InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Amigo de Lolo

14.11.22

Un amigo de Lolo - "Lolo, libro a libro" – No se puede definir uno mejor a sí mismo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de LoloManuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

No se puede definir uno mejor a sí mismo

 

“Grande o pequeña, ser luz de los hombres, iluminar siempre, aclarar un sendero, orientar a un caminante, transmitir un mensaje. Si no sol espléndido que se cimbrea desde el alba sobre las

cabezas de todos los hombres, al menos titilar humildemente en nuestro lugar y sin descanso, violentar las tinieblas, aupar el sentido de lo eterno sobre las cosas vulgares como un lucero que recuerda de continuo la raíz de eternidad de todos.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 111)

 

Ciertamente, es fácil creer que un mismo se conoce bien a sí mismo y que no le resulta difícil definirse. Sin embargo, bien sabemos que es no es tan fácil aunque al Beato de Linares (Jaén, España) le ha salido bordada su definición. Y aquí, en el texto traído hoy a esta casa, lo podemos ver a la perfección. 

Verdaderamente, este texto de Lolo orienta muy bien a quien no lo conozca. Y es que muestra lo que él quiere ser y que, por cierto, consigue a la perfección a lo largo de su vida. Y, en realidad, correspondería un análisis muy extenso sobre este texto aunque, de todas formas, aquí hagamos tan sólo una aproximación a lo que nos quiere decir Manuel Lozano Garrido. 

Lolo quiere ser luz. Y lo consigue con la forma de ser a lo largo de su existencia. Y es que ilumina a todo aquel que lo conoce con su experiencia vital y con la forma de encarar lo que, físicamente, le pasa. Y siempre ilumina, como él quiere y dice aquí; y sus escritos nos sirven para aclarar el sendero de nuestra vida y, claro, para orientarnos como caminantes que somos hacia el definitivo Reino de Dios llamado Cielo. 

Es verdad que Lolo sabe que, de todas formas, tampoco puede llegar a ser aquel sol que todo ilumina porque conoce bien que es, como todo ser humano, limitado y que sólo Dios es capaz, tiene la capacidad, de hacer tal cosa como, por cierto, hace y viene haciendo desde siempre. 

De todas formas, quiere el Beato Lolo, poniendo su humildad por delante para que nadie se lleva a engaño en el sentido de que pudiera creerse que Manuel se siente mucho más que nadie, ser, al menos, como una lucecita que sí, que sirva para salir de las tinieblas en las que pudiéramos encontrarnos y, así, salir a la luz que nos ilumina y nos guía. 

A este respecto, como hemos dicho antes, bien sabemos que Lolo nos ilumina y que no lo hace como una “lucecita” sino, al contrario, como un gran foco, digamos, alegremente hermoso y grande. Pero él no puede pensar otra cosa que la que dice y que tiene su base en su profunda y franca humildad… 

Por otra parte, no podía dejar de decir Manuel Lozano Garrido que lo que quiere, en el fondo (y que es lo que contiene todo lo demás, como su base y su raíz) es recordar a los corazones de qué dependen los mismos y que no es otra verdad que Dios mismo y que nunca olvidemos que la eternidad nos guía y que hacia ella, hacia la vida eterna, debemos mirar, caminar y llegar.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

7.11.22

Un amigo de Lolo - "Lolo, libro a libro" – Así sí se sobrenaturaliza el sufrimiento

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de LoloManuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Así sí se sobrenaturaliza el sufrimiento


“De pronto noto que mi hermana llega por el pasillo y pregunta: 

-¿De qué te ríes?

 Si te lo digo, vas a ser tú la que se monde de risa. ¿En qué dirás que me estaba entreteniendo? Pues en hacer planes de comidas… 

El caso es que uno, que tiene más faltas que la báscula de un carbonero, no se acusa desde hace más de veinte años de ese neroniano y pantagruélico pecado que es la gula. No es que yo sea un hombre virtuoso, sino que la tentación, por inapetencia, carece simplemente de sentido” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 112)

  

En una concreta ocasión (siento no recordar ahora en qué libro escribe eso Lolo) el Beato de Linares (Jaén, España) hace una relación de comidas. Es decir, escribe lo que le gustaría comer para desayunar, comer a mediodía y, luego cenar. 

