Juan Pablo II Magno - Juventud

Serie “Juan Pablo II Magno

JPIIM

En el Mensaje que Juan Pablo II Magno dirigió al mundo con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, en el año 1985, dijo algo que, bien aplicado a nuestra vida ordinaria, debería darnos las pautas para llevar un comportamiento correcto. Y dijo lo que sigue:

La primera llamada que quiero haceros, hombres y mujeres jóvenes de hoy, es ésta: ¡no tengáis miedo! No tengáis miedo de vuestra propia juventud, y de los profundos deseos de felicidad, de verdad, de belleza y de amor eterno que abrigáis en vosotros mismos. Hay quien dice que la sociedad de hoy teme estos potentes deseos de los jóvenes, y que vosotros mismos les tenéis miedo. ¡No temáis!” (JMP 1985, 3)

Les pide (y yo creo que nos pide a todos) no tener miedo. El miedo (sentimiento muy humano que puede lastrar muchos comportamientos y hacerlos, simplemente, de imposible puesta en práctica) puede afectar, por tanto:

-Al sentido de la felicidad.
-Al conocimiento de la verdad.
-Al sentido de la belleza.
-Al ansia de amor eterno.

Por eso, 15 años después, en la Jornada Mundial de la Juventud (2000) celebrada en Roma, insistió en la necesidad de evitar, de raíz, el miedo:

Jóvenes de todos los continentes, ¡no tengáis miedo de ser los santos del nuevo milenio! Sed contemplativos y amantes de la oración, coherentes con vuestra fe y generosos en el servicio a los hermanos, miembros activos de la iglesia y constructores de paz”.

Al igual que en el Mensaje de la Jornada de 1985, aquí, en el de la Juventud de 2000 también deja, digamos, tareas a llevar a cabo:

-Ser santos.
-Ser contemplativos.
-Ser amantes de la oración.
-Ser coherentes con la fe.
-Ser generosos en el servicio al otro.
-Ser miembros activos de la Iglesia.

Y, por último,

-Ser constructores de paz.

Bien podemos darnos cuenta que Juan Pablo II Magno tenía conocimiento de las verdaderas necesidades de la juventud y, en toda ocasión que le era posible lo hacía notar para que, quien correspondiera, tomara nota de lo dicho por quien fuera joven de fe arraigada y profunda.

Podemos, también, preguntarnos, qué modelo tienen que tomar los jóvenes para su comportamiento y que sea, simplemente, el adecuado.

Lo dice en varias ocasiones. Sin embargo, es en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Toronto, en el año 2002.

Por ejemplo, “Sí, es la hora de la misión. En vuestras diócesis y en vuestras parroquias, en vuestros movimientos, asociaciones y comunidades, Cristo os llama, la Iglesia os acoge como casa y escuela de comunión y de oración. Profundizad en el estudio de la Palabra de Dios y dejad que ella ilumine vuestra mente y vuestro corazón. Tomad fuerza de la gracia sacramental de la Reconciliación y de la Eucaristía. Tratad asiduamente con el Señor en ese ‘corazón con corazón’ que es la adoración eucarística. Día tras día recibiréis nuevo impulso, que os permitirá confortar a los que sufren y llevar la paz al mundo. Muchas son las personas heridas por la vida, excluida del desarrollo económico, sin un techo, una familia o un trabajo; muchas se pierden tras falsas ilusiones o han abandonado toda esperanza. Contemplando la luz que resplandece sobre el rostro de Cristo resucitado, aprended a vivir como ‘hijos de la luz e hijos del día’ (1 Ts 5, 5), manifestando a todos que “el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Ef 5, 9)” (Jornada Mundial de la Juventud, Toronto, 2002, 4)

Pero, además, “El encuentro personal con Cristo ilumina la vida con una nueva luz, nos conduce por el buen camino y nos compromete a ser sus testigos. Con el nuevo modo que Él nos proporciona de ver el mundo y las personas, nos hace penetrar más profundamente en el misterio de la fe, que no es sólo acoger y ratificar con la inteligencia un conjunto de enunciados teóricos, sino asimilar una experiencia, vivir una verdad; es la sal y la luz de toda la realidad (cf. Veritatis splendor, 88)

Por eso, Juan Pablo II Magno, frente a los jóvenes les plantea una actuación firme y decidida en defensa de su fe, una forma de actuar en la que la esperanza no se haya perdido sino que se asienta sobre Dios y se vertebra a través de Cristo.

Hoy, 7 de febrero de 2009, sigue ejerciendo el sacerdocio y la docencia el autor de este artículo.

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