Contra cierta forma de capitalismo

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Hace unos días un comentarista sugirió que escribiera sobre el capitalismo y sobre el neoliberalismo. Al que esto escribe le daba la impresión de que no estaba muy de acuerdo con tales doctrinas pero que estaba, tal persona, en la creencia, de que la Iglesia católica es favorable a las mismas.

Eso pasa por no conocer la verdad de las cosas.

Por eso, al igual que pasa con la política, suele ser argumento usual el oír o leer que la Iglesia católica poco tiene que ver con los aspectos económicos de la vida ordinaria y que, por lo tanto, no es apropiado que pueda inmiscuirse en ellos.

Sin embargo, quien dice esto no conoce, para nada, la doctrina fijada por el beato Juan Pablo II al respecto de la economía y, digamos, entonces, el pensar de la Esposa de Cristo al respecto.

En la Encíclica Sollicitudo rei socialis, de 1987 dejó escrito que “La Iglesia no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su ministerio en el mundo. Pero la Iglesia es ‘experta en humanidad’ y esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades, en busca de la felicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo con su dignidad de personas

Por lo tanto, existen razones más que suficientes como para comprender que la intervención de la Iglesia católica en la economía también es necesaria:

1.-La consideración de la Iglesia católica como “experta en humanidad”.
2.-La extensión de la felicidad a todo el género humano.
3.-La consideración de la dignidad de la persona como elemento integrante de su vida ordinaria.

Pero es en su encíclica Centesimus annus (CA), de 1991 donde mejor se hace referencia al tema de la economía desde el punto de vista católico.

Sabemos, por ejemplo, que la economía es algo importante para el ser humano. Sin embargo, “No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo” (CA 36)

Y es que, para un católico, la diferencia entre el tener y el ser debe ser perfectamente entendida: hay que ser antes que tener.

Por eso, “En efecto, la economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subordinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo, cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios” (CA 39)

Entonces, reconociendo que la economía es importante para el ser humano, también ha de ser importante saber a qué sistema económico hay que acogerse.

Por eso dice el Papa polaco que “Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones, como de relaciones internacionales, el libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son ‘solventables’, con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son ‘vendibles’, esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder valorar mejor sus capacidades y recursos. Por encima de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo debido conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de participar activamente en el bien común de la humanidad”.

En realidad, el valor cristiano del dinero bien lo dio a entender Jesucristo: no hay que hacer un mal uso, egoísta, de él.

Por eso, “La Iglesia reconoce la justa función de los beneficios, como índice de la buena marcha de la empresa. Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente. Sin embargo, los beneficios no son el único índice de las condiciones de la empresa. Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad” (CA 35)

Y, en resumidas cuentas, “la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividad del mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común” (CA 43)

Es decir, que la Iglesia católica reconoce la importancia de la economía pero no por eso puede permitir que se produzcan desviaciones de la misma hacia alguno de los polos opuestos de la misma y tiene el bien común como elemento fundamental de la vida del ser humano.

Resulta, por lo tanto, algo equivocado sostener y creer que la Iglesia católica se posiciona a favor del capitalismo, de cualquier tipo de capitalismo. Si esto se hace sin ninguna reflexión más no deja de ser una opinión que carece de fundamento.

Ahora bien, si lo que se pretende es decir que la Iglesia católica no está a favor de un sistema como el marxismo que tanto daño ha hecho a la humanidad económica y políticamente… entonces es bien cierto que seguro que esto es así. Contra tal sistema y contra la, digamos, aplicación católica de la misma que no es más que la Teología de la Liberación. Contra tal tipo de teología sí debe estar en contra la Iglesia católica, sus pastores y sus fieles. Y lo debe estar porque es, en realidad, una aplicación de principios izquierdistas a lo que es un ser religioso y creyente en Dios Todopoderoso.

Contra esto también está la Iglesia porque, en realidad, el comentarista citado arriba seguramente se refería a eso.

Eleuterio Fernández Guzmán

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19 comentarios

  
jose bascones
El capitalismo, no nos engañemos, está basado en la obtención de la mayor rentabilidad posible, es decir de la maxima cantidad de dinero posible, para el inversor capitalista.

