Beato Manuel Lozano Garrido – Lolo, en la prensa – “Carta a Judas, “el fracasado”

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Con este artículo, hacemos un alto en la serie de artículos sobre citas de libros del Beato Lolo para traer uno de los artículos que publicó en la prensa de su tiempo.  Y lo traemos hoy porque nos ha impresionado sobremanera. Lo reproducimos en su totalidad, para gozo del amable lector y, luego, procuraremos no hacerlo de menos con un comentario.

Se titula el artículo, publicado en el Diario “Jaén” el 22 de marzo de 1968, 

 

“Carta a Judas, “el fracasado

 

“A un Judas que ha hecho keriots de ciudades con rascacielos y señales de tráfico; al peor Judas de todos los tiempos, quitando a aquel que se atrevió a comerciar con el propio Dios, ese de corbata, reloj de pulsera y estilográfica, en su despacho con dictáfono y muebles de metal; al Judas vivo entre los satélites; al Judas pulcro, a un  Judas que nadie ve, pero que nos da escalofrío sentir su zancada en las páginas de los diarios. 

Judas: te escribo con escalofrío en una tarde en la que ya pica el sol de la primavera. Hay mucha luz en el cielo y tengo entre las manos un periódico de colorines. Lo que me asusta es el bárbaro poder y el dominio de tu puño cerrado, hecho trilogía de rapiña, soberbia y odio. Fíjate: aquello tuyo de las treinta monedas, que era apenas una modosa aspiración a la casita con delantera donde paladear una frasca de vino, te ha ido ensanchando la ambición hasta el manejo de dividendos, de masas y de naciones ¡Qué pena, Judas, que tu engaño sea tan descarado como el timo de la estampita y los hombres sigamos oyéndote con las orejas huecas, mientras recontamos monedas con prisa. 

Lo peor de todo es que los Judas, sin tocarnos, nos dan codazos en el corazón y nadie cae en el moderno deicidio de los hombres vendidos y crucificados a la vera. A una criatura se le besa en la noche y se le entrega firmando con la misma mano un convenio colectivo y una carta suspendiendo ventas por reajuste y subida de precios. Uno huye del Cenáculo y agarra treinta monedas en el Sanedrín reconociendo que hace falta subir los salarios y decir que se suben repartiendo la paga de “beneficios” en doce meses y comiéndole de paso el cuarenta por ciento. 

Mira, Judas, que es a lo que voy; tú tomabas un denario, pasabas las uñas por el bordillo con ansia, lo colocabas sobre la palma, cerrando la mano con fuerza, y por el brazo que se dobla y se tensa, notabas que subía la médula del dinero. Ahora se hace lo mismo en secreto, y se ceba la cuenta corriente, pero además, el puño se cierra por ansias de mando, por deseos de subirse de puntillas sobre los demás; de que la gente piense al dictado de vuestras ideas y no hable más que como si tuviera un pañuelo dentro de la boca; de que esa hermosa palabra que se llama “libertad” de cada criatura vaya por las aceras dentro de un hombre moralmente lisiado. Es la nueva cosecha que refinas en Biafra, Oriente Medio, o Vietnam: los golpes de fuerza para regodearse en el espejo de los micrófonos o pasear las calles con motoristas y “Cadillac”, cabezas dobladas al borde de la calle, chasquido de pavo real en los tronos de las Casas Azules, Verdes o Amarillas. Y aún hay más: las bombas de plástico sobre los hospitales, los secuestros de enemigos, el muro fratricida de Berlín, esa vena loca, tu tercer puño de rencor; Judas, hidra de tres cabezas: la avaricia, la soberbia y el odio. 

