Eppur si muove - ¿Tiene derecho la mujer a decidir sobre el nasciturus?

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Hay temas que por lo obvio de los mismos da la impresión de que no debería caer, sobre ellos, duda alguna. Así, si, por ejemplo, alguien tiene problema en creer que el ser humano tiene derecho a la existencia por encima de cualquier circunstancia que pueda atentar contra su vida, bien podemos decir que tal persona tiene un grave, grave, problema.

Pues algo parecido pasa con el tema que hoy traemos aquí.

Cuando una mujer se queda embarazada lo más normal es que se alegre de lo que le ha pasado y goce con la situación por la que pasa. Eso es lo que se espera y, en todo caso, es lo que hay que esperar siempre.

Sin embargo, bien sabemos que hay circunstancias en las que un embarazo es difícilmente asumible por una mujer. Así, por ejemplo, cuando ha devenido el resultado de una violación o, simplemente, cuando la tal mujer no quería quedar embarazada pero, por arte de la naturaleza, el espermatozoide estuvo más espabilado que el interés de la que concibió.

Reconocemos, por eso, que algunas veces el embarazo no puede ser bien recibido y pensar así no nos convierte en monstruos contrarios a la vida (pues aquí nada decimos del derecho a matar al nasciturus en esos casos) sino en personas que sabemos, exactamente, qué es lo que a veces pasa.

Y, sin embargo, las cosas no son siempre como parecen…

En primer lugar, cuando una mujer queda embarazada debe saber, debería saber en todo caso, que cuando el espermatozoide se introdujo (vencedor de la lucha por la vida) en el óvulo se produce, de forma inmediata una reacción celular tal que la existencia de un ser humano empieza a fraguarse. Se ha producido la concepción y entonces, desde aquel mismo instante, dentro de la mujer hay un ser humano que no es un apéndice de ella del cual pueda desprenderse como si se tratara, por ejemplo, de una apendicitis por inflamación del apéndice vermiforme. No se trata de eso sino de mucho, pero que mucho más como es, exactamente, de lo que Dios hizo con aquel barro del que surgió nuestro padre Adán.

En segundo lugar, y como derivación necesaria de lo dicho supra, la mujer, ser humano al que el Creador dotó de la posibilidad de dar una vida al mundo, sabe, debería saber en todo caso, que no puede hacer lo que le venga en gana con el ser humano que lleva dentro de sí. Y digo “lleva” porque popularmente se suele de decir que tal mujer “lleva” un niño o una niña en su seno.

Por eso es muy importante, decisivo para el reconocimiento del derecho a la vida, que la mujer (embarazada o en vías de poder estarlo) se reconozca en la importantísima labor que tiene encomendada para que la especie humana siga siendo especie (porque siga reproduciéndose) y siga siendo humana (por no perder tal denominación por comportarse de forma contraria a su propia especie).

Queda, pues, meridianamente claro que la mujer no puede disponer de la vida de otro ser humano porque, aunque lo tenga dentro de sí, no deja de ser un ser humano distinto a ella con todo el derecho a la existencia fuera del seno materno. Y, por lo tanto, no debería esperarse nunca que, sea cual sea la circunstancia por la que pase la madre, la vida del nasciturus tenga que terminar allí donde está antes de ver la luz del día o si, por problemas de visión, no puede verla, al menos saberse en el mundo exterior a donde ha pasado los primeros nueve meses de su vida.

Y esto no es manifestación de ningún carca o de alguien que quiera imponer sus ideas a los demás sino, en todo caso, el poner sobre la mesa lo que de verdad hay en las cosas y lo que nadie, a no ser que sea verdaderamente inhumano, puede sostener y que consiste el defender el aborto por sobre lo que sea como si dependiera la libertad de la mujer de permitir que la vida que lleva dentro de sí no viva por sí sola.

Eleuterio Fernández Guzmán

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4 comentarios

  
María de las Nieves
Realmente ella ya no tiene derecho ni como mujer ni como madre a decidir la vida de otro ser, que es en si mismo único e irrepetible, su codigo genético esta determinado así, con la mitad de las cromosomas del padre y la mitad de la madre y ya es un ser distinto eso biológicamente. Pero en esa realidad hay un sujeto un verdadero yo soy ...que luego dirá soy Pedro o Luis .
Es persona ya que esta formado por una conciencia de luz que esta unida al Zigoto y esa realidad es la persona embrión totipotente,su forma de ser y de existir sufre todas las transformaciones necesarias ya que en su ser el inductor va marcando su morfologia ese inductor es invisible, pero visible en las formas que determinan la conducta morfológica creando la función.