Es pues, un sistema egoista y adorador del dinero, que es el estiércol de Satanás como dijo, me parece,
San Jerónimo.

Por tanto la Iglesia no debe apoyar el capitalismo como tal sistema. Otra cosa es que históricamente lo consienta como un mal menor.

Pero la política del mal menor no es una política sostenible a largo plazo.

Por eso debemos, a mi juicio, elaborar un sistema económico que sea verdaderamente cristiano sin temor a chocar con los poderosos de este mundo, a los que les viene de perillas el sistema capitalista.

Pienso que uno de los mayores problemas prácticos de la Iglesia, y que compete resolver principalmente a los fieles laicos, es dar a luz un sistema económico realmente cristiano, sin complejos.

21/07/11 12:48 AM
  
GonzaloBlasina
Eleuterio: coincido contigo en general. Me parece que es discutible tu posición contra la Teología de la Liberación, pues me parece que algunos teólogos de valor la defendieron. Entiendo que durante las abominables dictaduras que padecimos en Sudamérica, algunos cristianos fueron martirizados por seguir el mensaje de Nuestro Señor, explicado por teólogos de la liberación.
21/07/11 1:37 AM
  
Esteban
Pues si Eleuterio pero en los hechos la jerarquía católica generalmente apoya a partidos políticos que promueven políticas neoliberales, tal es el caso de México donde los obispos apoyan al PRI o al PAN, pese a que llevan 30 años aplicando estas políticas sin ningun beneficio pero la mayoría de los mexicanos. Y así pasa en la mayoría de los países donde los partidos neoliberales se esconden en la bandera de "provida" "profamilia" y los católicos votan por ellos haciendola de tontos útiles.
21/07/11 6:21 AM
  
jorge
Eleuterio

Capitalismo y comunismo, son conceptos marxistas por definición y por lo tanto difícil que ambos sean aceptados por la Iglesia. La Teología de la Liberación es una falsa teología y no es católica, es más bien una indecente propuesta pagana.
21/07/11 7:35 AM
  
Vult
Esclarecedor su artículo de hoy, sin duda el sistema capitalista permite muchas más libertades que el sistema marxista, tanto personales como de grupo. Pero cierto es que sin el debido cuidado, también impone el materialismo salvaje y la idolatría por el dinero, Que como ya se ha dicho puede robar la esencia espiritual a la persona, dejándola vacía dentro del relativismo moral.

Saludos y Bendiciones.
21/07/11 8:20 AM
  
antonio grande
Despertad cuanto antes, hombre. Alma, osea espíritu, y cuerpo, inseparables. Dios y el hombre, inseparables. Pues entonces, teología y política, inseparables. Todo gobernante y todo hombre actúa primero desde unas convicciones teológicas, sean las que sean pero existen en su alma. Los Socialistas hoy Gobernantes nuestros, las tienen y obran en consecuencia. El PP las tiene y obra en consecuencia. Y nosotros los cristianos las tenemos y vamos y somos los más inconsecuentes: Porque van y votan o a pepe o a pesoe que sostienen teologías contrarias a las cristianas. Más claro, agua.
21/07/11 9:57 AM
  
SLI
Estoy de acuerdo con José Bascones, es grave que los cristianos estudiemos y nos esforcemos en ofrecer una auténtica alternativa socio-económica. Juan Manuel de Prada, hace poco en un post, se lamentaba que en este aspecto, lo que hacemos los católicos, cuando alguien discute o habla de economía, solemos callarnos como si no tuviesemos nada que aportar.
21/07/11 10:49 AM
  
Joaquín
Yo lo que creo es que aunque exista un sistema económico "cristiano" (cosa que dudo) no sería posible implantarlo sin recurrir a medios moralmente ilícitos. Hoy por hoy, lo único que es posible hacer sin recurrir a medios de este tipo es mejorar el sistema actual todo lo que se pueda (que se puede, y mucho).
21/07/11 11:49 AM
  
