Ventana a la Tierra Media – El Principio y sus circunstancias

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Es cierto y verdad que El Silmarillion, obra que podemos decir es el origen de todo lo que escribió J.R.R. Tolkien tiene, digamos, un “Principio” que es el que reza que allí estaba Eru… 

De todas formas, bien podemos decir que tal forma de empezar las cosas fue la que le dio el hijo de Tolkien que se dedicó, tras la muerte del profesor de Oxford, a procurar que la obra de su padre viera la luz en toda su posibilidad. Y es que aquella obra al fin pudo ver la luz después de lo que suponemos fue un arduo trabajo de parte de Christopher Tolkien

Pues bien, todo aquello también tuvo un principio o, lo que es lo mismo, El Silmarillion dio comienzo por algo en concreto pues por algo debía empezar la cosa, por así decirlo. 

Lo dice el propio autor en la carta que escribió al poeta W.H. Auden a la que estamos dedicando unos cuantos artículos y que, con permiso de Minotauro (Editorial que publicó las “Cartas” de Tolkien) vamos a reproducir otra ver:

 

“Aunque la primera verdadera historia de este mundo imaginario casi plenamente formado, tal como existe ahora, fue escrita en prosa durante un permiso por enfermedad a fines de 1916: La caída de Gondolin, que tuve el descaro de leer en el Exeter College Essay Club en 1918.”

 

Y termina este párrafo diciendo:

 

“Escribí mucho más en los hospitales antes del final de la Primera Gran Guerra.”

 

Ya podemos imaginar que los tiempos largos de convalecencia son propicios, si se sabe hacer eso, para, entre otras cosas, escribir. Y eso es lo que hizo aquel soldado que se vio aquejado de la llamada “fiebre de las trincheras” a la que ya hemos hecho referencia aquí.  

Podemos decir, por tanto que, en palabras del propio autor de todo el mundo de la Tierra Media, el principio de todo, antes de todo y por encima de todo fue, nada más y nada menos que “La Caída de Gondolin”. 

Como podemos imaginar, y ahora tantos años después de aquello y luego de haber leído (seguramente unas cuentas veces) tal narración (relativamente reciente su publicación como obra aparte de toda la de Tolkien) nos resulta sorprendente por el mundo que muestra. 

Esto lo decimos porque cuando uno lee La Caída… está más que seguro que detrás de ella, por así decirlo, hay mucho escrito porque el tema que trata no es el de un “principio” del que nada se sabe sino que aparece una realidad que está muy hecha, si ustedes nos entienden. 

Queremos decir que los personajes que aquí aparecen tienen una historia detrás (unos más que otros, claro) y que a nadie se le ocurre al leer esta obra que nada tienen que ver, ni ellos ni sus circunstancias, con “algo” que debe existir. Y es que ahí está la Tierra Media, un lugar en ella al que nadie puede llegar si no sabe la forma de alcanzar tan idílico lugar, un Mal que quiere hacerse con tal ciudad, alguien que traiciona a su Rey y a sus habitantes, un Hombre que llega a alcanzar gran influencia (siendo lugar de Elfos…), un matrimonio que molesta mucho al traidor, etc., etc. y etc. 

Con esto queremos decir que si Tolkien padre escribe como primer paso de su Tierra Media nada menos que “La caída de Gondolin” es un primer paso al que se ha llegado con un camino previo más que abundante y que muestra que lo que ha de venir ha de ser grande y más que grande y maravilloso. 

Nuestro autor debía tener en su mente todo lo que iba a construir, a subcrear pues de otra forma no se entiende la profundidad de escritura de esta primera obra, según él mismo dice ni tampoco los muchos detalles que muestran que hay un amueblamiento muy bueno de su cabeza, como suele decirse de persona juiciosa y que sabe lo que hace y dice, que tiene fondo y que, en suma, sabe muy bien lo que dice y no hace lo que hace a tontas y a locas. 

Como siempre es conveniente decir la verdad y hay que ser francos siempre, el que esto escribe se quedó patidifuso cuando leyó en esta carta de Tolkien que “La Caída de Gondolin” fue la “primera verdadera historia de este mundo imaginario”. Y es que, por decirlo pronto, tal narración es de tal punto maravillosa y llena tanto el corazón de tantos buenos sentimientos que incluso llega a producir lágrimas en quien lee cómo se destruye lo que bien podemos considerar como el Paraíso o, al menos, algo muy cercano al mismo. 

Y luego, por si no fuera eso ya suficiente, entre los supervivientes de aquella malhadada caída está, nada más y nada menos, que ¡Eärendil!”, a la sazón hijo de Tuor e Idril Celebrindal. ¿En qué recoveco de la mente de J.R.R. Tolkien se había escondido todo eso?

  

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

1 comentario

  
Ronin
La verdad es que comentas cosas muy interesantes hoy. Y que si nos ponemos un poco espirituales o trascendentales quizás veamos como las cosas no pasan porque sí.

Es interesante el tema de la caída de Gondolin como el principio de todo en la mente de Tolkien. El mal expulsando al bien de un lugar sagrado e idílico creo que nos suena. Es algo que está desde el Principio de todo y lo vemos casi a diario. No podemos bajar la guardia porque el mal y sus secuaces no lo hacen.

Es muy interesante también como comentas que Tolkien escribiera mucho en tiempos de convalecencia de sus heridas de guerra. Quizás si Tolkien no hubiera ido a la primera guerra mundial por haber nacido unos años antes, o después, quien sabe que habría pasado con toda su obra. Las manos sabias y buenas de Iluvatar saben bien como actuar.

Y es muy interesante sacar el tema de las cartas. Creo que todo aficionado o iniciado en Tolkien deberían leerlas porque merecen mucho la pena. Si usted me entiende.

EFG

Gracias, otra vez, por los comentarios. La verdad es que aunque Tolkien no quisiera que su obra se interpretase como una alegoría la cosa da para muchas cosas...


Y sí, el tema de las Cartas es verdaderamente inagotable y vale la pena leerlas porque en ellas vemos, sobre todo, al autor, a la persona, a quien escribe de lo que cree y piensa y nos da muchas pistas sobre lo que escribía y muchos detalles de su vida, digamos, ordinaria que no es posible alcanzar con la lectura de sus libros.
19/11/21 8:12 PM

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