InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Julio 2014

15.07.14

Un amigo de Lolo – Santa y necesaria humildad

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Santa y necesaria humildad
“La humildad es como los olvidados guijarros del camino, que la luz los busca y ellos responden con un alegre reflejo”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (460)

¿Qué somos ante el mundo, ante nuestro prójimo, ante Dios?

Esta pregunta tiene su intríngulis pues de la respuesta que demos nuestra relación con el Creador será de uno o otro cariz. En realidad, además, supone manifestar lo que, al respecto de nuestra fe, somos.

En una ocasión Jesús dijo que era “humilde de corazón”. No lo decía, como sabemos, con falsa modestia sino haciendo uso de su corazón verdadero y siendo la Palabra de Dios su propio Verbo.

Con aquello se ponía, otra vez ejemplo y otra vez Maestro, de lo que debe ser, de lo que debe hacer un discípulo suyo.

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14.07.14

Serie oraciones - Para ser como un niño, como quiere Cristo, de Manuel Lozano Garrido, Lolo

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones: Para ser como un niño, como quiere Cristo, de Manuel Lozano Garrido, Lolo.

Ser como niños

¿Quieres ser pequeño?
Pues ponte a caminar
sin hacerle preguntas a Dios.
Si el minuto que viene te trae un desengaño
el que le sigue una ingratitud,
el siguiente antepone un dolor,
tú cierra la boca y apenas la abras más
que para darle conformidad a tu destino.
Ser niño es no tener corazón de gallito,
ni descascarillarse de las ilusiones su fulgor.
Notar que la vida se pone oscura y, no obstante,
levantar la cabeza, aunque nos resbale la lluvia por la cara,
porque se sabe que Dios refulge por encima de las nubes.
Ser niño es purificar el pensamiento de letreros de alquitrán.
Los espíritus alegres son niños; los que sonríen,
los generosos, los amables, los optimistas,
niños también.
Amén.

(Extraída, como texto, del libro de Lolo “Cartas con la señal de la Cruz” y habilitada en forma de oración)

Muchas veces hemos leído y escuchado que Jesús quería mucho a los niños. Y, como los quería tanto, los ponía de ejemplo para poder alcanzar el Reino de los cielos.

¡Casi nada es eso!

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13.07.14

La Palabra del Domingo - 13 de julio de 2014

Mt 13, 1-23

Biblia

“1 Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó a orillas del mar. 2 Y se reunió tanta gente junto a él, que hubo de subir a sentarse en una barca, y toda la gente quedaba en la ribera. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas. Decía: ‘Una vez salió un sembrador a sembrar. 4 Y al sembrar, unas semillas cayeron a lo largo del camino; vinieron las aves y se las comieron. 5 Otras cayeron en pedregal, donde no tenían mucha tierra, y brotaron enseguida por no tener hondura de tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se agostaron y, por no tener raíz, se secaron. 7 Otras cayeron entre abrojos; crecieron los abrojos y las ahogaron. 8 Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. 9 El que tenga oídos, que oiga.’

10 Y acercándose los discípulos le dijeron: ‘¿Por qué les hablas en parábolas?’ 11 El les respondió: ‘Es que a vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. 12 Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 13 Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 En ellos se cumple la profecía de Isaías: = Oír, oiréis, pero no entenderéis, mirar, miraréis, pero no veréis. = 15 = Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane. = 16 «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! 17 Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.18 ‘Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. 20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.’”

COMENTARIO

Cuando Dios siembra en nuestro corazón su Palabra y, así, una forma nueva de ser, lo que trata es de que aceptemos tanto una como otra y vengamos a ser nuevos hijos sometidos a su voluntad que tenemos como santa y buena.

En qué situación nos encontramos, en cuanto tierra donde pueda caer la semilla del Amor de Dios es, en mucha manera, cuenta de cada uno de nosotros. Podremos ser tierra fértil donde se produzca un tanto por cien muy elevado de lo sembrado o, al contrario, tierra seca donde no arraigue ni el Amor de Dios ni lo que significa creer en el Creador.

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12.07.14

Serie “Al hilo de la Biblia” -Tobías: unos consejos bien aprovechables.

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia “ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Tobías: unos consejos bien aprovechables

Tobias y Tobit

Esto está escrito (Tb 4, 1-11 )


Los consejos de Tobit a su hijo

4 1 Aquel día, Tobit se acordó del dinero que había dejado en depósito a Gabael, en Ragués de Media, 2 y pensó: “Ya que he pedido la muerte, haría bien en llamar a mi hijo Tobías para hablarle de ese dinero antes de morir".