Y sin embargo, si te escribo es porque pienso que una pluma ha de rasguear solo cuando se moja en esperanza, y tengo prisa por pregonar la Victoria que se crece sobre una tarde también de abril. Mira: tú tendrás las redes de publicidad, te darán bolsas en los Sanedrines y habrá penas capitales en los Gólgotas, pero la salvación de las criaturas las asegura el Cristo que se alza en la Cruz la tarde del Viernes Santo. Si pudiera, te pediría que levantases los ojos por una sola vez hasta esas dos extremidades de eterna expresión generosa. Las palmas de Cristo están consumidas por los dos boquetes de la donación redentora. Por un cuenco de agujeros, ya se sabe, no queda nada, se derrama todo. La riqueza de Dios, el amor, la gracia, la felicidad y la gloria se vierten por esos dos manantiales de titán. Con Cristo, lo que triunfa es la puerta abierta sobre el cerrojo, las sandalias sobre el borceguí, la caricia sobre el mordisco. El árbol de la Cruz ha puesto en cada corazón un retoño divino y todo hombre es un sarmiento de cielo, de vida para siempre, de bondad para todos los tiempos. De un día para otro has de oír el clamor de los hombres que se abrazan. Te sorprenderá entonces notar que los que han triunfado son los pobres. Te llegará un pregón de frases nobles; es el olvido y el canto de gloria de los humildes, que son al fin respetados en su libertad al ejemplo de cómo Dios respeta. Sentirás por todos sitios la palabra “amor”, dicha no con sonidos, sino con gestos de criaturas que se dan a los demás, porque todo esto no son palabras baratas sino realidades en el poder de Dios.” 

 

COMENTARIO

 

Sabemos que Judas traicionó a su Señor: primero, porque creyó que no había sido lo que él esperaba del Mesías; luego, porque veía como iba siendo acechado y conocía muy bien el proceder de sus poderosos líderes religiosos. Por eso Judas entregó a Cristo por unas monedas que luego sirvieron para comprar un campo llamado, con razón, “de sangre”. Pero ha habido otros muchos Judas a lo largo de la historia. 

Ciertamente, la traición de los Judas a los que se refiere el Beato Manuel Lozano Garrido, se han actualizado o, lo que es lo mismo, se han modernizado más que mucho y son, por decirlo así, unos Judas actuales, de ahora mismo y no sólo de cuando el linarense universal escribió este artículo. 

Los Judas actuales traicionan a los suyos no ya por un puñado de monedas. No. Se ha subido el precio de la entrega y ahora se habla de dividendos bancarios y, es más, de las  propias naciones a las que se prende sojuzgar so capa de leyes y reglamentos. 

El caso es que se hacen muchas trampas a costa del bienestar ajeno y se habla de libertad cuando, en realidad, no se trata más que de un traje hueco donde sólo las sílabas han quedado de tan gozosa intención. 

Ansiar, presumir por encima de lo esperable y, al fin, mirar al otro con desprecio. Eso es lo que hacen los nuevos Judas, los que han actualizado la traición a cambio de un bienestar egoísta, de un bien ajeno al bien común y, por decirlo pronto, del sometimiento del pueblo a cambio de una nada cargada de vacío. 

De todas formas, los creyentes tenemos más que claro que no ha de prevalecer tal tipo de Judas. El primero se colgó de un árbol y los de hoy mismo han de perecer ante la donación redentora de Jesucristo que, en su cruz colgado, hoy mismo, por los dolores y pecados del mundo, demostrará una vez más que ha de prevalecer el amor sobre el ansia de poder, la Voluntad divina de Dios sobre los augurios negros de los errados profetas del presente. 

¿Sabéis, Judas del presente? Llegará un día, que llamamos Parusía, en el que triunfará, ya para siempre, la justicia de Dios y, entonces, veréis como será el amor y el perdón los que salgan victoriosos y, a lo mejor, si eso es posible, os arrepentiréis de haber sido tan Judas, tan traidores a la descendencia divina y tan necios por no haber sabido aceptar el don que Dios os entregaba, llamado amor, y haberlo vendido por un vaya usted a saber qué mercancía de las que en la Tierra se pierden porque no están hechas para ser acumuladas para el Cielo y rehuisteis acercaros a las que sí están hechas para eso y acabar siendo unos totales y absolutos fracasados. Eso, fracasados.

 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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