues bien, el Santo Padre Francisco, aprovechando las personas a las que va dirigido el Mensaje aquí traído (una Academia que tiene por objeto la defensa de la vida y a sus propios defendidos) y que tiene que ver, además con lo citado arriba (ancianidad o/y discapacidad) no hace más que reafirmar la doctrina que la Iglesia católica tiene al respecto de tan importantes asuntos.

El caso es que el Papa Francisco comprende y explica muy bien lo que aquí pasa. Por eso la cita que trae de su Exhortación apostólica (“Evangelii gaudium”), parte del número 53 de la misma, se encuentra dentro del Capítulo Segundo que lleva como título “En la crisis del comportamiento comunitario” pues, en realidad, no se trata de otra cosa el tema del trato que se pretende dar a la ancianidad o a la discapacidad que no sea lo propio de una sociedad en la que el “otro” ha dejado de tener importancia. Si, además, el prójimo puede suponer una “carga social” el resultado es el que se teme el Papa argentino que es, exactamente, el que se está dando.

La verdad es que se está produciendo una perversión del sentido básico de vida humana. Por eso se desprecia, a veces hasta legalmente (ejemplos como Bélgica y Holanda son claros al respecto de la eutanasia) la vida de quien no “sirve” para el devenir economicista de la sociedad. Y el resultado es, como dice el Papa, la simple exclusión: se separa a quien no rinde, a quien no tiene, al parecer, nada que aportar a la economía nacional o mundial.

En realidad, lo que sucede es que se considera plena la vida de una persona si goza, la misma, de plena salud y tiene sus “capacidades humanas” a pleno rendimiento. Sin embargo, bien sabemos que no siempre manifestar una salud de hierro quiere decir ser plenamente feliz pues una cosa no lleva aparejada la otra. Y ejemplos tenemos muchos ante los cuales sólo cabe pensar que lo que puede parecer imposible es alcanzable con fe, con perseverancia y con inspiración divina rectamente escuchada y encauzada.

Sabe, por otra parte, el Papa Francisco, que si hay un ámbito, precisamente, acogedor donde no se mira a la persona según se manifieste su salud sino porque es persona, es la familia. Sólo en ella es posible hacer real el ideal (al parecer inalcanzable según podemos ver a nivel de sociedad) según el cual quien se encuentra pasando por unos momentos en su vida en los que la salud se ha resquebrajado ha de ser muy especialmente tenido en cuenta. No olvidamos, por eso, aquello de que “los sanos no necesitan médico, sino los enfermos” (Mt 9, 12)

Por eso, además de por otras realidades, se pretende destruir una institución que, como la familia, ha procurado el bienestar de sus miembros siendo, no por casualidad, los más disminuidos físicos o psíquicos o, simplemente, entrados en años, los más protegidos y cuidados.

¿Cómo, pues, manifiesta una sociedad que puede darse a sí misma tal nombre?

Para el Papa Francisco (como para la Iglesia católica) una sociedad puede darse a sí misma tal nombre si demuestra que acoge, sobre todo, a quien pudiera considerarse excluido de la misma. Así como Jesús acogió a los que estaban enfermos (de espíritu o de cuerpo) y les dio verdadera dimensión humana integrándolos en la sociedad, la que quiera ser considerada como tal ha de hacer lo propio con los ancianos o/y los discapacitados. Hacer otra cosa como, por ejemplo, procurar su muerte “legal” (aberración intrínsencamente perversa ésta) es poner sobre la mesa la existencia de una sociedad perdida y de un devenir social que agrandará la fosa en la que, sin duda alguna, caerá la misma con todos nosotros dentro.

De todas formas, bastaría con tener en cuenta, siempre, lo que el profeta Oseas escribe en 6, 6 y que no es otra cosa que aquello que recuerda Yahvé acerca de que quiere “amor, no sacrificios”.

Es bien cierto que una sociedad que se quiere alejar de Dios porque, por ejemplo, recuerda cosas como ésta, difícilmente volverá sus ojos a personas que escribieron tales palabras hace muchos siglos. Sin embargo, al menos los hijos de Dios que sabemos que lo somos nunca deberíamos olvidar tales palabras. Por eso el Papa Francisco recuerda lo que a todas luces es evidente y, seguramente por eso mismo, tan olvidado.

Eleuterio Fernández Guzmán

El Pensador

La Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR.

Las bases son las que siguen:


1.- Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR, conforme a las presentes bases.

2.- Podrán concurrir al Premio cualesquiera obras inéditas de ensayo, en lengua castellana, cuya temática verse sobre “De Franco a hoy: evolución de España desde 1975 a 2013″ desde el punto de vista social, cultural y/o moral. Esta temática podrá ser abordada en conjunto o desde cualquier aspecto concreto.

3.- Las obras tendrán una extensión mínima de 150 páginas y máxima de 300. La tipografía a utilizar será el Times New Roman, tamaño 12, espaciada a 1,5. Se presentarán dos copias impresas en papel y se adjuntará una copia en formato word.

4.- Los autores, que podrán ser de cualquier nacionalidad, entregarán sus obras firmadas con nombre y apellidos, o con pseudónimo.

En el caso de que la obra venga firmada con nombre y apellidos, es obliga-torio incluir fotocopia del documento oficial de identidad, una hoja con los datos personales (nombre y apellidos, dirección postal, teléfono y email), un currículum vitae detallado del autor, así como un certificado firmado en donde se haga constar que la misma es propiedad del autor, que no tiene derechos cedidos a o comprometidos con terceros y que es inédita.

En el caso de que la obra sea presentada bajo pseudónimo, se incorporará una plica (con el título de la obra y el pseudónimo utilizado), en cuyo interior se incluirá la documentación referida en el párrafo anterior. Las plicas sólo serán abiertas en el caso de que la obra fuera premiada. En caso contrario serán destruidas junto a los originales presentados.