3 Entonces llamó a su hijo Tobías y, cuando este se presentó, le dijo:

“Entiérrame dignamente. Honra a tu madre, y no la abandones ningún día de su vida. Trata de complacerla y no la entristezcas.

4 Acuérdate, hijo mío, de todos los peligros a que estuvo expuesta por tu causa, mientras te llevaba en su seno. Y cuando muera, entiérrala junto a mí en la misma tumba.

5 Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío, y no peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia.

6 Porque si vives conforme a la verdad, te irá bien en todas tus obras 7 como a todos los que practican la justicia.

Da limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana. No apartes tu rostro del pobre y el Señor no apartará su rostro de ti.

8 Da limosna según la medida de tus posibilidades; si tienes poco, no temas dar de lo poco que tienes.

9 Así acumularás un buen tesoro para el día de la necesidad.

10 Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas: 11 la limosna es, para todos los que la hacen, una ofrenda valiosa a los ojos del Altísimo.

12 Cuídate, hijo mío, de toda unión ilegítima y, sobre todo, elige una mujer del linaje de tus padres. No tomes por esposa a una extranjera, que no pertenezca a la tribu de tu padre, porque nosotros somos hijos de profetas. Acuérdate, hijo mío, de Noé, de Abraham, de Isaac y de Jacob, nuestros antiguos padres; ellos eligieron sus esposas entre las mujeres de sus parientes. Por eso fueron bendecidos en sus hijos y su descendencia poseerá la tierra en herencia.

13 Por lo tanto, hijo mío, prefiere a tus hermanos; no te muestres orgulloso con los hijos y las hijas de tu pueblo, rehusando tomar una esposa entre ellos. Porque el orgullo acarrea la ruina y un gran desorden, y la ociosidad lleva a la decadencia y a la miseria; ella es, en efecto, madre de la penuria.

14 No retengas hasta el día siguiente el salario de un trabajador; retribúyele inmediatamente y, si sirves a Dios, él te lo retribuirá. Hijo mío, vigila todas tus acciones y muéstrate siempre bien educado.

15 No hagas a nadie lo que no te agrada a ti. No bebas hasta embriagarte y que la embriaguez no te acompañe en el camino.

16 Comparte tu pan con los que tienen hambre y tus vestidos con los que están desnudos. Da limosna de todo lo que te sobra y no lo hagas de mala gana.

17 Ofrece tu pan sobre la tumba de los justos, pero no lo des a los pecadores.

18 Pide consejo a las personas sensatas y no desprecies un buen consejo.

19 En cualquier circunstancia bendice al Señor, tu Dios; pídele que dirija tus pasos y que todos tus caminos y todos tus proyectos lleguen a feliz término. Porque ningún pueblo posee la sabiduría, sino que es el Señor el que da todos los bienes; él humilla a quien quiere, hasta lo más profundo del Abismo. Hijo mío, acuérdate de estos preceptos, y que nunca se borren de tu corazón.

20 Y ahora, quiero hacerte saber que yo dejé en depósito a Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata.

21 No te preocupes de que nos hayamos empobrecido. Tú tienes una riqueza muy grande si temes a Dios, si evitas cualquier pecado y si haces lo que agrada al Señor, tu Dios".

Es bien cierto que desde que se escribió este libro de la Santa Biblia han pasado muchos años. Por tanto, algunos aspectos de lo que contienen estos consejos pueden no estar al orden del día pues las costumbres han cambiado mucho desde entonces.

Sin embargo, las consideradas (podríamos decirlo así) “generales de la ley” (de Dios) bien que nos sirven y valen para ahora mismo. Y esto es señal de que provienen de inspiración divina.

Digamos, para entender en su totalidad, el “ambiente espiritual” en el que se desenvuelve este libro bíblico, que Tobías, como tal, fue escrito, podemos datar su escritura, hacia el año 200 a.C. Como la situación de la que trata este libro es la de una familia de la tribu de Neftalí que ha sido deportada a Nínive es muy particular es importante saber que este libro que recoge el Antiguo Testamento está escrito con una clara intención: moral y religiosa y, por ende, destacando la Providencia de Dios.

