Un amigo de Lolo - Decálogo del periodista - 6

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Por otra parte, el Decálogo del periodista que escribió Lolo nos informa, a todas aquellas personas que, de una u otra forma, nos dirigimos a los lectores, que hay una forma cristiana de comportarse y aunque a veces podamos incurrir en ciertas extralimitaciones, la intención final ha de ser la que refiere el beato Manuel Lozano Garrido.

Decálogo del periodista según Manuel Lozano Garrido, Lolo

6.- Trabaja el pan de la limpia información con la sal del estilo y la levadura de lo eterno y sírvela troceada por el interés, pero no le usurpes al hombre el gozo de saborear, juzgar y asimilar.

Para un católico, escribir (cuando lo hace con destino a ser leído por el prójimo) ha de tener un significado que va más allá de lo puramente personal. Ha de tener, como dice Lolo, “la levadura de lo eterno” y, así, llevar en su seno la semilla del definitivo Reino de Dios.

Informar de lo que pasa en materia, también, religiosa es llevar al mundo lo que el mundo necesita saber. Dios, por mucho que determinados seres humanos pretenda ocultar, está bien visible en el mundo que, precisamente, Él creó. Por eso si aquello que es directamente religioso o que tratando cualquier otro aspecto lleva el sello indeleble de una determinada moral o de un determinado comportamiento que entendemos como bueno y benéfico para nuestra vida es llevado al corazón del prójimo, sólo puede llegarle de forma no tergiversada, torticera o sembradora de cizaña.

Jesucristo utilizó en su lenguaje palabras que se referían a cosas comunes y corrientes que, sobrenaturalizadas, venían a ser como un punto de apoyo desde donde, cual piedra angular de su doctrina, el mundo adquiriese el sentido divino que el Hijo de Dios suponía y era.

Así, las imágenes y realidades de la sal y la levadura que tanto dijeron en boca del Mesías significan, a la hora de dar a conocer el pensamiento de quien, periódicamente, se dirige a hermanos en la fe e, incluso, a los que no lo son, también mucho.

Por ejemplo, las palabras a través de las cuales transmitimos nuestro pensamiento, católico y por ello universal, no han de ser estériles sino que han de dar sabor a una realidad que, a veces, vive en la tiniebla del mundo o en la oscuridad más profunda desde donde es difícil sacar la cabeza o el alma. Por eso, el estilo de decir ha de ser salado con aquello que supone, para nosotros, la verdad y que es la Verdad de Dios sin la cual nada de lo que decimos vale, en verdad, la pena.

Pero no basta con eso sino que, yendo un poco más allá, aquello que es propio de la eternidad de Dios y que tanto lleva el ser humano anhelando desde que conoce al Creador y desde que Abrahán dejó todo lo suyo y caminó por el desierto cumpliendo la voluntad del Todopoderoso, ha de constar en lo que decimos después de haber sido lo que creemos. Sólo así quien recibe puede sabe que quien da lo tiene por esencial para su existencia y porque, en definitiva, no se puede dar de lo que no se tiene.

Cada cual, luego, entenderá lo que pasa de la manera que su corazón le dicte deba entender y será, en exclusiva, al destinatario natural para quien se escribe o alguno que, sin querer, pase su conciencia ante lo dicho, quien tenga por bueno o por malo aquello que se ha concretado en una idea o un pensamiento. Eso es, además, propio de la cosecha que sólo Dios sabe cuándo se recogerá.

Bástenos a nosotros, según otras veces hemos dicho, sembrar.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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