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21.10.14

Un amigo de Lolo – Decálogo del sufrimiento - Cristo como ejemplo de sufrimiento

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, vamos a traer aquí, durante 10 semanas, con la ayuda de Dios, el llamado “Decálogo del enfermo” que Lolo escribió para conformación y consuelo de quien sufra.

Sexto precepto del decálogo del enfermo:

“Cristo, voluntariamente inconsolable en el ¡HÁGASE! para que ya nunca exista una agonía sin su confortación.”

Cristo como ejemplo de sufrimiento

Lolo

Decir que Cristo no quería ser consolado pudiera parecer algo exagerado según las circunstancias por las que estaba pasando. Sin embargo, las mismas no eran, digamos, de las ordinarias pues ni su naturaleza divina ni su vida humana eran, por así decirlo, comunes. Es más, eran únicas.

El caso es que en nuestro dolor, en el sufrimiento que podamos acoger en nuestro cuerpo y en nuestra alma siempre está Jesucristo como ejemplo de qué hacer y de cómo comportarse.

La voluntad de Dios, que siempre la tenemos en nuestro corazón como una verdad de fe, sirvió al Mesías a la hora de sobrenadar la Pasión que estaba a punto de pasar y sufrir.

En principio, en Getsemaní, en aquel huerto donde se acercó a orar con tres de sus más allegados discípulos, quiso, como hombre, pedir a Dios que pasara el cáliz que tenía que vivir. Pero sabía que su Padre, y el nuestro, tenía otros planes para su vida. Y aceptó los mismos con gallardía y con fidelidad filial. Cristo, en aquel mismo momento en el que dijo “que se cumpla tu voluntad y no la mía” sabía que todo se estaba cumpliendo y que lo escrito en las Sagradas Escrituras a su respecto no iba a quedar por falso.

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