Ateniéndonos a lo dicho arriba es claro que las palabras que Tobías le dirige a su hijo Tobit tienen un contenido claramente moralizante y buscan sembrar en el corazón del segundo unos principios de los cuales no debe apearse nunca.

Uno a uno los consejos dados tienen importancia y, como hemos dicho supra, quitando de aquello que no es, propiamente, aplicable a las circunstancias actuales (por ser muy propio de una determinada cultura y una determinada situación) lo bien cierto es que podemos aplicar los mismos, uno a uno, a nuestras actuales circunstancias. Y eso sólo puede querer decir que tal texto sólo puede haber sido producido por inspiración divina (como ya hemos apuntado arriba) cuyo verbo e intención no tienen tiempo de cumplimiento sino que es y son eternos.

Pues bien, en este texto del Libro de Tobías podemos apreciar, por decirlo así, dos niveles de consejos:

1. Lo relacionado con Dios.

2. Lo relacionado con la vida particular de quien escucha.

En cuanto a lo primero es claro que Tobías tiene una gran fe en Dios Todopoderoso y pretende que Tobit, hijo suyo, también la tenga. Por eso hace hincapié en detalles como que, por ejemplo, debe tener siempre presente a Dios en su vida y, por tanto, no pecar nunca.

Esto no es nada extraño pues la consecuencia primera y principal de considerarse hijo de Dios es no querer ofender a tan gran Padre.

Luego, también resulta tener por muy bueno el temor de Dios y pedirle que dirija nuestros pasos. Y eso es lo que aconseja Tobías a su Hijo.

En primer lugar, lo hace al respecto del temor de Dios porque sólo teniendo en cuenta que no somos nada (barro del que Dios nos creó partiendo de algo ya existente) y que, por tanto, debemos, ser humildes antes el Creador y ante nuestro prójimo, podría Tobit situarse bien ante Quien todo lo creó y mantiene.

Pero también mantiene Tobías, con lo que dice, que Dios no debe ser, aunque lo sea, el más importante para nosotros sino que debemos (debe Tobit y los demás) demandar, de su parte, la dirección de nuestra vida. Así, de tal manera, no caeríamos en las trampas del Maligno y no devendríamos, por ejemplo, cizaña en las mieses de Dios. Recordemos, aquí mismo, aquello que diría Jesús siglos después acerca de que “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial”, recogido en Mt 6, 21.

Tiene, sin embargo, mucho que decir Tobías acerca de lo moralmente admisible y espiritualmente factible. Por eso aconseja acerca de la honra que merecen el padre y la madre y que debe ser respetada; dar limosna a los necesitados porque eso acumula tesoros en el cielo.

En ese caso recordamos, según lo que dice Tobías, el caso de la viuda que en tiempo de Jesús da todo lo que tiene (que es poco) porque es lo mismo que asonseja el padre al hijo: dar, incluso, lo poco que tenga. Y es que eso lo ha de tener, lo tiene, muy en cuenta, el Señor.

Pero Tobías no cesa de aconsejar acerca de lo que cree es importante y que debe conocer Tobít. Así, por ejemplo, el no ser orgulloso o, también, el pedir consejo a personas consideradas sensatas.

Y, sin embargo, el consejo crucial que Tobías dirige a Tobit es aquel que se refiere a una “general de la ley” (seguramente la más elemental) de Dios y que, de seguirla, mucho de lo que entonces pasaba en el mundo y ahora sigue pasando (con medios, eso sí, más mortíferos) no pasaría: no hacer a los demás lo que no quieres que a ti te hagan.

Tal es una regla de oro que Tobías recomendaba seguir siempre a su hijo pues, con toda seguridad, sólo le traería buenas consecuencias.

Y algo que siempre debería ser tenido en cuena: el Señor da todos los bienes. Y nada es nuestro.

Eleuterio Fernández Guzmán

La Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR.

El Pensador

Las bases son las que siguen:


1.- Editorial Stella Maris convoca el I Premio de Ensayo REVISTA EL PENSADOR, conforme a las presentes bases.

2.- Podrán concurrir al Premio cualesquiera obras inéditas de ensayo, en lengua castellana, cuya temática verse sobre “De Franco a hoy: evolución de España desde 1975 a 2013″ desde el punto de vista social, cultural y/o moral. Esta temática podrá ser abordada en conjunto o desde cualquier aspecto concreto.