Pero la persona que está ahí formándose es siempre la misma aunque cambia su morfología.Es un error creer que la persona es un conglomerado celular la persona es conciencia.
En España no están reconocidos los derechos personales hasta las 24 horas de nacido pero es necesario un estatuto para el embrión biológivo, antropológico ser reconocido persona que ya lo es por ley natural y juídico que sea protegido.Cualquier otra realidad que se pretenda es una mentira que ataca a la vida en su realidad mas genuina.
03/08/12 2:50 PM
  
Juan Mariner
Manda narices lo que se puede llegar a decir para justificar lo injustificable. Gente que se precia de defender al más débil de la socidad, en cambio, cuando se trata del aborto, aplican "la ley del más fuerte". Menudos hipócritas tenemos que aguantar hace años...

Giremos el argumento de Juvenal, desde mi ignorancia: si un conductor, Dios no lo quiera, arrolla imprudentemente a una madre provocándole heridas mínimas (una primera asistencia facultativa) y al nasciturus que lleva dentro le causa la "muerte", ¿no hará falta indemnizar a la madre por la pérdida de su futuro hijo? Pregunto.

03/08/12 5:24 PM
  
Javiergo
Para nosotros los cristianos la realidad debe ser considerada dinámicamente pues los seres tienden naturalmente a algo que es su perfección. Se trata de la clásica noción aristotélica de naturaleza y potencia. La naturaleza presenta una teleología intrínseca. Aquí, por “teleología” o “fin” no ha de entenderse un objetivo o un blanco al que se dirija el proceso que resultara extrínseco a la dinámica procesual misma. No estoy hablando pues de una flecha que alguien -otro- ha dirigido a una diana. Estoy afirmando que de suyo la semilla tiende a convertirse en árbol y que el árbol es el fin natural de la semilla, su perfección. Claro que puede ocurrir que el árbol se malogre o que termine por ser quemado por el fuego o abatido por el viento. Pero esa posibilidad no es el fin al que la semilla tiende de suyo, sino un accidente, algo que le pasa en el proceso de hacerse árbol. La naturaleza de algo no queda determinada tanto desde su situación inicial, o su mera realidad fáctica, cuanto desde su perfección final: las cosas son lo que serán cuando alcancen su plenitud. Esto es lo que ha defendido siempre la teología católica, lo que afirman con unanimidad Santo Tomás de Aquino y la Escolástica, la pura verdad, a saber: el hombre es un ser histórico y necesita de tiempo para ser en acto lo que contiene en potencia. He mencionado todo esto, Eleuterio, para dejar claro y asentado que estoy completamente de acuerdo con lo que has escrito en tu post. Como bien sabes, donde el pensamiento cristiano, que es el nuestro, ve seres que tienden intrínsecamente a su plenitud, el pensamiento ilustrado y masónico, que es el que impera aún (¡y de qué manera!) en toda la sociedad occidental y laicista de nuestro tiempo advierte cuerpos físicos que se desplazan en el espacio movidos por fuerzas extrínsecas. Para esta cosmovisión pagana la naturaleza de algo no quedará fijada por un presunto estado de plenitud, sino por su modo fáctico de ser (lo que explica, entre otras cosas, la permisividad y la tolerancia repugnantes del ateísmo globalizado hacia el aberrante y execrable crimen del aborto). “Las cosas son como son, la forma como de hecho funcionan y se organizan constituyendo ahora su naturaleza”, así piensan socialistas y comunistas, ateos y agnósticos. Mientras que por el contrario el pensamiento cristiano –ergo nuestro pensamiento- al considerar la naturaleza en términos dinámicos como la tendencia a la propia plenitud, ve la naturaleza de algo como una capacidad de remitir a lo que todavía no es, con lo que tiene un carácter significativo pues las cosas refieren a lo que aún no ha llegado a ser. El pensamiento ilustrado moderno, materialista y ateo, al interpretar la naturaleza como el hecho de ser como se es, la desimboliza: las cosas son exclusivamente lo que son ahora; no significan ni apuntan a nada. Donde había tendencias ahora hay meros hechos y las cosas se agotarán en ser lo que son. De esta cosmovisión se deriva, entre otros males horrendos y criminales (aborto, eutanasia, manipulación de embriones, que los discapacitados sean considerados como "monstruos" que hay que eliminar, etc.) el desamor generalizado que vemos en todas partes, el hedonismo compulsivo, la instauración de una sociedad individualista y desnortada, presa de caprichos y deseos egoístas que no sabe a donde va, que no sabe nada… Por eso, Luis Fernando, en su otro post, tiene también toda la razón cuando afirma que esta civilización debe desaparecer. Un saludo
03/08/12 6:06 PM
  
rasputina
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EFG

Por favor, cuide su lenguaje porque en usted se cumple aquello de "es mejor estar callado, aquí callada, y parece tonto que hablar, o escribir, y demostrar que lo eres".
03/08/12 9:35 PM

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