Genjo
http://www.libremercado.com/2011-07-19/juan-velarde-la-economia-y-la-doctrina-social-de-la-iglesia-60420/
Interensantísimo artículo de Juan Velarde.
Es que resulta muy discutible que el capitalismo sea un sistema.
Al capitalismo no le es inherente la explotación del trabajador.
No se conoce forma más justa de establecer los precios que acudiendo al mercado.
Otra cosa es repartir pan a los hambrientos, pero no puede hacerse manipulando los precios. Eso es una forma de engaño que induce a equivocarse en las inversiones, en el trabajo, en las decisiones de la vida económica en general. Y a la larga pagan los más pobres.
21/07/11 12:05 PM
  
Gaby
Sobre lo que dice José Bascones, en su afirmación hay una extrapolación que no necesariamente es exacta.

De que el capitalismo busca la mayor rentabilidad posible, es cierto. De que sea un sistema egoísta y adorador del dinero, no necesariamente.

Para entenderlo, hay que agregar a la ecuación el factor tiempo. "La mayor rentabilidad posible" tiene una función de tiempo: No es lo mismo la mayor rentabilidad hoy que la mayor rentabilidad en 100 años. Cuando se agrega la "sustentabilidad" al sistema económico, el egoísmo se vuelve generoso: Es más rentable conservar a los empleados que contratar nuevos todos los días, aunque a corto plazo sería "rentable" contratar y despedir cada día y no pagar sueldos.

En ese sentido, la ventaja del sistema de libre mercado es que se corrige a sí mismo: Las empresas "excesivamente egoístas" desaparecen, mientras las generosas permanecen. No significa que el capitalismo fomente la caridad, pero al menos la permite. Cuando el capitalismo cumpla por lo menos unos 500 años de vida, nos daremos cuenta que no era tan "egoísta" como parece hoy.
21/07/11 4:08 PM
  
jose bascones
Un sistema económico regido por la moral cristiana debería, ante todo, buscar que el mayor número posible de seres humanos tuviesen un nivel de vida digno, en virtud del principio económico divino del destino universal de los bienes.

El capitalismo pretende todo lo contrario: que el individuo consiga el mayor beneficio posible para sí mismo, y los demás consigan parte en esos beneficios, según sirvan mejor o peor al individuo capitalista en la obtención de ese máximo beneficio privado.


Es esencial al sistema capitalista la acumulación de la mayor riqueza posible para el sujeto privado y es secundario la satisfacción de las necesidades honestas de los demás.

En cambio para una economía cristiana, regida por el principio del destino universal de los bienes, es esencial que la riqueza se distribuya de tal modo que
se satisfagan las necesidades del mayor número posible de seres humanos.

El capitalismo es egoista por esencia, pues su fin principal es la acumulación de la mayor riqueza posible para el individuo y secundariamente la honesta satisfacción de los demás.

Por tanto el capitalismo se opone a una economía cristiana, que debe perseguir ante todo, no el enriquecimiento personal, sino la satisfación honesta de las necesidades del mayor número de personas.

El capitalismo es el sistema que conviene a los ambiciosos, que buscan para sí mismos la acumulación de la mayor riqueza posible, sobre todo de dinero.

Mientras que una economía cristiana, renunciando a tal acumulación egoista de la riqueza, debe de ordenarse, ante todo, a cumplir con el mandamiento divino del destino universal de los bienes, de tal forma que con la riqueza disponible se satisfagan, no la ambición de unos pocos, sino las necesidades honestas del mayor número posible de personas.

La economía cristiana está, a mi juicio, más cerca del comunismo que del capitalismo, es más, diría que no tiene nada que ver con el capitalismo; la prueba está en que en los momentos en que la Iglesia a sido más dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo en la vida real, nadie tenía ninguna cosa como propia sino como común y del fondo común que administraban los mismos Apóstoles se repartía a cada uno según su necesidad, según nos relatan los Hechos de los Apóstoles respecto a la organización económica de la primitiva comunidad cristiana.

21/07/11 6:55 PM
  
jose bascones
¿Es posible una economía católica genuina y per se, basada en los valores evangélicos y en la riqueza teológica, moral y sobrenatural que posee la Iglesia?