3.- Las obras tendrán una extensión mínima de 150 páginas y máxima de 300. La tipografía a utilizar será el Times New Roman, tamaño 12, espaciada a 1,5. Se presentarán dos copias impresas en papel y se adjuntará una copia en formato word.

4.- Los autores, que podrán ser de cualquier nacionalidad, entregarán sus obras firmadas con nombre y apellidos, o con pseudónimo.

En el caso de que la obra venga firmada con nombre y apellidos, es obliga-torio incluir fotocopia del documento oficial de identidad, una hoja con los datos personales (nombre y apellidos, dirección postal, teléfono y email), un currículum vitae detallado del autor, así como un certificado firmado en donde se haga constar que la misma es propiedad del autor, que no tiene derechos cedidos a o comprometidos con terceros y que es inédita.

En el caso de que la obra sea presentada bajo pseudónimo, se incorporará una plica (con el título de la obra y el pseudónimo utilizado), en cuyo interior se incluirá la documentación referida en el párrafo anterior. Las plicas sólo serán abiertas en el caso de que la obra fuera premiada. En caso contrario serán destruidas junto a los originales presentados.

5.- Se admite la presentación de obras colectivas, pero en este caso el premio se repartirá a prorrata entre los autores. Y la documentación exigida en la cláusula anterior regirá por cada uno de ellos.

6.- Las obras presentadas al Premio no podrán ser editadas, reproducidas, cedidas o comprometidas con terceros, hasta el fallo definitivo. El ganador y, en su caso, los accésits ceden, por el mismo acto del fallo y de manera inmediata, los derechos exclusivos y universales de edición durante quince años a favor de Stella Maris.

Ninguna obra presentada al Premio podrá ser retirada del concurso hasta el fallo del Jurado.

7.- El Premio consistirá en:
* 6.000 euros en concepto de anticipos de derechos de autor.
* Publicación de la obra en una de las colecciones de Stella Maris.
* El 7% sobre las ventas, en concepto de derechos de autor.

8.- El Premio puede ser declarado desierto. Asimismo puede otorgarse un Accésit por cada una de las siguientes modalidades: Ciencias Sociales, Cultura y Filosofía.

El premio de cada accésit será un diploma acreditativo. Stella Maris se reservará el derecho de publicación de cada accésit y, en este caso, el otorgamiento de un 7% sobre ventas en concepto de derechos de autor.

9.- El plazo máximo de presentación de obras que opten al Premio comienza el 1 de febrero y finaliza el 29 de diciembre de 2014 a las 24 horas.
Las obras deberán presentarse por correo certificado a la siguiente dirección:

Stella Maris
(PREMIO “REVISTA EL PENSADOR")
c/. Rosario 47-49
08007 Barcelona

10.- El Jurado estará compuesto por cinco profesores universitarios e intelectuales de reconocido prestigio, designados por Stella Maris. La composición del Jurado se hará pública al mismo tiempo que el fallo del Premio.

11.- El premio será fallado el 27 de febrero de 2015 y será publicado al día siguiente, comunicándose directamente además al ganador y accesits. El fallo del jurado será inapelable.

Las obras no premiadas serán automáticamente destruidas y no se devolverán en ningún caso a sus autores. Stella Maris no están obligados a mantener correspondencia con ninguno de los aspirantes al Premio.

12.- La concurrencia al Premio implica la aceptación expresa de las presentes bases de convocatoria.


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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Palabra de Dios, la Palabra.

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Para leer Fe y Obras.
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11.07.14

Las llaves de Pedro – Consideraciones sobre Lumen fidei - Fe, amor, verdad.

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

En los siguientes artículos vamos a tratar de comentar la primera Carta Encíclica del Papa Francisco. De título “Lumen fidei” y trata, efectivamente, de la luz de la fe.

Fe, verdad, amor.

Amor y conocimiento de la verdad

“26. En esta situación, ¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando el modo justo de entender la verdad? Para responder, es necesario reflexionar sobre el tipo de conocimiento propio de la fe. Puede ayudarnos una expresión de san Pablo, cuando afirma: ‘Con el corazón se cree’ (Rm 10,10). En la Biblia el corazón es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazón es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo. La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad.

27. Es conocida la manera en que el filósofo Ludwig Wittgenstein explica la conexión entre fe y certeza. Según él, creer sería algo parecido a una experiencia de enamoramiento, entendida como algo subjetivo, que no se puede proponer como verdad válida para todos. En efecto, el hombre moderno cree que la cuestión del amor tiene poco que ver con la verdad. El amor se concibe hoy como una experiencia que pertenece al mundo de los sentimientos volubles y no a la verdad.

