InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2013

15.10.13

Un amigo de Lolo - Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Dios es Todo de todo pero no todo es Dios

“¡Qué inmensa fuente de energías Aquella que puede dar su poder al rayo, la ola, el viento, los átomos y el sol! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (1)

Existe la idea panteísta según la cual todas las realidades son Dios. Sin embargo, bien sabemos que eso no es cierto por una razón tan sencilla como es, por ejemplo, en el hombre, la existencia del pecado y en el resto de seres, la simple imperfección en su esencia y su existir.

Todo, eso sí, parte de Dios y se mantiene, también, por el mismo Creador que, a diferencia de lo que se pueda pensar, no se quedó a descansar para siempre en el famoso séptimo día en el que, después, de Crear (con mayúscula) tomó tan sabia decisión de dejar que lo creado actuase por sí mismo llevado de la libertad (racional o irracional en el sentido de instintiva) como don de Dios.

En realidad, si bien lo pensamos es bastante cómodo para nosotros creer, porque es cierto, que Dios da a todo lo que existe una razón para existir, una forma de existir y, en fin, un modo de conducirse. Es cómodo, decimos, porque nos evita tener que estar, continuamente, justificando esto o lo otro. Todo es parte de la Providencia del Todopoderoso y a ella nos debemos.

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14.10.13

Serie oraciones – invocaciones : Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie oraciones – invocaciones- Oración para alcanzar la humildad, de Santa Teresita del Niño Jesús

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13.10.13

La Palabra del Domingo - 13 de octubre de 2013

Beatificación 13.10.13

Biblia

Lc 17, 11-19

“11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron: ‘¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!’ 14 Al verlos, les dijo: ‘Id y presentaos a los sacerdotes.’ Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: ‘¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’ 19 Y le dijo: ‘Levántate y vete; tu fe te ha salvado.’”

COMENTARIO

La salvación es para todos: Palabra de Dios

La verdad es que sentirse miembro del pueblo elegido por el Creador para ser salvado ha de ser algo muy bueno. Eso, al menos, pensaban los que pertenecían al pueblo judío. Se sentían muy afortunados, ¡y lo eran!, por estar en el corazón de Dios y ser, así, quienes iban a ocupar las praderas del definitivo Reino del Todopoderoso.

Eso, en verdad, era más que cierto. Y, sin embargo, tuvo que cambiar mucho la situación por la que pasó aquel pueblo elegido para que Dios se viese obligado en enviar a su Hijo engendrado y no creado para que la salvación, ahora sí, pudiese recaer sobre la humanidad toda que, no olvidamos, ha creado el Padre.

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12.10.13

Hispanidad y fe

Hispanidad.

Que el día 12 de octubre se celebre, al menos en España (aunque cada vez con menos intensidad y devoción política) el que es llamado de la “Hispanidad” ha de querer decir algo. En realidad ha de querer decir que en un momento determinado, y llevados por barcos de este lado del charco y del Reino de Castilla en el siglo XV unos esforzados compatriotas supieron hacer algo más que decir “tierra a la vista”. Es más, con aquella visión se abría un mundo no sólo económico sino, yendo mucho más lejos, una inmensa obra espiritual.

Pues bien, no se me ocurre mejor homenaje a tantas y tantas personas que colaboraron en la evangelización de América que recordar esto que sigue.

Descubrir y evangelizar

En algunas ocasiones se ha criticado el hecho mismo del descubrimiento de América. A lo mejor se piensa que hubiera sido mejor que la situación se hubiera quedado como estaba antes de que Cristóbal Colón llegara a las tierras hermanas. Eso, claro, no se puede saber pero, como es más que posible que de no haberlo hecho el navegante que lo hizo al servicio del Reino de Castilla lo hubiera hecho otra persona favoreciendo a algún otro Reino, tenemos por bueno lo hecho.

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11.10.13

Eppur si muove - La vida, la nuestra… ¿es nuestra?

Confianza en Dios

Hace pocos días el teólogo Hans Küng ha dado a entender que, dado que está pasando por un mal momento físico debido a una grave enfermedad que padece, está meditando la posibilidad de hacer que alguien le quite la vida. Lo dice porque, a su entender, puede hacer depende su propia existencia de su propia voluntad y si le viene bien (por lo mal que está físicamente) basta con procurarse un remedio tan extremo como es que se le quite la vida en aplicación de la temible y terrible eutanasia.

En realidad, en todo esto subyace un tema muy grave como es la pérdida total de fe mediante la duda acerca de si es posible hacer con nuestra vida, en el fondo y en el final de la misma, lo que nos venga en gana.

Por eso podemos preguntar si la vida es nuestra. Así de simple.

Por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia católica también contempla el tema del suicidio (sea asistido o no lo sea) Así, por ejemplo, dice que

“2280 Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. El sigue siendo su soberano Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos de ella.

2281 El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.

2282 Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral. Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida.

2283 No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida.”

Queda, pues, más que claro que la vida no es nuestra porque nos la haya dado Dios sino que es, precisamente, de Dios que es quien nos la ha dado. Y sólo al Creador corresponde decidir en qué momento terminamos nuestro peregrinar por este mundo.

No podemos, por lo tanto, disponer de nuestra vida a nuestro antojo para hacer algo muy contrario a la misma como es, por ejemplo, el suicidio. Es, además, una manifestación de franco desagradecimiento hacia el Todopoderoso que no debemos olvidar.

Y, abundando en la importancia que tiene la vida y en lo que no hay que hacer con ella, el Beato Juan Pablo II en su Evangelium vitae (65) dice que

“Ciertamente existe la obligación moral de curarse y hacerse curar, pero esta obligación se debe valorar según las situaciones concretas; es decir, hay que examinar si los medios terapéuticos a disposición son objetivamente proporcionados a las perspectivas de mejoría. La renuncia a medios extraordinarios o desproporcionados no equivale al suicidio o a la eutanasia; expresa más bien la aceptación de la condición humana ante al muerte.”

… Hechas estas distinciones, de acuerdo con el Magisterio de mis Predecesores y en comunión con los Obispos de la Iglesia católica, confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita; es transmitida por la Tradición de la Iglesia y enseñada por el Magisterio ordinario y universal. Semejante práctica conlleva, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio.”

Dice, además, el 5º Mandamiento, “No matarás” que ha de querer decir, también, “No procurarás que te maten” que es lo mismo pero aplicado a uno mismo y a su propia existencia.

Tampoco debemos olvidar que cuando decimos, en el Padre Nuestro, “no nos dejes caer en la tentación” estamos insistiendo a Dios en el hecho de que, aunque exista tal tentación (ahora la de quitarse la vida) nos ayude a no dejar que nos domine y, al final, nos venza.

Es bien cierto, por otra parte, que el sufrimiento, en determinadas ocasiones, puede ser terrible (ahí tenemos a muchas personas que mucho sufren o, por ejemplo, al Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, que mucho sufrió en vida terrena) pero no es menos cierto que el creyente tiene un apoyo tan grande que no puede hacerle ascos en los tales momentos de sufrimiento: es Padre y es Dios. Por eso le recomendamos tanto a Hans Küng como a todos los que sufran por algún motivo de enfermedad o estén pasando otro tipo de tribulaciones a lo mejor menos graves pero también importantes, estas palabras de la santa de Ávila, Santa Teresa de Jesús que son muy conocidas y que dicen esto:

Nada te turbe, nada te espante todo se pasa,
Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta.

Sólo Dios basta… y a Él vamos.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Depende nuestra existencia de Quien nos creó.

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Para leer Fe y Obras.
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