En los altares - San Dionisio

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San Dionisio

Dionisio nació en Alejandría en el siglo III. Como en aquella época era muy común, era una de las personas que no conocía a Cristo y, por lo tanto, pagana. Sin embargo, tuvo una visión y, tras dedicarse durante un tiempo a estudiar la Santa Biblia se convirtió al darse cuenta de que la verdadera religión es la católica.

Siendo, como era, la de más fama la escuela de Alejandría en cuanto al estudio de la teología católica, Dionisio hizo sus estudios con gran provecho porque era tenido por un alumno que destacaba por su inteligencia y gran capacidad memorística. Tal fue así que en cuanto se graduó fue elegido para ejercer de director de tal centro teológico, cargo que llevó a cabo con el aplauso de todos los que le conocían durante 15 años.

Corría el año 247 cuando Dionisio fue elegido obispo de Alejandría. Sin embargo, como el Mal nunca descansa, empezaron por aquella época una nueva temporada de persecuciones contra los cristianos. Si bien en un principio la persecución fue incitada por sacerdotes paganos, la cosa pasó a mayores cuando el mismo emperador Decio se sumó a la persecución que, como era de esperar, mandó detener al obispo de Alejandría. Lo más curioso fue que sus perseguidores, que entendían que Dionisio había huido de Alejandría lo buscaron por todas partes menos en su casa de donde no se había movido.

Enterados los cristianos de que había sido detenido por los enviados de Decio consiguieron liberarlo y lo enviaron al desierto donde permaneció unos años hasta que, finalmente, terminó aquella abominable persecución contra los discípulos de Cristo.

Pero, al volver a Alejandría, una nueva prueba le fue puesta a Dinosio. Allí un grupo de teólogos se manifestaba contra el Papa y querían que nuestro santo fuera de su partida. Sin embargo, Dionisio escribió a Novaciano, que encabezaba al grupo, diciéndole que

“Es necesario estar resuelto a sufrir cualquier otro daño, antes que destruir la unidad de la Iglesia. Hay que estar tan dispuesto a morir a favor de la unidad de la Iglesia, como estaría uno dispuesto a morir por defender la fe". Y no consintió en oponerse al Papa y utilizó aquellos años, 15, que había empleado en estudiar la Santa Biblia para defender la doctrina ortodoxa católica.


Pero en el año 257 comenzó una nueva persecución. Esta vez fue llevada a cabo por el emperador Valeriano y, como solía suceder se les conminó, a Dionosio y sus sacerdotes a que adoraran a los ídolos imperiales. A esto respondió el obispo de Alejandría que

“Nosotros los seguidores de Cristo no adoramos sino al único Dios que existe, que es el Creador de cielos y tierra. Rezamos por Valeriano y los demás gobernantes, pero en cuanto a la religión sólo obedecemos a nuestra Santa Iglesia. Ofrecemos oraciones y sacrificios por la paz, el bienestar y la prosperidad de la patria, pero en cuestiones religiosas dependemos solamente de Nuestro Señor Jesucristo".

Es de suponer que tal forma de responder no fue del agrado de sus captores porque fueron desterrados al desierto de Libia.

Sin embargo, al cabo de dos años Valeriano fue apresado por sus enemigos y Dionosio y los suyos pudieron volver a Alejandría donde la situación había empeorado mucho porque sus habitantes se habían vuelto muy violentos. Era muy fácil ser asesinado en sus calles porque habían perdido el espíritu de caridad cristiano, el sentido del perdón y la necesaria voluntad de paz que hace posible la convivencia.

Por si no fuera, ya, suficiente, con aquella situación, se difundió por Alejandría la peste del tipo y la disentería. En aquella muy especial situación pudo brillar, a la vista de todos, la diferencia que había entre paganos y cristianos. Así, mientras los paganos se deshacían de sus muertos sin mucha caridad y echaban de sus casas a los enfermos, los cristianos daban digna sepultura a sus muertos y atendían con gran caridad y cariño a los enfermos. Y esto, se quiera o no se quiera, les ganó muchas simpatías por parte del resto de habitantes de Alejandría.

Habiendo sido Dionisio obispo de aquella ciudad durante un periodo de tiempo de 17 años y habiendo destacado por su gran prudencia y santidad y, además, obteniendo la aprobación de creyentes e incrédulos, subió a la Casa del Padre en el año 265.

San Dionisio, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
Llanos de Alba
¡Qué más quisiéramos muchos cristianos, tener la cuarta parte de luz que tuvo Dionisio cuando dijo! “Es necesario estar resuelto a sufrir cualquier otro daño, antes que destruir la unidad de la Iglesia. Hay que estar tan dispuesto a morir a favor de la unidad de la Iglesia, como estaría uno dispuesto a morir por defender la fe"

Muy buen artículo y conveniente en estos tiempos. Un afectuoso saludo
21/01/12 1:24 AM

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