Pero esta descripción del amor ¿es verdaderamente adecuada? En realidad, el amor no se puede reducir a un sentimiento que va y viene. Tiene que ver ciertamente con nuestra afectividad, pero para abrirla a la persona amada e iniciar un camino, que consiste en salir del aislamiento del propio yo para encaminarse hacia la otra persona, para construir una relación duradera; el amor tiende a la unión con la persona amada. Y así se puede ver en qué sentido el amor tiene necesidad de verdad. Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo, superar la fugacidad del instante y permanecer firme para dar consistencia a un camino en común. Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo. El amor verdadero, en cambio, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, no consigue llevar al ‘yo’ más allá de su aislamiento, ni librarlo de la fugacidad del instante para edificar la vida y dar fruto.

Si el amor necesita la verdad, también la verdad tiene necesidad del amor. Amor y verdad no se pueden separar. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona. La verdad que buscamos, la que da sentido a nuestros pasos, nos ilumina cuando el amor nos toca. Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad, que él mismo abre nuestros ojos para ver toda la realidad de modo nuevo, en unión con la persona amada. En este sentido, san Gregorio Magno ha escrito que ‘amor ipse notitia est'’, el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una lógica nueva. Se trata de un modo relacional de ver el mundo, que se convierte en conocimiento compartido, visión en la visión de otro o visión común de todas las cosas. Guillermo de Saint Thierry, en la Edad Media, sigue esta tradición cuando comenta el versículo del Cantar de los Cantares en el que el amado dice a la amada: ‘Palomas son tus ojos’ (Ct 1,15)[21]. Estos dos ojos, explica Guillermo, son la razón creyente y el amor, que se hacen uno solo para llegar a contemplar a Dios, cuando el entendimiento se hace ‘entendimiento de un amor iluminado’ .

28. Una expresión eminente de este descubrimiento del amor como fuente de conocimiento, que forma parte de la experiencia originaria de todo hombre, se encuentra en la concepción bíblica de la fe. Saboreando el amor con el que Dios lo ha elegido y lo ha engendrado como pueblo, Israel llega a comprender la unidad del designio divino, desde su origen hasta su cumplimiento. El conocimiento de la fe, por nacer del amor de Dios que establece la alianza, ilumina un camino en la historia. Por eso, en la Biblia, verdad y fidelidad van unidas, y el Dios verdadero es el Dios fiel, aquel que mantiene sus promesas y permite comprender su designio a lo largo del tiempo. Mediante la experiencia de los profetas, en el sufrimiento del exilio y en la esperanza de un regreso definitivo a la ciudad santa, Israel ha intuido que esta verdad de Dios se extendía más allá de la propia historia, para abarcar toda la historia del mundo, ya desde la creación. El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación.

Lumen fidei

Sabemos, por tanto, que la fe salva. Pero no podemos olvidar que existe una relación muy importante entre creer y conocer la verdad. Es más, que no es posible entender lo segundo sin lo primero.

Empecemos diciendo que el conocimiento de la verdad, la Verdad, es esencial para el ser humano que, mínimamente, considere importante la vida que lleva y, sobre todo, el destino que le tiene reservado Dios. Y, en eso, la fe, su luz, es fundamental para comprender tan crucial realidad espiritual.

¿Tiene, pues, la fe que ver con la verdad?

Así dicho pudiera parecer pregunta absurda. ¡Claro que tiene que ver!, podría decir cualquiera. Sin embargo, no es tan acertado tal pensamiento para según qué espíritus pues es más que cierto que hay un pensamiento muy extendido según el cual la verdad puede ser descubierta sin la fe; vamos, sin nada de fe.

Digamos, por ejemplo, que a la verdad, a nivel de pensamiento areligioso, se puede llegar, por ejemplo, a través de la experimentación. Lo pragmático, entonces, juega un papel esencial y nada que tenga que ver con lo sobrenatural es necesario. Tal es este tipo de idea que sostiene a muchos corazones ateos o agnósticos. No necesitan, pues, la fe y, por tanto, no necesitan creer en Dios para descubrir la verdad: se basta y sobran con sus propias características humanas y con los avances que, en tal terreno, ha podido alcanzar la razón exenta de fe pues en tal caso no hay fides et ratio sino sólo ratio sine fides.

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