En los altares- San Cayetano

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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San Cayetano

“Yo soy pecador y me tengo en muy poca cosa, pero me acojo a los que han servido al Señor con perfección, para que rueguen por ti a Cristo bendito y a su Madre; pero no olvides una cosa: todo lo que los santos hagan por ti de poco serviría sin tu cooperación; antes que nada es asunto tuyo, y, si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a él y procura someter siempre tu voluntad a la suya, y no tengas la menor duda de que, aunque todos los santos y criaturas te abandonasen, él siempre estará atento a tus necesidades.”

Este texto pertenece a un texto de San Cayetano titulado “Cristo habite por la fe en nuestros corazones”. Pero ¿quién era este santo de la Iglesia católica?

Hijo del conde Gaspar de Thiene y de María di Porto, nació Cayetano en Vicenza (Italia) en el año 1480. Tenía un hermano y ambos quedaron al cuidado exclusivo de la madre cuando don Gaspar murió siendo ellos muy pequeños.

Aquel joven tenía en mente ser sacerdote y a ello se aplicó a pesar de que pudiera parecer que, por el camino emprendido en lo referido a sus estudios, no iba a conseguirlo.

Estudió durante 4 años en la Universidad de Padua. Allí sobresalió en el estudio de la teología y acabó doctorándose en derecho civil y canónico a los 24 años de edad, en 1504. Se le nombró senador en Vicenza.

Pero, como decimos, en su corazón tenía bien inscrito el ser sacerdote. Así, dos años después de haberse doctorado se trasladó a Roma donde trabajó como secretario privado del Papa Julio II. Allí trabó conocimiento con muchos cardenales y sacerdotes que le impulsaron, seguramente, a continuar con su inicial idea de recibir el orden sacerdotal.

Para ello se preparó durante 3 años y fue ordenado en 1516, a los 36 años de edad.

Fue fundador de oratorios. Uno de ellos lo fundó en Verona. En 1520 se trasladó a Venecia y, alojado en el hospital de la ciudad, vivía atendiendo a los enfermos que padecían enfermedades más graves y repugnantes lo cual le supuso la crítica de muchos que consideraban que, con su especial posición social, no debería llevar a cabo tales menesteres.

Por otra parte, si a San Cayetano le preocupaba algo con relación a su labor de sacerdote era que la Santa Eucaristía llegara, de forma frecuente, a los creyentes. Así, durante el tiempo que vivió en Venecia promovió la comunión frecuente de los fieles porque consideraba que no se consideraría satisfecho “hasta que vea a los cristianos acercarse al Banquete Celestial con sencillez de niños hambrientos y gozosos, y no llenos de miedo y falsa vergüenza“.

Pero Dios le tenía reservada una misión muy especial.

En aquella época la Iglesia católica pasaba por un mal momento espiritual y por cierta corrupción de las costumbres. Por eso San Cayetano quiso, por ejemplo, con la fundación de la Congregación de los Teatinos (aprobada por Clemente VII el 14 de septiembre de 1524) mitigar un poco aquella situación y provocar la renovación del clero.

En su peregrinar por su tierra italiana, viajó a Nápoles para fundar una casa de la orden citada arriba. Aquella ciudad mejoró con su actuación a pesar de tener que enfrentarse con laicos y religiosos que, por la ciudad, predicaban el calvinismo, el luteranismo u otros diversos errores.

Pero no cesó en su afán fundador. Así con el Beato Juan Marinori, los “Montes de Piedad” en un intento de mitigar la miseria de los pobres y marginados.

Sin embargo, Cayetano era humano y, a pesar de su labor apostólica, predicadora y fundadora (o, a lo mejor, por la intensidad de las mismas) cae enfermo en el verano de 1547 subiendo a la casa del Padre el 7 de agosto de 1547.

Podemos dirigirnos a San Cayetano con la siguiente oración:

¡Oh glorioso San Cayetano! Aclamado por todas las Naciones; Padre de Providencia, porque con portentosos milagros socorres a cuantos te invocan con fe en sus necesidades. Te suplico me obtengas del Señor oportuno Socorro en las angustias presentes y sea ello prueba de la bienaventuranza eterna. Amén.

Santísima Trinidad ¡Oh Divina Providencia! Concédeme tu clemencia, por tu infinita bondad, arrodillado a tus plantas, a Ti portento de toda caridad, te pido por los míos casa, vestido y sustento.

Concédenos la salud, llévanos por buen camino, que sea siempre la virtud que guíe nuestro destino. Tú eres toda mi esperanza, eres el consuelo mío, en Ti creo, en Ti confío. Tu Divina Providencia se extienda a cada momento para que nunca nos falte casa, vestido, sustento y los Santos Sacramentos en el último momento.

San Cayetano, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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