No podemos negar que eso sería, es así mismo escrito y dicho, una relación más que normal para una persona, digamos, que no tenga achaques del cuerpo. Pero eso, para Lolo, no era más que un ejercicio, digamos, de “ilusión” pues nada de lo que allí había escrito podía entrar en su estómago… 

Pues bien, ahora mismo hace algo por el estilo y lo que pasa muestra hasta qué punto nuestro amigo Lolo tenía un sentido del humor que estaba muy fuera de lo normal pues, dadas sus circunstancias, era algo más que guasa lo que le dice a Lucy, su hermana-madre-cuidadora, cuando entra y lo ve “¡riendo!” 

Antes que nada, debemos tomar nota de alguna de las palabras que dice Lolo. Y es que el dice que “nota” que su hermana se le acerca. Y dice que lo nota porque, sencillamente, ya no puede ver pero, de todas formas, conoce muy bien, digamos, los pasos de Lucy y está más que seguro que es ella quien se le acerca. 

Pues bien, el caso es que la hermana ha de preguntarle la razón de que Lolo se esté riendo él solo, allí donde estuviera. Por fuerza debía tratarse de algo muy gracioso que bien hubiera recordado el bueno de Manolo o, en fin, alguna de sus ocurrencias que le llevaran a la risa. 

Y, ciertamente, como bien le contesta Lolo a Lucy, aquello que estaba haciendo (seguramente pensando mentalmente) era para mondarse de risa… 

¡Estaba haciendo Lolo planes de comida! Lo hacía quien poco podía ingerir y todo aquello no era más que un plan de ilusión, como hemos dicho arriba, como lo que le gustaría comer pero que, por su enfermedad, era imposible que comiera. Sin embargo, él sabe cómo sacarle punta a toda circunstancia que le acaece e, incluso, es capaz de hacer risa de eso… ¿Quién de nosotros sería capaz de hacer eso cuando “sólo” le duele una muela…? No, nosotros, en general, sólo rabiaríamos por lo que no podríamos comer pero Lolo estaba hecho de otra pasta que tenía mucho que ver con la fe, con su modo de entender la fe. 

A este respecto, debemos darnos cuenta de lo que supone que alguien como el Beato Lolo, dándose perfecta cuenta de sus propias circunstancias, digamos, culinarias, sea capaz de ponerse el mundo por montera y hacer risa sobre sí y sobre lo que le pasa. Y eso sólo lo puede hacer quien se da cuenta de que incluso aquello podría ser sobrenaturalizado y, por tanto, elevado muy por encima del simple comer o necesidad de tan buen proceder… 

Digamos, ya para terminar, que Lolo nos da una lección espiritual más que grande con esto y que consiste, en general, en entender que lo que nos pueda acaecer que no sea de nuestro gusto también puede ser puesto a los pies de Dios en ofrecimiento. Así se sencillo pero, claro, así de difícil.

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

31.10.22

Un amigo de Lolo - "Lolo, libro a libro" – Dios, el de las oportunidades sin cuento

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de LoloManuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Dios, el de las oportunidades sin cuento

 

“No sé cómo explicar este fenómeno, pero nunca he sentido correr un año tan aprisa. Bueno, sí lo sé. La realidad es ésta: Dios, Él solito, ha hecho un nuevo y radical planteamiento de mi vida, en el que también juegan las compensaciones. El trabajo grato y fecundo, ese por el que siempre he deseado vivir, me ha llovido en estos meses de tinieblas como tres de los otros juntos. ¡Si apenas tuve un minuto para encarar el porvenir! Es como si tuviéramos una luz delante de la cara y de pronto no la viéramos, pero tampoco notábamos su falta porque una nueva antorcha empezaba a arder por dentro de la frente.” (Las golondrinas nunca saben la hora, pp. 110-111)


En el mismo párrafo que esto que dice Lolo aporta el Beato de Linares (Jaén, España) un dato importante siendo el día 6 de octubre de 1962 cuando esto escribehacía dos días, el 4 de mes décimo del año, se cumplió uno, 1 año, desde que empezara a perder la vista. Y ahora, en 1962, vamos, que nada de nada eso de ver…

No podemos negar que a Manuel Lozano Garrido no le gustó nada perder tal sentido (¿a quién sí?) pero… como era como era… vamos, que a continuación se rehace, remonta el vuelo y, ¡hala!, a saber de qué va la cosa… Y Dios, en su estado de ánimo, tiene mucho y más que ver.