¿O por el contrario, la sociedad católica tendrá que pedir siempre de prestado su sistema u orden económico
a la sociedad meramente secular y laica?

¿La economía es per se un asunto científico y técnico extraeclesial y extrateológico, meramente civil, temporal y humano, de tal manera que la Iglesia se tendrá que limitar a introducir en su seno los sistemas económicos diseñados científica y técnicamente fuera de ella misma, aspirando, todo lo más, a hacer meros retoques accidentales a dichos sistemas seculares, sin poder elaborar como algo propio y genuino su propio sistema económico?

Yo soy partidario de que la Iglesia puede y debe elaborar su propio sistema económico, con su propio sello, marca y personalidad, y no limitarse a la aceptación o incorporación, mas o menos retocada, de los sistemas económicos que surgen en su entorno.

Pues cómo dice San Pablo, si a los mismos ángeles hemos de juzgar, ¿cómo es que no sabemos juzgar de esas bagatelas que son los asuntos económicos? Avergocémonos de que entre los católicos no haya ningún sabio que sepa discernir en economía, no con un discernimiento meramente mundano sino fundado en la Sabiduría de Dios según la cual la misma economía y sus leyes son algo.

La Iglesia, a mi juicio, puede y debe diseñar su propia estructura económica y proponer sus propios modelos de teoría y de praxis económica respecto a los elementos fundamentales del hecho económico: propiedad católica, tanto privada como pública, unidades de producción o empresas católicas, reparto del trabajo y distribución de sus frutos católicos, forma y leyes del mercado católico, consumo de bienes y servicios católico y también el ocio católico como complementario del "negocio católico".

Si la Iglesia no es capaz de diseñar su propio modelo y estructura económica, siempre los estaremos mendigando de fuera de la Iglesia.

¿Es que nuestros valores teológicos y la concepción antropológica y ética que de ellos se derivan, son estériles e improductivos en lo que se refiere al hecho económico?

¿El homo economicus y su correspondiente teoría y praxis económica han de ser forzosamente un sujeto y unos objetos extrateológicos?

Pero los modelos y estructuras económicos diseñados fuera de la Iglesia, responderán a principios ideologicos y humanistas, subyacentes siempre a la estructura económica, ajenos a los valores propios de
la Iglesia, de su teología, su antropología y su escatología, y por consiguiente no encajarían en la Iglesia sino después de muchos retoques.

¿No valdría más la pena el hacernos a medida nuestro propio traje económico, que estar siempre con trajes prestados de segunda mano?

¿No somos más bién nosotros los que debemos dar de prestado a la economía y no ésta a nosotros?.


21/07/11 11:55 PM
  
jose bascones
Se me olvidó hacer también esta pregunta:

¿Si tenemos un modelo de matrimonio católico, un modelo de familia católica, un modelo de educación católica, porqué no también un modelo de economia católico, no prestado de afuera, sino elaborado concienzudamente desde dentro con fidelidad a la Leyes económicas de Dios, pues las hay, y sazonado con la Gracia de Cristo?

Si acaso, para nuestra propia vergüenza, no lo tenemos aún elaborado, ¿a qué esperamos?, ¿acaso a que este capitalismo nos resuelva el problema, como algunos pensaron que en su día nos lo iba a resolver el comunismo?.
22/07/11 12:14 AM
  
Gaby
El modelo de economía católica ya existe:

"Danos hoy nuestro pan de cada día".

Tras un corto examen nos daremos cuenta que es el que más riqueza genera y el que más riqueza distribuye, porque no dice "dame hoy MI pan", y tampoco dice "dales hoy SU pan", mucho menos "dame el pan de aquéllos ricos para repartírselo a aquéllos pobres, y de paso, pobre de mí, quedarme con un par de canastos".

O si quiere una respuesta más compleja, lea "Rerum novarum", "Centesimus annus" o "Caritas in Veritate".

22/07/11 8:12 AM
  
jose bascones
Ciertamente, Gaby, "danos hoy nuestro pan de cada día"
es uno de los principios fundamentales del modelo economico católico, pues en él reconocemos quién es el verdadero dueño y propietario de los bienes ecónomicos: Dios.