5.- Se admite la presentación de obras colectivas, pero en este caso el premio se repartirá a prorrata entre los autores. Y la documentación exigida en la cláusula anterior regirá por cada uno de ellos.

6.- Las obras presentadas al Premio no podrán ser editadas, reproducidas, cedidas o comprometidas con terceros, hasta el fallo definitivo. El ganador y, en su caso, los accésits ceden, por el mismo acto del fallo y de manera inmediata, los derechos exclusivos y universales de edición durante quince años a favor de Stella Maris.

Ninguna obra presentada al Premio podrá ser retirada del concurso hasta el fallo del Jurado.

7.- El Premio consistirá en:
* 6.000 euros en concepto de anticipos de derechos de autor.
* Publicación de la obra en una de las colecciones de Stella Maris.
* El 7% sobre las ventas, en concepto de derechos de autor.

8.- El Premio puede ser declarado desierto. Asimismo puede otorgarse un Accésit por cada una de las siguientes modalidades: Ciencias Sociales, Cultura y Filosofía.

El premio de cada accésit será un diploma acreditativo. Stella Maris se reservará el derecho de publicación de cada accésit y, en este caso, el otorgamiento de un 7% sobre ventas en concepto de derechos de autor.

9.- El plazo máximo de presentación de obras que opten al Premio comienza el 1 de febrero y finaliza el 29 de diciembre de 2014 a las 24 horas.
Las obras deberán presentarse por correo certificado a la siguiente dirección:

Stella Maris
(PREMIO “REVISTA EL PENSADOR")
c/. Rosario 47-49
08007 Barcelona

10.- El Jurado estará compuesto por cinco profesores universitarios e intelectuales de reconocido prestigio, designados por Stella Maris. La composición del Jurado se hará pública al mismo tiempo que el fallo del Premio.

11.- El premio será fallado el 27 de febrero de 2015 y será publicado al día siguiente, comunicándose directamente además al ganador y accesits. El fallo del jurado será inapelable.

Las obras no premiadas serán automáticamente destruidas y no se devolverán en ningún caso a sus autores. Stella Maris no están obligados a mantener correspondencia con ninguno de los aspirantes al Premio.

12.- La concurrencia al Premio implica la aceptación expresa de las presentes bases de convocatoria.

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El Vicario de Cristo pastorea a la grey de Dios porque sabe que es lo que Dios quiere que haga.

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Para leer Fe y Obras.
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El Buen Camino

La Banda de Cornetas y Tambores “El Buen Camino”, de Humanes (Guadalajara, España) ofrece el III Concierto de Cuaresma en honor a Jesús de la Salud. Es mañana sábado, 22 de marzo, en la Iglesia del Carmen, situada en la Plaza del Carmen Nº 1 de Guadalajara. El acto sera tras la misa de las 19.00 horas.

Quedan todos invitados.

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Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:


Y da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

20.03.14

Ad pedem litterae – P. Pablo Cabellos Llorente

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Está más que bien tener santos y beatos.

Las personas que, por parte de la Iglesia católica, son declaradas como tales son, siempre, ejemplo a seguir. Muestran, las mismas, unas virtudes muy buenas para imitar y dejarnos claro que no es imposible ser santo o beato. Y eso pasa con el caso de don Álvaro del Portillo, sucesor inmediato de San Josemaría al cargo del Opus Dei.

El autor del artículo, a partir de la declaración de las virtudes heroicas de don Álvaro por parte del emérito Benedicto XVI y la posterior aprobación del milagro necesario para la beatificación por parte del Papa Francisco, no puede ocultar (ni debe, por cierto) que conoció a don Álvaro y que tiene de él unos recuerdos que con imborrables.

Destaca, sobre todas, dos virtudes como son la lealtad y la humildad pues con ellas cimentó una vida espiritual quien en pocos meses subirá los altares.

Ha de ser cierto aquello que trae el P. Pablo Cabellos y que ha dicho Monseñor Echevarría (actual Prelado del Opus Dei y sucesor de don Álvaro): “Don Álvaro infundía paz en los corazones”. Y con esa paz nos quedamos todos rogándole, también, que interceda por nosotros.

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

Don Álvaro, cien años después

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19.03.14

Carta a San José

San José

Amado y estimado José

Perdona que me dirija a ti de una forma tan descarada pero eres mi Padre en la fe y, por eso mismo, como hijo, me siento en la familiaridad de poder decirte Padre. Ni siquiera te he llamado santo aunque sé que lo eres. Vamos, que ya fuiste virtuoso en vida y a lo largo de la misma mostraste el talante que tienen los fieles hijos de Dios que saben que lo son y que acometen su vida según la misión que tienen encomendada. Por eso te digo Padre, pues lo eres.

A lo largo de tus años como encargado, por Dios, de cuidar de María y de Jesús manifestaste no pocos ejemplos de fe, de amor y de esperanza. Por eso nos gusta pensar que nosotros, los otros hijos de Dios, queremos imitarte y procurar ser fieles a lo que decimos creer, manifestar un estado perpetuo de caridad por nuestro prójimo y, en fin, no dejar de lado el pensamiento según el cual siempre debemos confiar en la Providencia de Quien tanto te demostró a ti.

Pero, ¿sabes?, no siempre somos capaces de pasar un listón tan alto…

También nos han dicho muchas veces que eres Maestro de vida interior. Será, seguramente, por el silencio santo que mostraste a lo largo de lo poco que conocemos de tu vida. ¿Recuerdas, por ejemplo, aquella vez que se quedó Jesús en el Templo cuando tenía 12 años?

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