 El caso es que, aunque ha pasado un año desde que perdió la vista, al parecer a Lolo le ha venido más que bien tal año. Y no es que salte de alegría por no poder ver sino que se ha dado cuenta de que Dios, lo dice él mismo, mucho ha intervenido en su vida. Y bien podemos decir que a Manuel Lozano Garrido se le ha cerrado una puerta pero se le han abierto muchas ventanas…

 Como es lógico, aquello a lo que Lolo quería dedicarse y que tiene que ver con el trabajo de periodista y escritor no es que le haya venido a menos o que, en fin, a partir de la pérdida de la vista, haya menguado. Es, justamente, al contrario: le ha llovido en tal año “como tres de los otros juntos”. Y eso para una persona que es lo que quería… le viene, como se dice en la Biblia, como miel sobre hojuelas y, seguro, le hizo más llevadera la nueva situación a la que se enfrentaba al dejar de ver con los ojos del cuerpo pero no con los del corazón. 

En realidad, nuestro amigo de Linares es, digamos, una bestia del trabajo. Y no queriendo malmeter contra su persona, no es poco decir que si alguien pierde la vista y a partir de tal momento le llega más trabajo que nunca y, además, lo lleva hacia adelante… vamos, como que no es que se trate de una persona ordinaria. Y si no creen que la cosa se así, no tienen ustedes más que imaginar qué pasaría en su vida si perdiesen la vista…

 Ante todo esto que le pasa sabe muy Lolo a Quién se lo debe. Ya hemos dicho arriba que sabe que es a Dios que, como dice Manuel, “ha hecho un nuevo y radical planteamiento de mi vida”. Entonces, juega aquí un papel más que importante la santísima Providencia del Creador que ha tenido a bien, que tuvo a bien, reforzar a Lolo en sus cualidades para que siguiera cumpliendo su especial papel de ser entregado a Dios y al prójimo. 

Muy bien se da cuenta Lolo de lo que le pasa. Y pone el ejemplo de la luz que, de repente, te quitan o, simplemente, desapareciera pero, a la vez, algo así como una luz ardiera dentro de ti… Y es que ardiendo dentro de uno no resulta ya imposible conducirse sin los ojos del cuerpo. 

Por eso titulamos que Dios es el de las oportunidades sin cuento porque nunca deja que sus criaturas se hundan en la desesperanza si es que ellas quieren darse cuenta de las manos que el Padre les ofrece. Y Lolo se dio cuenta y de eso, por decirlo así, nosotros somos testigos.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

24.10.22

Un amigo de Lolo - "Lolo, libro a libro" – Misa en casa de Manolo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de LoloManuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Misa en casa de Manolo 

 

“Pedro me ha conseguido autorización de misa en casa, y él mismo me ha dicho ya hoy la primera.

 …/

 Como lo pensé, lo dije:

 -’Tráete la máquina de escribir’.

 - Para qué ahora? ¿Estás loco?’.

 - ´Que sí, ea; aprisa. Te la traes y la metes debajo de la mesa, para que así el tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí mismo sus raíces’”. (Las golondrinas nunca saben la hora, pp. 108-109)

Esto ocurre, según anota Lolo en su diario, el 20 de septiembre de 1962. Y para escribir sobre esto nos tomamos la libertad de titular según hizo lo propio el P. José Luis Martín Descalzo  cuando, en una grabación de 1971 vino a narrar que él también celebró la Santa Misa en casa de Manuel Lozano Garrido. 

Pues bien, ya podemos imaginar el gozo de Lolo cuando supo que podría acercarse a la Eucaristía o, mejor, que Cristo se acercaba a su casa y que podía hacerlo todos los días. 

Y entonces surge aquello que es, sin duda alguna, una de las anécdotas espirituales más conocidas del Beato de Linares (Jaén, España) y que muy bien dejó escrito en su libro Las golondrinas nunca saben la hora

No podemos negar que las palabras que recoge Lolo en esta parte de un diario tan extenso en años son muy significativas porque muestran el sentido mismo del ser periodista y la unión que con su vida espiritual tenía eso. Es decir, una unidad de vida perfecta y nada de separación entre lo que hace y lo que cree… 

El caso es que, como más que conocido, que Manuel Lozano Garrido pudiese asistir todos los días a la Santa Misa (realidad muy ansiada por él) era, dadas sus condiciones físicas, prácticamente imposible. Y aquello que, según dice, le consigue Pedro, de que la Eucaristía se pudiese celebrar en su casa (dado, como decimos, sus propias circunstancias) era algo que debía llenarlo de gozo. 

Entonces, para Lolo, nada mejor que escribir lo que en este momento escribe. Y es que no había separación entre lo que hacía en el mundo, ser periodista, y lo que tenía en su corazón: fe católica. 