Por eso, reconociendo esa propiedad soberana de Dios sobre los bienes temporales, nos dirigimos a El pidiéndole que nos dé el pan nuestro de cada día, y aunque llamamos a ese pan nuestro pan, lo primero que hacemos es reconocer que no es absolutamente nuestro sino de Dios.

Ciertamente, reconocer la propiedad soberana de Dios sobre los bienes económicos es vital en un modelo económico católico.

Nosotros no somos más que propietarios secundarios y relativos de los bienes. El primero, real y absoluto propietario de ellos es Dios.

Por eso el modo en que ejercitamos nuestra propiedad sobre tales bienes tiene que subordinarse y adecuarse a la voluntad del que es el Dueño principal de ellos y nunca contravenir dicha voluntad soberana de Dios:
por eso decimos también "hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el cielo."

Sinceramente, pienso que el sistema capitalisma no se
caracteriza precisamente por la observancia, respeto y cumplimiento de la voluntad económica de Dios y de la Soberanía de su Propiedad, pues es esencial a dicho sistema el permitir y dar como cosa tan normal que algunos acumulen grandes cantidades de bienes, sobre todo de dinero, que no necesitan aquí y ahora, mientras que al mismo tiempo muchos aquí y ahora se mueren de hambre y carecen de lo más imprescindible.

¿Cómo tales acumuladores, si son católicos, pueden pedir a Dios que les dé a ellos su pan, si ellos son incapaces de dar lo que les sobra a los hijos de Dios que se mueren de hambre?

No, en el sistema capitalista no respetamos la Propiedad Soberana de Dios, aunque sí, desde luego, nos ponemos muy exigentes obligando, incluso al mismo Dios, a que se respete la nuestra.

Le pedimos a Dios que nos dé su pan, pero nosotros acumulamos injustamente y contra la voluntad de Dios el pan que los demás necesitan.



El capitalismo exalta, a mi juicio, la propiedad privada del hombre hasta el punto de contradecir y derogar en la práctica la propiedad primaria y soberana de Dios sobre los bienes económicos; pues Dios quiere que sus bienes se destinen a satisfacer las necesidades de todos los hombres, mientras que la propiedad privada capitalista acumula sin ningún escrúpulo y de manera sistemática los bienes que necesitan aquí y ahora los demás seres humanos hijos de Dios.
22/07/11 12:05 PM
  
jose bascones
Otra de las características del capitalismo es la "competitividad".

Constantemente nuestros políticos nos arengan a que seamos más competitivos, y así resolveremos nuestros problemas económicos.

Pero la competitividad capitalista no se ordena a conseguir el bienestar para el mayor número posible de personas, sacándolas de la miseria o de la pobreza, sino que es una competencia ordenada a que el capitalista consiga mayores beneficios ampliando su cuota de mercado.

Si el ampliar la ouota de mercado lleva a que otras empresas, al reducir la suya, quiebren y desaparezcan,
quedando en el desempleo muchos trabajadores, al capitalista competidor eso no le importa ni se responsabiliza de ello.

Al capitalista competidor lo que de verdad le interesa es ampliar sus cuotas de mercado lo más posible para obtener los mayores beneficios posibles para sí mismo.

Beneficios que luego, aunque sean astronómicos y más que suficientes para vivir olgadamente durante más de una vida, guarda egoistamente para sí e incluso los invierte en paraísos fiscales, defraudando así a la sociedad.

La famosa competitividad capitalista no es sino un juego egoista, al que son especialmente adictos los más ricos y poderosos, para serlo todavía más, sin más límite que el que impongan la mismas leyes del mercado, las cuales ya se encargan los políticos a su servicio de hacerlas lo más favorables posibles a los intereses de los plutócratas de las multinacionales y de la gran banca.

Por tanto la competitividad capitalista es más que nada una lucha entre los grupos más poderosos para serlo todavía más. Los altos ejecutivos al competir, lo que hacen es jugar a una especie de monópoli mundial en el que está en juego el bienestar de todos, pero que ellos subordinan a su adicción, que tiene mucho de neurótica, por alcanzar mayores cuotas de poder e influencia económica.

