María, Madre de Dios y Mediadora de todas las gracias

María Mediadora

María nos lleva a Cristo. Con esto queremos decir que la Madre de Jesús ilumina nuestro camino para llegar a su Hijo o, lo que es lo mismo, que gracias a ella conocemos mejor a nuestro hermano e Hijo de Dios llamado también Emmanuel.

Hay cristianos que sostienen que Jesús es el único Mediador entre el hombre y Dios. Sin embargo, podemos decir que Jesucristo es el mediador “Principal” pero que su Madre, que nos lleva, precisamente, a Él, ha de ser, por así decirlo, la medianera “Secundaria”.

Hoy celebramos, precisa y muy especialmente a María, Madre de Dios. Por eso puede resultar algo extraño que siendo la Madre del Creador no pueda ser, a su vez, medianera ante Quien todo lo ha hecho. Eso sería como sostener que nada pudiera decir la Virgen Inmaculada a su Hijo y, a través de su Hijo, a Dios mismo. Simplemente dicho, eso no puede ser y otra es la verdad.

Hay tantos casos, a lo largo de la historia de la cristiandad, en los que María ha intervenido directamente, pues se le ha pedido a través de la oración o la piadosa aclamación, en la resolución de situaciones muy difíciles para las personas que así actuaban, que resulta, de todo punto, insostenible, que la Madre de Dios no sea Mediadora y como tal la tratemos.

Sobre lo primero dicho o, lo que es lo mismo, sobre el rechazo de considerar a María Mediadora, escribió Grignion de Monfort (en su “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, c. II, a. I, § I) que hay

“Doctores que no conocen a la Madre de Dios, sino de una manera especulativa, árida, estéril e indiferente; que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.

Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones”

Tal reprobación no puede ser más que ejemplo palmario de no comprender la muy especial función espiritual que cumple la Madre de Dios en la historia de la salvación preparada por Dios Padre Todopoderoso.

Es bien cierto que el apóstol de los gentiles, en su Primera Epístola a Timoteo (2,5) dice que “uno es Dios y uno también el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” pero eso no ha de querer decir que la Maternidad divina de la que participa la Virgen María, y lo que eso supone de especial unión con la Santísima Trinidad no tenga nada que ver con la mujer que manifestó su “sí” a Dios. Por eso decimos en el Santo Rosario

Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres de gracia…

Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia…

Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia…

y por eso mismo, sabemos y compartimos la verdad según la cual María se mantiene como vínculo de unión entre Dios y los hombres y de aquí que la tengamos, también, como Mediadora… de todas las gracias.

Sin embargo, como hemos dicho arriba, grupos cristianos muy característicos por su oposición a todo lo que pueda parecer “demasiado” mariano, creen que tal mediación no es posible. Así, por ejemplo, tanto protestantes como jansenitas creen, lo primeros que no existe tal mediación y los segundos que lo máximo que puede predicarse de la misma es una especie de papel orante a favor de los hombre que sería, más o menos por decirlo así, como el que pudieran desempañar los santos en el cielo.

Pero otra cosa muy distinta se dice desde el Magisterio de la Iglesia católica. Así, por ejemplo, en los siguientes documentos se contempla a María como Mediadora:

“Pío IX, Bula Ineffabilis Deus.
León XIII, Encíclica Fidentem piumque.
San Pío X, Encíclica Ad diem illum.
Pío XI, Encíclica Caritate Christi compulsi.
Benedicto XV, que aprobó el Oficio y la Misa de Santa María Mediadora de todas las gracias.

El Concilio Vaticano II, en su Constitución dogmática Lumen gentium, capítulo VIII, números 60 a 62 cuando dice que

“Uno solo es nuestro Mediador según las palabra del Apóstol: ‘Porque uno es Dios, y uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos’ (1 Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder. Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta.

La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia.

Esta maternidad de María en la economía de gracia perdura sin cesar desde el momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.

Jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo encarnado y Redentor; pero así como el sacerdocio Cristo es participado tanto por los ministros sagrados cuanto por el pueblo fiel de formas diversas, y como la bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas, así también la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente.

La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador.”

María, pues, es Mediadora también para el Magisterio de la Iglesia católica que responde, como suele suceder, a lo que es creencia fundamental del pueblo de Dios.

Pero, para los que crean que en realidad esto no es más que una elucubración en beneficio de la Madre que tanto amamos los católicos, lo bien cierto es que también existen razones teológicas que apoyan que María sea considerada como Mediadora. Así, por ejemplo, las siguientes:

a. Es comprensible que María, que con su fiat hizo posible la mismísima Encarnación a partir de la cual nació el Hijo de Dios, Fuente de todas las gracias, pueda participar en el distribuir de las mismas.

b. El papel que le corresponde a María de Corredentora y de Madre espiritual de toda la humanidad ha de tener relación directa y posible con el hecho de que interceda en bien de sus hijos.

c. No poco importante es que siendo María Madre de la Iglesia y, sabiendo que la gracia se comunica por la Esposa de Cristo, no es nada extraño sostener que la gracia que, del cielo, se vierte en los hijos de Dios, pase por sus manos.

Vemos, por tanto, que no hay nada descabellado en el hecho de considerar a María, aquella joven judía que dijo sí a Dios, como Mediadora de todas las gracias. Es más, no es que no haya nada descabellado sino que otra cosa no puede ser verdad.

Pero es que, además, en el tiempo que vivió en la tierra, los siguientes hechos adelantan y, a su vez, confirman, el papel que aquí defendemos:

1. Se santifica, a través de ella, el llamado Precursor del Mesías, Juan el Bautista.

2. Por ella los discípulos de su hijo Jesús confirman, por primera vez, su fe en el episodio de las bodas de Caná.

3. Por ella, el discípulo muy amado por Cristo, y que luego cuidaría a la Madre en su propia casa, Juan, el Zebedeo, confirmó su fe en el mismísimo Calvario.

4. Sosteniendo, María, la fe entonces vacilante de los apóstoles y demás discípulos hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés.

En fin… seguramente mucho más se podría decir acerca del papel de Mediadora que cumplió y cumple la Virgen Inmaculada en la historia de la salvación del ser humano.

Y terminamos con algo que dice, seguramente, todo, acerca de la mediación de María, Mediadora de todas las gracias. Es de esperar que lo digamos muchas veces al cabo del día y, más aún, a lo largo de una vida, más o menos larga. Y es esto:

“Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; amén.

Ruega por nosotros, intercede, media…

Eleuterio Fernández Guzmán

Ha salido el recopilatorio de “El Pensador”

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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

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La luz del mundo tuvo una Madre y tal Madre lo es, también, nuestra. ¿Qué más podemos pedir?

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1 comentario

  
Joaquin
Gracias por este artículo, es muy hermoso.
01/01/14 4:32 PM

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