De todas formas, a nosotros no nos extraña que su hermana Lucy dijera que creía que estaba loco cuando le pide que ponga la máquina de escribir debajo de la mesa que hacía las veces de altar. Y es que era, sí, algo extraño pero dado cómo era Lolo, también era lo que se debía esperar. Y es que es dicho y hecho: lo piensa y lo pide y, podemos suponer que es lo que sucedió: Lucy puso su máquina de escribir debajo de la mesa y, claro, surgió una unión tan especial entre aquel instrumento de trabajo de Lolo y lo que, en suma, era su propia fe que el resultado es evidente que fue el que es… 

Que a Lolo se le clavó el tronco de la Cruz en la máquina de escribir y que allí echó sus raíces es algo más que obvio: lo podemos ver en todo lo que escribió a partir de entonces pero, podemos decir, ya había tenido los mismos efectos, digamos, antes de tal momento porque Dios ya le había entregado un resultado así, así mismo, a Manuel, hacía algunos años…  

Eso sí, digamos que aquel momento, aquella misa en casa de Manolo, como titulamos esto y como tituló el P. Martín Descalzo la alocución radiofónica citada arriba, fue uno que lo fue más que especial pues era el principio exacto, el momento justo, en el que la Sangre y el Cuerpo de Cristo fue al encuentro de Lolo. Y, claro, eso bien que lo aprovechó nuestro amigo de Linares. 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

17.10.22

Un amigo de Lolo - "Lolo, libro a libro" - Como un hijo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de LoloManuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Como un hijo

“Que te baste una sonrisa, que eso ya es una esperanza. Adiós, hijo; aléjate y no vuelvas los ojos atrás, que los míos no han de verte doblar el recodo del camino. No importa, porque su luz va contigo. Era blanca y tú te la llevas convertida en arco iris, que es un símbolo de paz. Ya ves, con todo, si no hay motivos para la esperanza” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 105)

 

Es verdad que, por decirlo así, a nivel general, cualquier persona que lea este texto de Manuel Lozano Garrido, puede llegar a entender el sentido del mismo. Sin embargo, será más fácil hacer eso si quien lo lee es, también, escritor. 

No podemos negar que al leer este texto de Lolo me produjo una clara impresión: es lo mismo que me pasa a mí. Y es que, cada vez que doy a la luz un libro (seguramente poco importante y de escasa o nula repercusión) digo eso de “tengo otro niño”. Y, por qué no decirlo, me he sentido muy identificado con estas palabras que el Beato de Linares (Jaén, España) escribe en su diario cuando recibe ejemplares de su libro “Dios habla todos los días” publicado en el año 1962 meses antes de lo que escribe el 25 de julio de aquel año. Aunque, claro, las cosas dichas por Lolo alcanzan un nivel más que elevado.. 

Esto lo escribe Lolo dirigiéndose a su nuevo libro y hace algo así como un “envío” al mundo, a que sea recibido en los corazones de los lectores. Y, ciertamente, me llega al alma lo que dice aquí nuestro buen amigo. 

Digamos que por aquel entonces, Lolo anda menos que regular con la vista. Por eso dice que, aunque el enviado vuelva los ojos atrás no podrá su autor ver como dobla “el recodo del camino”. 

¿Eso supone que Manuel Lozano Garrido se venga abajo? 

No. Es justo al contrario lo que le pasa porque con todo lo que estaba pasando nuestro amigo (lo que llevaba entonces pasado a lo que se añade lo de pérdida de la vista) nunca pierde la esperanza. Y lo dice él mismo, admitiendo que siempre, entonces también, “hay motivos para la esperanza”. 

Muy bien dice Lolo que su propia luz va impresa en las letras que dan forma a su libro. Sin embargo, reconoce y sabe que, si bien, era luz blanca ahora se ha convertido en un “arco iris” o, lo que es lo mismo, ha ganado mucho (si eso era posible) a la hora de ver transformado su pensamiento en palabras que ha dado al mundo para que el mundo goce con ellas cambiadas en eso y, por tanto, entiende Lolo que mejoradas… 

No podemos negar que el autor de “Dios habla todos los días”, es decir, Lolo, sabe muy bien que su labor puede ser fructífera cuando llegue lo escrito al corazón de los lectores. Y, ciertamente, no se equivoca pues, en efecto, lo es tanto tal libro como todo lo que dio a la luz del mundo mientras estuvo en este valle de lágrimas. 

Tiene Lolo un amor por su libro como lo tuviera por un hijo él, que no tuvo hijo alguno pero que, dado su corazón de carne supo muy bien entender que, al fin y al cabo, aquellas letras eran dadas como se envía a un hijo de carne y sangre: a dar luz, si es posible; a fructificar, si Dios quiere.

   

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.