En definitiva, la competitividad capitalista no es una competitividad altruísta sino egoista. No se orienta a conseguir el bienestar para los que padecen hambre y necesidad, sino que es un juego adictivo entre los poderosos para serlo aún más.

Esta competitividad es contraria a la actitud que debe tener un católico en la economía, entre otras razones porque el mismo San Pablo nos manda que no hagamos nada por emulación o competición. En una de sus epístolas, no me acuerdo ahora en cual, manda con energía a la comunidad cristiana: "No hagáis nada por emulación", es decir por espíritu de competencia.

Por ello estoy seguro que si San Pablo viviese en nuestros tiempos tan "competitivos", no aprobaría este sistema capitalista que rige en las sociedades católicas o formadas por católicos, ya que uno de los pilares fundamentales de tal sistema capitalista es precisamente la competición o emulación que San Pablo
prohibía tan energicamente a los cristianos.



22/07/11 11:17 PM
  
Ikari
Capitalismo y comunismo son dos formas de un mismo mal, el materialismo. Los extremos se tocan dicen por ahí.
Que no existe un modelo político-económico cristiano ¿de quien es la culpa? de la Iglesia no es, porque bien ha dado las pautas morales para desarrollar uno ya que no es su trabajo hacerlo si el de nosotros los laicos. Estamos llamados a implementar un modelo arraigado en los valores morales cristianos y que responda a la realidad de nuestros países.

Después nos quejamos porque siempre es que si la derecha - que si la izquierda - que si la derecha derecha - que si la izquierda etc y sabemos que ninguno sirve.
23/07/11 12:05 AM
  
jose bascones
Ciertamente, Ikari, somos los laicos los que hemos de desarrollar el modelo económico católico, conforme a las pautas que, como bien dices, la Iglesia nos ha dado sobre todo en su Doctrina Social, Documentos conciliares, Encíclicas papales, etc.

Esa es precisamente la labor a la que me refiero: que con todas esas pautas o directivas doctrinales, los laicos seamos capaces de concretar un modelo económico
católico, que pueda ser presentado por los partidos políticos católicos y votado por los ciudadanos.

Soy consciente que la aplicación de tal modelo es imposible sin que haya por parte de los ciudadanos unas disposiciones morales, no egoístas, que sólo Dios mismo con su Gracia puede causar en nosotros.

Pero esa dificultad respecto a la cualificación moral de los ciudadanos, que han de ejecutar el modelo de economía católico, no debe ser obstáculo para que los políticos católicos lo presenten, lo expliquen y lo defiendan.

El trabajo que nos espera es largo y difícil y para ser coronado con éxito se necesita ante todo del auxilio divino, pero nosotros debemos hacer lo que podamos y pedir a Dios que haga el resto.

Pero si nosotros no hacemos lo que podemos ni le rogamos tampoco a Dios que haga lo tan sólo El puede hacer, entonces jamás se conseguirá nada.

Iremos maltirando con este capitalismo competitivo, que, a mi juicio, no es sostenible.

Lo que necesitamos es cooperación o colaboración
altruista y no competición egoista, comunicación de bienes a los empobrecidos y muertos de hambre y no acumulación egoista y hedonista de tantas cosas que son superflúas y prescindibles, no trabajar por afán de lucro y de hacerse millonario, sino conformarse con un nivel de vida modesto para que todos puedan tener lo necesario.

Ya vemos los resultados globales del capitalismo: el 20% de la población mundial dispone del 80% de la riqueza total, mientras que el 80% de la población mundial sólo dispone del 20% de dicha riqueza.

El capitalismo tiene mucha capacidad tecnológica para
producir muchos bienes y servicios de gran calidad, pero no tiene capacidad moral ni política para distribuirlos de acuerdo con las expectativas éticas
que demanda la humanidad.
23/07/11 11:19 PM
  
jose bascones
Uno de los pasajes mas impactantes del Evangelio es aquel en el que Cristo expulsa violentamente a los mercaderes del Templo.

