Un amigo de Lolo - Amar es darse

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ciertamente ser cristiano es más difícil que ser mundano. El caso es que siendo cristiano se tiene al alcance la vida eterna y siendo mundano sólo un sitio donde yacer muerto.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Amar es darse

”¿Qué puede dar un hombre tan limitado? Lo que sea, lo importante es dar; que dar es amar. ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (361)

Seguramente, porque somos seres humanos y, por eso mismo, muy limitados en muchos sentidos, nos creemos que somos esto o lo otro. Legítimamente muchas personas pueden estar en la seguridad de que son importantes y que la labor que llevan a cabo también lo es.

Sin embargo, en la mayoría de los casos (todos no podemos ser importantes y nos debería bastar, simplemente, con ser) lo que nos pasa es que solemos tener una conocimiento equivocado de nosotros mismos y sobredimensionamos nuestras cualidades. Y, además, aunque esto parezca absurdo, nos ponemos a la altura de los demás y aplicamos aquello de la viga en el ojo propio y la paja en el ajeno.

Tal forma de comportamiento la conoce más que bien nuestro Creador y, haciendo gala de una paciencia infinita y de una gran perseverancia en su misericordia, perdona nuestras afecciones personales y nuestras ansias de ser lo que, en realidad, no somos.

Algo parecido pasa con aquello que consideramos nuestro. Dios, que nos dio la vida no sólo se limitó, que ya es bastante, en hacernos tal merced sino que día a día, segundo a segundo, provee, para su semejanza, los bienes de los que disfruta.

Lo que tenemos, sencillamente, no es nuestro.

Argumentos en contra de esto hay muchos porque las personas se manifiestan ciegas ante la fe y, claro, ante el Creador, tienen de las cosas un concepto exclusivista porque tienen por bueno y cierto que lo que acumulan (olvidan aquello que dice que no hay que acumular aquí porque la polilla lo corroe todo) es conseguido por ellas y que de ellas depende tenerlo o no. Y esto, con ser cierto (los bienes, en efecto, los consigue una persona) no niega la realidad de que todo lo existente es obra de Dios luego…

En efecto, lo que habemos, en realidad, es, también, del Todopoderoso.

Hay que dar un paso más. Consiste en tener en cuenta que la Ley primera, la más importante, la crucial, del Reino de Dios es, precisamente, la caridad o, lo que es lo mismo, el amor. Y el amor se puede manifestar de muchas formas siendo una de ellas el desprenderse de lo que, en realidad, no es nuestro. Así también, así, manifestamos que amamos a nuestro prójimo, al menos, como a nosotros mismos.

Dios ha de preferir un comportamiento tal que pueda decirse de nosotros, como de aquellos primeros cristianos, “mirad cómo se aman” porque todo lo comparten. También sabemos que entre los primeros cristianos todo era de todos y los que tenían propiedades las vendían y las ponían a los pies de los apóstoles…

Es bien cierto que los tiempos, los que nos ha tocado vivir, son muy otros pero también es cierto que la Ley de Dios no ha cambiado ni un ápice. ¿Será, entonces, que los que hemos cambiado hemos sido sus hijos?

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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