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9.08.18

El rincón del hermano Rafael - "Saber esperar" - Saber lo que se quiere

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –  Saber lo que se quiere

 

“Vivo sediento de Ti…, lloro mi destierro, sueño con el Cielo, mi alma suspira por Jesús en quien ve su tesoro, su vida, su único amor, nada espero de los hombres…, te amo con locura, Jesús mío, y, sin embargo, como, río, duermo, hablo, y estudio, y vivo entre los hombres sin hacer locuras…, y aún me avergüenzo verlo…, busco mis comodidades. ¿Cómo se explica esto, Señor?

 

Pudiera parecer algo esquizofrénico esto que nos dice el hermano Rafael. Sin embargo, nada más alejado de eso la realidad que encierra esto que aquí hemos traído.

Los hijos de Dios sabemos que estamos en el mundo. Sería algo necio negar eso porque es lo que vemos cada día y cada experimentamos. Pero eso es una cosa y otra, muy distinta, distinguir lo que es importante de lo que no lo es.

Dice San Rafael Arnáiz Barón que no espera nada de los hombres. Y es que sabe que todo puede esperarlo de Dios y, entonces, ¿a qué querer otra cosa?

Lo que vive el hermano Rafael es su propia realidad:

ríe,

duerme,

habla,

estudia y, en suma,

vive entre los hombres porque es uno de los creados por Dios.

Sin embargo,

está sediento de Cristo,

llora por lo que considera un destierro (su vida en el mundo),

sueña con el Cielo,

su alma suspira por el Hijo de Dios,

nada espera de los hombres,

ama con locura al Mesías…

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