Es el único momento en que Cristo se nos muestra haciendo uso de la fuerza física, pues hace uso de un látigo o fusta de cuerdas y derriba por el suelo las mesas y los dineros de los cambistas.

El manso cordero y el humilde de corazón se nos muestra alterado con santa ira e imponiendo su voluntad a golpe de latigazos.

Esta escena de la expulsión aparece en Mateo 21,12ss y también en Juan 2,13ss, por lo que San Juan Crisóstomo es de la opinión de que se trate de dos expulsiones distintas, acaecidas en ocasiones distintas. Prueba de ello la tenemos en los tiempos y en las respuestas que da el Señor a los judios.

La expulsión contada por Juan aconteció en la misma Pascua; la de Mateo, mucho antes de la Pascua.

En Juan los judíos dicen al Señor: "Que signos nos muestras para obrar así."

En Mateo, en cambio, se callan, no obstante haberlos reprendido el Señor, sin duda porque Cristo, despues del tiempo de predicación y obras transcurrido, era ya admirado por todos.

La razón que da Cristo para obrar así es que "Mi casa será llamada casa de oración y vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones." Y el motivo interno que le movía para obrar así era "el celo de tu casa me consume."

Con lo cual Cristo nos enseña claramente lo mucho que es contrario a su voluntad el actuar en economía movidos por el afán de lucro o de ganancia más allá de lo que necesitamos para una vida honesta.

A los que obran así no vacila en llamarlos ladrones y cuevas de bandidos a sus establecimientos.

Según Cristo, la economía cristiana debe de orientarse a la obtención de lo necesario para cubrir nuestras necesidades de una manera honesta y no a conseguir por medio de nuestro trabajo la mayor ganancia posible o lucro.

El capitalismo tiene, aparte de la competitividad desaprobada por San Pablo, al afán de lucro u obtención del máximo beneficio posible, como principales motores o vigas maestras del sistema.

Por tanto, es evidente que tanto Cristo como San Pablo, si viviesen en la actualidad repudiarían el sistema capitalista.

Cristo, sin duda, volvería a coger el látigo y hechar de su Templo, que es la misma Iglesia, a los cambistas
especuladores de dinero, a los mercaderes financieros y a los banqueros, así como a todo comercio movido por afán de lucro. También a los trabajadores por cuenta ajena que aspiran a ganar lo máximo posible excediéndose de lo que es necesario para vivir según una medianía honesta.

Y por su parte San Pablo nos volvería a mandar enérgicamente: !No hagáis nada por emulación¡ es decir por espíritu de competitividad o competición.

Afán de lucro y competitividad son cosas del todo contrarias a la Palabra de Dios y al espíritu de Cristo, y por tanto un sistema, como el capitalista, que se fundamenta en ambas, debiera ser firmemente fustigado y repudiado como hizo el mismo Cristo.

Por eso la Iglesia jamás podrá dar su visto bueno al capitalismo.

Pero de hecho el capitalismo se ha introducido en el seno de la Iglesia a través de sus rendijas como el humo de Satanás, pues es el capitalismo el que rige la economía de las naciones formadas mayoritariamente por católicos y otros cristianos.

Por tanto, mal vamos en el tema. Recordemos las enseñanzas de Cristo y de San Pablo: No al lucro y no a la emulación o competitividad.

El afán de lucro y de competencia debe desterrarlo o expulsarlo de sí todo cristiano que quiera ser fiel a la enseñanza de Cristo, pues cada cristiano es un Templo de Dios, como dice San Pablo, y Cristo hechó o expulsó de su Templo a todos los que se movían por lucro o competían por obtenerlo.

De igual modo que Cristo expulsó del Templo de Dios a los mercaderes, así deberíamos nosotros expulsar de nosotros mismos y de la Iglesia a todos los que actúan con espíritu de mercaderes movidos por afán de la máxima ganancia posible y no se contentan con lo que meramente es necesario para pasar esta vida según una medianía.

"Señor no me des ni riqueza ni pobreza, básteme con una medianía", dice en algún lugar de la Biblia el sabio.


24/07/11 1:20 PM

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